Cada año la industria nos impone unos cánones de belleza que hace que millones de mujeres se pongan en guerra contra sí mismas, tratando de adelgazar, de parecer más altas, de agrandar sus pechos, de parecerse a las mujeres que aparecen en las portadas de las revistas. Pero esas mujeres son una trampa.

Esas modelos no son como las vemos: todas las imágenes de mujeres bellas que conocemos son retocadas digitalmente para parecer más blancas, más rubias, más Barbie.

Una mujer con el cuerpo de una Barbie no podría andar: su columna no podría sostener esas piernas tan largas, esa cintura de avispa y ese tamaño de los senos.

Son mujeres irreales, y a pesar de ello muchas creemos que son mujeres que despiertan el deseo y el amor de cualquier hombre. Aunque no sea así.

¿Por qué queremos ser Barbie o Ken? 

¿Qué es lo que nos atrae de otra persona? ¿Qué es lo que nos lleva a enamorarnos de ella? Hay gente que tiene mucho éxito a la hora de ligar y, curiosamente, no siempre son personas que cumplen con las normas de la belleza de nuestra cultura patriarcal.

En los medios nos bombardean con la idea de que siendo feas nadie va a enamorarse de nosotras. Siempre juegan con nuestro miedo al rechazo y a quedarnos solas. Estos mensajes calan hondo en nuestro subconsciente.

Por eso las clínicas de estética, los centros de belleza, la industria de los cosméticos y de la cirugía plástica ganan tanto dinero.

Nos presentan a unas modelos de belleza inalcanzable y nos engañan haciéndonos creer que si somos como ellas despertaremos el deseo de los hombres y que con ese deseo vendrá el tan ansiado amor.

Por eso nos blanqueamos la piel o la bronceamos, nos rizamos el cabello o nos lo alisamos, nos depilamos todo el cuerpo, nos torturamos con tratamientos costosos y dolorosos, nos operamos la nariz, las nalgas, los pechos...

Y luchamos contra nuestro cuerpo para eliminar los michelines, las estrías, la celulitis, las arrugas y las “imperfecciones”.

Maquillamos nuestras pecas, nos gastamos ingentes cantidades de dinero en ropa, zapatos, complementos, cosméticos...

Empleamos mucho tiempo en “ponernos guapas”, o sea, en transformarnos para cumplir con las normas no escritas de la moda y la belleza del momento.

Esas normas van cambiando pero siempre somos sus esclavas.

A veces se ponen de moda las top model escuálidas, pálidas, demacradas con aspecto enfermizo; otras veces han estado de moda las modelos con curvas. En otras ocasiones triunfa el pelo corto y otras el pelo largo, las nalgas respingonas o las pequeñas…

el secreto de las personas que enamoran

A veces la vida nos demuestra que la belleza no lo es todo. A veces nos encontramos casos como el de Arnold Swachzenegger, que estando casado con María Shriver, una mujer culta y poderosa, de gran elegancia y de porte aristocrático perteneciente a la familia Kennedy, tuvo un romance con la empleada del hogar en su casa.

Mildred era una mujer guatemalteca, considerada “fea” y “gorda”, sin elegancia ni glamour. La prensa no podía explicarse cómo esa mujer había tenido un hijo del actor una semana después de que su esposa hubiera dado a luz al hijo de la pareja.

No lograban entender cómo un hombre tan rico, poderoso y musculoso podría haberse sentido atraído por ella.

Todos los comentarios sobre la belleza de Mildred estaban cargados de racismo, clasismo y machismo.

Hay muchos casos parecidos. Recuerdo que una vez leí un reportaje sobre los famosos y famosas guapas que tienen parejas“feas”: mujeres mayores, mujeres gordas, hombres con aspecto de campesino…

El periodista lo presentaba como una excentricidad propia de los millonarios de Hollywood.

No lograba entender cómo había podido surgir el amor entre dos personas de belleza tan diferente y cómo además eran parejas duraderas en las que el miembro no famoso hacía su vida tan tranquilamente, con sus michelines, sus arrugas y sus defectos corporales.

