“Nuestro libro es un canto a la vida. Y aunque dibuje ciertas sombras, porque destruimos muchas certezas que pueden configurar la cosmovisión del mundo que tiene el lector, lo hacemos para que este pueda ir más allá de quien es hoy. Ofrecemos las herramientas necesarias para que pueda empezar desde cero, ya que la resiliencia generativa contribuye a que podamos superarnos cada día un poco más”, señalan Anna Forés –doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación, pedagoga y experta en neuroeducación– y Jordi Grané –filósofo experto en resiliencia y resolución de conflictos.

Ellos son los autores del libro Los patitos feos y los cisnes negros. Resiliencia y neurociencia (Ed. Plataforma Actual), una obra que explica la resiliencia desde la perspectiva de la neurociencia en el complejo contexto del mundo actual lleno de “cisnes negros”, la metáfora de Nassim Nicholas Taleb para explicar los sucesos sorpresivos que pueden darse en cualquier momento.

Aceptar la incertidumbre que nos rodea y decir sí a la vida tal y como es nos permite crecer como personas y como sociedad.

Entrevista con Anna Forés y Jordi Grané

¿Qué es la resiliencia generativa?
La resiliencia generativa es el arte de generar oportunidades y de convertir lo que a priori percibimos como una amenaza en una posibilidad que abre un nuevo camino para nosotros. Es un término que hemos acuñado para nombrar un nuevo concepto de resiliencia que explica la capacidad que tenemos de superación de la adversidad desde la luz de los últimos descubrimientos realizados por la neurociencia. La neurociencia ha comprobado que nuestro cerebro posee una enorme plasticidad, por tanto, nuestra base psicobiológica está abierta al cambio y a la transformación. Estamos en constante evolución, de hecho bastan dos horas para que las estructuras del cerebro varíen. Así pues, la resiliencia no es cosa de unos pocos, sino que todos poseemos la capacidad de cambiar y de transformarnos: “Tal vez todavía no eres, pero estás en proceso”.

¿Qué nos ayuda a ser más resilientes generativos?
Las personas generativas son aquellas capaces de ver en el presente los desencadenantes del futuro y poseen la sagacidad de crear a partir de ello nuevas oportunidades. Para lograr esta capacidad es necesario cultivar una actitud abierta y siempre decir sí a la vida tal como es. En el libro vamos desarrollando lo que para nosotros son las distintas sabidurías generativas, esos conocimientos y actitudes que nos ayudan a ser más resilientes.
La meditación es una de ellas como también el silencio, la improvisación o el socrático “no saber” (cuánto más sé, más me doy cuenta que no sé nada). Como decía Foucault, cuando uno se coloca en las fronteras del conocimiento le es más fácil percibir en el presente los desencadenantes del futuro. El nivel de incertidumbre en el que vivimos hoy es tal que nadie puede predecir el mañana. Pero, si bien no podemos predecir el futuro, sí podemos construirlo con nuestra imaginación, pensamiento y acción. Se trata de crear primero desde el pensamiento, para después pasar a la acción.

“No puedo predecir el futuro, pero puedo construirlo con imaginación, pensamiento y acción”

Parece importante no dar nada por sentado…
Exacto. Se trata de mantener una actitud abierta que te permita fluir hacia el descubrimiento azaroso aprovechando lo que sucede en este momento presente para crear. Esto exige vivir sin prejuzgar, ser flexible y estar atento para descubrir dónde se encuentran los cisnes negros positivos, para poderlos potenciar y desarrollar. La meditación, por ejemplo, nos ayuda en esta actitud de no juzgar y de “no saber”. Nos permite cultivar lo que se denomina la “mentalidad de principiante” y la humildad.

¿Qué es la mentalidad de principiante?
Una persona experta dice: “Sí, sí, ya lo sé. ¿Qué me vas a contar a mí…?”. Y justo en ese momento en el que se considera experto deja de aprender porque está convencido de que ya lo sabe todo. Todo lo contrario de que quien se considera principiante y está convencido que aún tiene mucho que descubrir y aprender.

¿Qué papel juega el esfuerzo?
El esfuerzo no es productivo si no se tiene una dirección. Hay que tener en cuenta cómo funcionamos. Somos un jinete, nuestra parte racional, que intenta conducir un elefante, nuestra parte emocional, por un camino. ¿Qué se necesitamos para asumir cambios y transformaciones? Incentivos. Porque nuestro elefante es muy perezoso y necesita estar muy motivado para moverse. Por otra parte, si el jinete -nuestra parte racional- no tiene una dirección clara es fácil que se pierda en el análisis. Así pues, para transformarnos, nos serán muy útiles las pequeñas recompensas rápidas que ayudarán tanto al jinete como al elefante a avanzar. Si además les allanas el camino, mejor…

¿Y cómo allanar el camino en el proceso de cambio?
Pues además de visualizar aquello que deseas es importante prever los obstáculos que tendrás que afrontar durante el proceso. Aunque está abierto al cambio, nuestro cerebro no será siempre un aliado porque prefiere recorrer aquellas sendas que ya le son conocidas, lo que le permite ahorrar energía. Por eso desaprender resulta tan difícil: le estamos pidiendo al cerebro que modifique su conexión más rápida y entra en jaque. No obstante romper está inercia y estos esquemas es muy importante para lograr la transformación. Aunque el cerebro nos diga: “Es por ahí… Siempre lo hemos hecho así”, nosotros debemos tener la fuerza de llevar a cabo una práctica deliberada hacia dónde queremos ir, y repetirla una y otra vez hasta crear un nuevo circuito neuronal. Hasta que esta práctica repetitiva no es asimilada por el inconsciente y el cerebro puede funcionar con el piloto automático, es imprescindible esfuerzo y motivación. Según la neurociencia, es esta práctica deliberada la que nos llevará a la excelencia.

