Una de las cosas que más me molestaba cuando empecé a hacer compras y cocinar era que se me ponía malo todo muy rápido. Al principio lo achacaba a haber comprado verduras de mala calidad o a punto ya de pocharse, pero no, el problema era yo. No guardaba las cosas adecuadamente, tenía un caos en la nevera, lo que no cabía lo dejaba por ahí, en la encimera...

Un desastre del que ni me daba cuenta hasta que empecé a desglosar todo lo que hacía con la comida desde que la veía hasta que me la comía o la tiraba. Y no era la única, más gente que conocía tenía el mismo problema: las verduras frescas y las frutas, en especial, les duraban poquísimo tiempo y la mitad de la compra se iba a la basura en un par de días.

Para que no te pase lo mismo aquí te dejo una serie de consejos que tener en cuenta para evitar desperdiciar comida y dinero.

1. No compres lo que no conozcas

Parece un consejo tonto, pero no lo es. Muchas veces compramos cosas que nos entran por los ojos. Nos gusta su aspecto… pero no sabemos qué hacer con ellas. Puede que al llegar a casa ni te acuerdes de buscar qué es o cómo usarlo, por lo que las probabilidades de que acabe estropeado y en la basura aumentan. Y más si pruebas a hacerlo de una sola forma y no te termina de convencer.

En lugar de comprarlo por impulso, hazle una foto y busca qué es, qué recetas se pueden preparar con ese ingrediente, cómo le suele gustar a la gente, etc. Así puedes volver y comprarlo cuando tengas la seguridad de que lo vas a aprovechar bien.

2. Guarda los alimentos frescos al llegar a casa

Que a veces lo que apetece es llegar a casa, soltar las bolsas y caer en el sofá, lo entiendo, pero si en lugar de eso invertimos 2-3 minutos más en guardar las cosas en su sitio, no solo no nos dará pereza más tarde si no que muchas cosas nos durarán más.

Aparte de los congelados, que debería ser la prioridad a la hora de guardar, verduras frescas como las acelgas, espinacas, puerros, brócoli, etc., es conveniente que los guardemos en la nevera al llegar a casa.

Evitaremos que se pongan feos más rápido, especialmente si en casa hace calor o tenemos calefacción. Las cosas que no requieren refrigeración, como pastas, arroces o legumbres, pueden esperar si quieres, pero serán solo un par de minutos más y lo dejarás todo recogido.

3. Guarda bien

Cuando vayas a guardar cosas frescas ten en cuenta sus características. Por ejemplo por tamaño, puede que un puerro entero grandote no te quepa en la nevera. No lo dejes fuera, córtalo por la mitad y guárdalo.

Hay verduras, hortalizas y frutas que producen etileno, que hace que "envejezcan" más rápido. Son muy útiles cuando queremos madurar otras. Por ejemplo, poner los aguacates en una bolsa con tomates o manzanas (aunque los aguacates también producen etileno).

Los kiwis también lo producen, al igual que el melón, las ciruelas y los melocotones. Para evitar que nos mustien otras cosas, es conveniente guardar estos vegetales aparte. Ante la duda, cada variedad en su propia bolsa (puede ser de papel o de plástico) y todo ello alejado de comida ya cocinada o preparada (que de todas formas tiene que estar bien
tapada).

No apiles vegetales delicados, solo conseguirás que al aplastarse se mustien y se pongan malos antes. Por ejemplo no coloques peso (otras verduras, envases, tápers) encima de espinacas, acelgas, tomates maduros, hierbas frescas, etc.

4. Ante la duda, congela

Si no sabes muy bien cuándo vas a usar ese trozo de pan que te ha sobrado de la cena, esa media cebolla que ya está secándose, ese florete de brócoli solitario... Mételo en una bolsa de congelación o en un recipiente apto para congelador, y congélalo.

Los retales de verduras te servirán perfectamente para hacer salteados, platos con verduras variadas, empanadas, guisos, purés, cremas o sopas. El pan se puede descongelar y tostar para desayunar o merendar.

Y si son trozos más pequeños, con los que acumules puedes hacerte pan rallado para una buena temporada.

Hay verduras como el calabacín o la berenjena que no se congelan bien, su estructura queda muy dañada por los cristales de agua que se forman. En ese caso lo que puedes hacer es blanquearlos o cocinarlos antes de congelar, o usarlos en el momento. Son vegetales que se cocinan muy rápido, los puedes incorporar a cualquier plato.

5. Limpia con más frecuencia

Sobre todo el interior del frigorífico. Es algo a lo que normalmente no prestamos mucha atención. Metemos y sacamos comida, la nevera nos lo mantiene todo fresco para que nos dure más, etc. Pero sigue siendo como una despensa, aunque con una temperatura muy baja. También se ensucia, se mancha y se llena de bacterias y hongos que no son
nada beneficiosos, sobre todo si algo se nos había puesto malo en la nevera.

Estos indeseables incluyen Staphylococcus aureus, E. coli, Shigella spp., Pseudomonas aeruginosa, Salmonella, Listeria monocytogenes, Penicillum... Si no te parecen nada del otro mundo, puedes buscar en Google qué efectos tienen y a qué temperaturas sobreviven.

Todos estos microorganismospueden entrar a la nevera porque vienen en las cosas que compramos, como las verduras y hongos frescos, o proliferar a partir de cosas que se nos hayan puesto malas.

Para evitar diarreas, intoxicaciones y demás, hay que limpiar la nevera de vez en cuando (1 vez a la semana está bien) usando limpiadores antibacterianos y utensilios (bayetas, trapos) que estén bien limpios. Y secarlo bien antes de volver a meter comida, claro.

6. Mantén una temperatura correcta

Procura que tu nevera esté a menos de 5ºC (a 4ºC está bien) y tu congelador a -18ºC. En todas las neveras hay algún botón, rueda o termostato (puede estar dentro o fuera) para controlar estos valores. Puedes consultar también el manual del electrodoméstico (si lo conservas) o buscarlo en la web del fabricante.

A estas temperaturas la comida (tanto cocinada como cruda) se conserva mucho mejor y se evitan posibles problemas de crecimientos bacterianos. Utiliza siempre envases aptos para congelar, ya que así evitamos quemaduras por frío en los alimentos, y que cierren bien si no queremos que cojan sabores raros o se contaminen unas cosas con otras.

No dejes que se pongan malas las cosas de la nevera, úsalas o congélalas. El congelado al menos te da un tiempo (semanas) para pensar qué quieres hacer con ellas.