Los ultraprocesados y la comida basura o rápida (fast food) se caracterizan a menudo por el exceso de grasas y azúcares añadidos. Este tipo de comida es muy calórico y se relaciona con el sobrepeso, la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, la disbiosis intestinal (alteración de la microbiota y la inflamación que conduce a otras enfermedades.

Un estudio ha descubierto que el exceso de grasas contribuye a esta serie de problemas no solo por su efecto inflamatorio y el aporte de calorías. La investigación revela que, a partir de cierta cantidad, las grasas alteran la capacidad del cerebro para regular el apetito. El trabajo es un aviso para las personas que continúan comiendo productos de mala calidad y también para los seguidores de las dietas ricas en grasas, como la cetogénica, aunque lo hagan con la intención de favorecer la salud.

Los investigadores afirman que una dieta alta en grasas reconfigura el cerebro y reduce nuestra capacidad para regular el apetito y el consumo de calorías. Han podido comprobar que el exceso de grasa bloquea la comunicación entre el cerebro y el sistema digestivo. En concreto, resultan afectados los astrocitos o neuronas estrelladas, que participan en esta comunicación.

Las grasas actúan sobre neuronas que controlan el apetito

“La ingesta de calorías parece estar regulada a corto plazo por los astrocitos. Descubrimos que una breve exposición (de tres a cinco días) a una dieta rica en grasas y calorías tiene un gran impacto sobre los astrocitos, lo que activa la vía de señalización normal para controlar el estómago.

Con el tiempo, los astrocitos parecen desensibilizarse a los alimentos ricos en grasas. Después de 10 a 14 días de seguir una dieta alta en grasas y calorías, los astrocitos parecen no reaccionar y la capacidad del cerebro para regular la ingesta de calorías parece perderse. Esto interrumpe la señalización al estómago y retrasa la forma en que se vacía”, dice la autora principal, la doctora Kirsteen Browning, de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Pennsylvania (Penn State, Estados Unidos), en un comunicado de prensa. Los hallazgos aparecen publicados en The Journal of Physiology.

¿Qué ocurre en el cerebro cuando se consume mucha grasa?

Los astrocitos inicialmente reaccionan a la "comida basura" liberando sustancias químicas llamadas gliotransmisores, que estimulan a las neuronas del estómago encargadas de contraerlo y relajarlo para llenarse y vaciarse en respuesta a los alimentos que pasan por el sistema digestivo.

Cuando algo inhibe los astrocitos, se interrumpe la comunicación entre cerebro y sistema digestivo. La disminución de las sustancias químicas de señalización conduce a un retraso en la digestión, porque el estómago no se llena y vacía adecuadamente.

Los investigadores observaron el comportamiento de control de la ingesta de alimentos en más de 200 roedores de laboratorio alimentados con una dieta normal o alta en grasas durante uno, tres, cinco o 14 días. Los autores combinaron la observación con técnicas genéticas especializadas y farmacológicas para apuntar a distintos circuitos neuronales. Esto permitió al equipo inhibir específicamente los astrocitos en una región particular del tronco encefálico, la parte posterior que se conecta con la médula espinal.

“Todavía tenemos que averiguar si la pérdida de actividad de los astrocitos y el mecanismo de señalización es la causa de comer en exceso o si ocurre como respuesta a comer en exceso. Estamos ansiosos por saber si es posible reactivar la aparente capacidad perdida del cerebro para regular la ingesta de calorías. Si este es el caso, podría conducir a intervenciones para ayudar a restaurar la regulación de calorías en humanos”, concluye la doctora Browning.

¿Cuáles son las recomendaciones sobre el consumo de grasa?

El estudio de la Universidad Estatal de Pennsylvania no ofrece recomendaciones, pero la Organización Mundial de la Salud aconseja que las grasas no aporten más del 30% de las calorías consumidas a lo largo del día. Por otra parte hay que seleccionar bien las fuentes de grasas entre los alimentos más saludables. Son recomendables el aceite de oliva virgen extra, los frutos secos enteros sin salar ni tostar (especialmente almendras, nueces, avellanas, anacardos y pistachos) y las semillas enteras o trituradas (sobre todo las de lino y sésamo).

En cambio, se deben evitar los aceites refinados, las grasas vegetales sin identificar, el aceite de palma, las grasas hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas y los productos ultraprocesados (platos preparados, helados, repostería industrial, bollería, etc.).