Son gente que no se opera ni se machaca en gimnasios para estar a la altura de sus parejas, lo que desconcierta enormemente a sus fans: ¿qué es lo que los guapos y guapas ven en esas personas tan corrientes e, incluso, tan poco atractivas?

Lo que de verdad nos enloquece

Creo que la clave está en la personalidad y en la química que se genera entre dos personas al conocerse, que resulta inexplicable.

Yo me he sentido atraída por personas que no cumplen con los cánones de belleza occidental, pero me he enamorado siempre de personas llenas de vida que desprenden una energía especial. Y he notado como yo no era la única que sentía esa atracción.

Me he preguntado muchas veces por qué hay gente así con tanto éxito.

Una cosa que tienen en común todas ellas es su alegría de vivir y también la seguridad que tienen en sí mismas, lo a gusto que se sienten consigo mismas y su confianza en sí mismas.

Son ese tipo de gente que te cuenta una historia y te deja anonadada escuchando, te cuentan un chiste y te mueres de risa, te transmiten sus conocimientos y experiencias y te quedas fascinada.

Gente que tiene capacidad para enamorar a mucha otra por su generosidad a la hora de animar las reuniones o de mantener conversaciones profundas en espacios de intimidad.

Es gente que disfruta dando lo mejor de sí misma, que sabe mostrar sus habilidades y virtudes, que brilla con una luz especial que nos encandila y nos derrite por dentro.

No solo se trata de su personalidad, sino también de su forma de estar en el mundo, de relacionarse con los demás, de moverse por el espacio.

Son mujeres y hombres que no se esfuerzan por gustar: les sale de manera natural, se sienten libres para mostrarse tal y como son porque se gustan a sí mismas.

Es gente que te mira a los ojos y te sonríe con el alma, gente que es capaz de transmitirte su pasión por la vida, gente sin complejos y sin miedos, gente que tiene una buena relación consigo misma y tiene un buen nivel de autoestima, gente seductora que llena de magia el ambiente con sus encantos.

Es gente que desprende una sensación de paz interior y nos hace sentir en paz a nosotras también: su energía resulta contagiosa.

Esas mujeres y esos hombres que tanto atraen despiertan muchas emociones positivas en los demás: tienen un poder especial y saben usarlo para dar placer a los que le rodean con su mera presencia.

Pueden ser gordas, pueden ser bajitas, pueden ser sordas, pueden ser cojas, pueden ser todo lo contrario al modelo 90’60’90. Y, aún así, levantan pasiones.

Creo que su poder de atracción radica en su capacidad para comunicarse y para relacionarse con los demás.

Es muy difícil que nos enamoremos de personas tristes, inseguras o amargadas: lo normal es que nos atraiga la gente alegre o con una energía arrasadora.

Tambien nos atraen mucho las que son buenas personas: empáticas, solidarias, divertidas, generosas, cuidadoras.

No dudes de tu capacidad seductora

Muchas veces buscamos en los demás a esa persona que querríamos ser nosotras pero la mayor parte de las veces no logramos ver nuestra capacidad para atraer a los demás porque nos sentimos imperfectas al compararnos con las personas “guapas”.

Sin embargo, a las personas guapas no les va mejor en el amor que a nosotras. Puede que despierten la admiración del resto por su apariencia estética pero quizá no despiertan la química necesaria para enamorarse de ellas.

En el fondo, el tema de la belleza es subjetiva: la atracción mutua viene determinada por la química que surge en la interacción y en las feromonas que intercambiamos de manera inconsciente.

Así que creo que la clave para llegar a triunfar en el ligue radica en lo tranquilas y a gusto que estemos con nosotras mismas y en lo libres que nos sintamos para ser como realmente somos, sin complejos, sin inseguridades y sin miedos.

Es difícil despertar la pasión en alguien si nos avergonzamos de nuestros cuerpos y de nuestro aspecto físico: el arte del cortejo consiste en mostrar lo sexy que te sientes por dentro y por fuera, en las energías positivas, en las buenas vibras que transmitimos cuando nos sentimos bien.

La dopamina, la oxitocina, y la serotonina que despiertan en nosotras resultan contagiosas: cuanto más generosas seamos, más fácil será seducir a alguien con nuestros encantos.