“Busca tu camino propio y muéstrate dispuesto a modificarlo constantemente”.

¿En nuestra capacidad de superación y de transformación el entramado social que nos rodea resulta fundamental?
Así es. La neurociencia muestra que la red social es fundamental en la resiliencia, al igual que el vínculo es fundamental según la neurociencia para desarrollarnos. Hay muchos estudios que muestran que la compasión es el nivel más alto de inteligencia, la compasión entendida como lo que nos permite comprender lo que siente el otro y no maltratarlo. Una auténtica sociedad civilizada ha de ser una sociedad compasiva. Cada uno debe sanar su herida interna a través de -como diría Boris Cyrulnik- la “re-narración de lo vivido”. En este proceso de duelo por lo que nos dañó el silencio tiene un papel, pero llega un momento en que se debe verbalizar para que se pueda producir la sanación. Y para ello necesitas personas compasivas a tu lado, que te escuchen y que te quieran. A lo largo de tu vida te vas re-explicando a ti mismo una y otra vez. Por tanto también es importante que la sociedad te permita este “re-narrarte”, algo poco frecuente en nuestras sociedades que nos etiquetan para siempre de forma que nos impiden mutar y co-construirnos.

También apostáis por la simplicidad. ¿Por qué es resiliente la simplicidad?
El experto en resiliencia Andrew Zolli define la resiliencia como aquello que mata la complejidad porque consigue desatar los nudos. Y para ello la idea es basarte en lo simple. John Paul Lederach autor del libro “La imaginación moral. El arte y el alma de construir la paz” (Ed. Norma) explica en sus talleres que si eres capaz de reducir el conflicto en un haiku lo podrás resolver.

¿El humor también tiene un papel en la resiliencia?
¡Desde luego! Y Stefan Vanistendael, otro experto en resiliencia, es uno de los autores que más ha desarrollado esta cuestión. El humor te permite poner distancia con lo ocurrido, desdramatizar y reírte de ti mismo, lo que resulta muy saludable. Cuando puedes tomarte menos en serio es signo de que has evolucionado. Nosotros hablamos del humor generativo. Cuando una persona es capaz de reírse de su sufrimiento, es que ya lo ha superado, lo que, como señala también Stefan Vanistendael, es muy diferente de ironizar: la ironía está repleta de agresividad. Reírse de uno mismo implica también tener una gran humildad, también fundamental para desarrollar la resiliencia.

¿Por qué?
Porque se trata de reconocer que somos imperfectos y siempre perfectibles. Se trata de un proceso en el cual ves la cima y cuando la has alcanzado ya piensas en llegar a la siguiente, estamos un eterno proceso de mejora en el cual cada persona busca desarrollar su potencial. Todo el mundo puede brillar si se le da la oportunidad para hacerlo. Basta cambiar la manera en que miramos a las personas y centrarnos en aquello que les hace únicas. Que cada uno pueda desarrollar este don único es lo que debería facilitar la escuela. Sin embargo los modelos vigentes sólo ven una manera correcta de ser y de hacer las cosas: hay solo una manera de que un sistema sea productivo, hay solo una manera de escribir un libro... Y se nos recorta a todos por el mismo patrón. ¿Cuál es la antítesis? La biodiversidad en todas sus manifestaciones. Los caminos hacia la excelencia son múltiples y los estilos de vida excelentes también.

El objetivo es que nos adaptemos a nuestra sociedad competitiva…
El problema es que en este mundo tan competitivo nada es suficiente. Hay una famosa conversación en Alicia en el país de las maravillas en la que el gato le pregunta: “”¿Hacia dónde vas?”. “¡No lo sé!”, le responde Alicia. Pues entonces cualquier dirección te sirve”. La cuestión es imaginar un destino, aunque después el camino te lleve a otro destino porque siempre debemos estar abiertos a improvisar. La gente se cree que una banda de jazz improvisa sin orden, pero la improvisación se realiza a partir de una pieza. En su improvisación hay un orden subyacente.

¿Y qué papel juega la espiritualidad en esta visión del mundo?
La espiritualidad está en el hecho de creer en que podemos tener un mundo mejor y en que todo lo que ocurre tiene un cierto sentido. Además tenemos una concepción preciosa de la persona. Nos maravilla descubrir a la gente generativa que hay a nuestro alrededor que cuando imaginan ya casi perciben lo imaginado como una realidad.