Cuando hablamos de egoísmo, pensamos automáticamente en una actitud muy negativa de una persona que se centra siempre en sí misma y nunca tiene en consideración las necesidades de los demás. Sin embargo, no en todos los casos está mal mostrarse algo egoísta. A veces, para poder sobrevivir y no enfermar física y emocionalmente, tenemos que desplegar una actitud egoísta protectora. Porque para cuidar también hay que cuidarse.

Para explicar mejor esta cuestión, en este artículo, te voy a hablar del caso de Paulina, una chica de 40 años que, tras divorciarse y tener que volver a casa sus padres con su hijo de 5 años, antepuso las necesidades de los demás siempre por delante de las suyas y acabó en una situación límite.

Por qué pensar en uno mismo a veces es necesario

En las instrucciones de seguridad de los aviones, siempre nos dicen que, en caso de despresurización, nos pongamos nuestra mascarilla de oxígeno antes de ayudar a otros a ponérsela. Si no lo hacemos y nos desmayamos, no podríamos ayudar a los demás a ponerse las suyas y la situación acabaría siendo mucho más catastrófica para todos.

A nivel emocional, también se puede aplicar este mismo principio: necesitas cuidarte tú antes de cuidar a otros o, dicho de otra manera, no puedes ayudar a otros si tú estás mal.

Esta actitud suele estar mal vista en una sociedad influida por unos mandatos culturales y religiosos de sacrificio y entrega al prójimo. Se critica y se tacha de egoísta a la persona que decide cuidar de sí misma y ocuparse de sus necesidades, en primer lugar, antes que de las de los demás.

Evidentemente, el sacrificio por los demás trae implícito un refuerzo social, ya que siempre se alaba a la persona abnegada y entregada, pero si lo pensamos desde el nivel que nos interesa en este blog, el psicológico y emocional, las consecuencias para la persona pueden llegar a ser muy graves.

Si una persona deja de cuidarse a sí misma por atender las necesidades de los demás, los problemas, físicos y/o psicológicos no tardan en llegar. El estrés y el cansancio acaban afectando a su descanso, descuida su alimentación y, tarde o temprano, su cuerpo y su mente se resienten.

Todo lo anterior no quiere decir que no podamos ser generosos o ayudar a los demás. La colaboración y el apoyo mutuo resulta fundamental para el funcionamiento de la familia y de la sociedad. El problema surge cuando esta actitud se coloca por delante del propio cuidado y termina afectando a la salud.

Pensar siempre primero en los otros no es sano

Os cuento el caso de Paulina, quien se divorció de un marido narcisista e inmaduro y tuvo que volver a casa de sus padres llevándose con ella a su hija de 5 años. Tras su desolador divorcio, se mostraba enormemente agradecida con sus padres por haberlas acogido. Como eran bastante mayores y tenían algunos achaques, para aliviarles en sus tareas, les ayudaba en todo lo que podía.

Al poco tiempo de volver a casa, su madre comenzó a mostrar síntomas de alzhéimer. Para que no se pusiera en peligro, Paulina tenía que estar continuamente cuidándola y vigilándola. Además, en paralelo, su padre sufrió una grave lesión de rodilla y perdió movilidad, por lo que dejó de colaborar en las tareas de la casa.

El resultado de esta situación fue que, en poco menos de un año, Paulina tenía que encargarse de su madre enferma y de todas las tareas de casa, de organización, de las compras, de llevar a los padres al centro de salud, etc. Además, también debía ocuparse del cuidado de su hijo, de su colegio y de las discusiones con su ex sobre la crianza del pequeño.

La preocupaciones derivadas de su situación le afectaban por la noche y le impedían descansar. Apenas dormía 3 horas seguidas. A su vez, el cansancio que arrastraba durante el día le impedía organizarse y aprovechar el escaso tiempo que tenía para atender a toda la familia. Tampoco cuidaba su alimentación; llegó a comentarme que cenaba, ella sola, a las 12h de la noche, cuando ya había atendido a todos los demás.

Tras varios meses arrastrando esta situación, su cuerpo ya no pudo más y tuvo que ser ingresada varios días en el hospital con síntomas de anemia, agotamiento y una ligera desnutrición.

En las noches que pasó ingresada, Paulina pudo aprovechar para reflexionar sobre cómo estaba manejando su situación vital y sobre cómo le estaba afectando esta emocional y físicamente. A raíz de sus conclusiones, decidió que, en primer lugar, iba a acudir a mi consulta, pues era consciente de que necesitaba ayuda, pero no sabía por dónde empezar.

Cuidarse no es ser egoísta

En terapia, comenzamos a trabajar para tratar de cambiar su forma de afrontar la ayuda a los demás. Recordó que siempre le habían inculcado una dedicación incondicional al servicio y la entrega: “los demás antes que una misma”, le repetían machaconamente su madre y su abuela desde pequeña.

Así que, Paulina, la niña, independientemente de lo que estuviera haciendo, siempre tenía que estar dispuesta para ayudar cuando se lo pidieran. Sus intereses no importaban, los demás siempre estaban por delante.

En el colegio, como siempre se mostraba tan entregada y generosa, también la usaban para apoyar a los que iban más perdidos. En lugar de poder dedicar el tiempo libre para jugar, leer o lo que le apeteciera, tenía que estar enseñando a leer a otros compañeros.

La pequeña Paulina fue aprendiendo que las necesidades de los demás siempre estaban por delante de las suyas. Primero debía cuidar a los otros y, si le sobraba tiempo, ya podía cuidarse ella.

En sus sesiones de terapia, la Paulina adulta fue dándose cuenta del sinsentido de llevar al extremo el sacrificio por los demás. Ayudar a los otros antes que a ti misma, es una solución breve y cortoplacista de los problemas. A largo plazo, enfermas y no puedes ayudar a nadie. Comprendió que, si de verdad quería lo mejor para su familia, debía comenzar por cuidarse ella misma para estar en las mejores condiciones.

Cuidarse no es egoísmo, es gestionar los recursos de una manera inteligente para un mejor rendimiento a largo plazo.

A partir de su experiencia en el hospital y de nuestro trabajo en terapia, Paulina fue tomando pequeñas decisiones para comenzar a cuidarse. Por ejemplo, decidió cenar ella primero para tener fuerza y poder encargarse de las cenas de los demás. También, se liberó del patrón de que ella tenía que encargarse de todo y decidió emplear parte de la pensión de sus padres en contratar a una chica que la ayudara con las tareas del hogar.

El resultado de su cambio de mentalidad comenzó a reflejarse en su estado físico. Hoy en día, Paulina descansa mucho mejor y tiene más energía para atender a los demás. Además, ya no deja de cuidar de sus propias necesidades y se muestra atenta a las señales de cansancio de su cuerpo y de su mente.