La voluntad de hacerse vegano se enfrenta a la dura realidad. No se puede pasar de una dieta omnívora a otra sin productos de origen animal de un día para otro como quien se cambia de ropa. Desengancharse de alimentos que se han consumido a lo largo de toda la vida y que continuarán a nuestro alrededor exige perseverancia.

Hay que enfrentarse a la resistencia que nace de los propios hábitos, trabajados durante años, a los gustos igualmente cultivados, e incluso a las dependencias emocionales. ¿Vamos ahora a decir no a nuestro guiso preferido de mamá?

Ir por la vía rápida

"Después de ver el documental Making the connection (Haciendo la conexión), me pasé un fin de semana dándole vueltas y un lunes decidí no comer más carne, leche ni miel", cuenta Sabrina, una comercial hiperactiva.

El cambio súbito es una opción que produce satisfacciones inmediatas, sobre todo si se sufre alguna molestia o problema de salud relacionado con los alimentos que se abandonan:

  • Se empieza a perder el peso que sobra y uno se siente más ligero.
  • Desaparecen las molestias digestivas o respiratorias causadas por los productos lácteos.
  • Se alivia la culpa al dejar de contribuir al sufrimiento de los animales.

También hay inconvenientes

  • Se puede sentir debilidad al principio. Puede ser una sensación basada en una realidad fisiológica si la dieta no está siendo equilibrada, o una impresión por la inseguridad.
  • Al sustituir las proteínas y grasas animales puede producirse una reacción con síntomas como dolor de cabeza, acné, cansancio o irritabilidad. El sistema digestivo puede resentirse ante la avalancha de fibra; pueden aparecer hinchazón, gases o movimientos intestinales excesivos.

  • Podemos cometer errores que nos causen un disgusto. Por ejemplo, elegimos productos que aparentemente no son animales pero cuando nos hemos acostumbrado a ellos descubrimos que tienen aditivos poco sanos o muy animales. O nos damos cuen- ta de que los alimentos vegetales no aportan la necesaria vitamina B12.

El camino lento, pero seguro


Jon es la pareja de Sabrina y ha elegido la otra opción, hacerse vegano poco a poco: "Mi manera de ser me lleva a investigar y probar con calma cada cambio que introduzco en mi vida. No sé si acabaré siendo un vegano de libro, pero tampoco me preocupan las etiquetas".

Para la mayoría la transición moderada resulta menos estresante y evita decisiones equivocadas. Entre las ventajas:

  • Hallar una alternativa a cada producto de origen animal no supone un problema. Se empieza, por ejemplo, sustituyendo la carne por tofu, seitán, platos nuevos con legumbres... Darse un tiempo permite hacerse preguntas, buscar información, comparar productos...
  • Nos sentiremos seguros y no acusaremos las molestias físicas relacionadas con el abandono de la carne.

  • No necesitaremos gastar un montón de dinero para sustituir todas las cosas de origen animal que se encuentran en casa por otras que no lo sean. Podremos ir haciéndolo, por ejemplo, a medida que se vayan gastando o rompiendo.

Tofu o seitán, ¿qué es mejor?

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Profundizar en el mundo vegano


Aunque creamos haber tomado la decisión en base a suficiente razones, conviene leer, ver documentales y hablar con otras personas que nos llevan ventaja para saber más cada día. Todo este conocimiento ayuda a que las decisiones cotidianas resulten más sencillas y más coherentes.

  • No todos somos iguales. Por diferentes razones, unas personas deciden limitar su veganismo a la alimentación, mientras que otras desean llevarlo a todos los ámbitos de su vida: ropa, higiene, ocio…
  • Vegano pero sano. Lo que debemos hacer es dejar de comer alimentos de origen animal pero llevar una dieta vegana desastrosa. Un propósito paralelo debe ser que la dieta sea más equilibrada, natural y, en consecuencia, sana. Hay que aprender a disfrutar con la selección de los alimentos paseándose por los mercados de agricultores.
  • Experimentar en la cocina. El otro escenario del gran cambio vegano es la cocina: hacerse vegano también significa pasar más tiempo en ella, aprender nuevas técnicas y recetas.
  • Se puede salir de casa. Hacerse vegano también tiene un aspecto social. Podemos elaborar una lista de los restaurantes veganos que se encuentran en nuestro entorno. En ellos probaremos sabores y preparaciones nuevas que podemos reproducir en casa.
  • Asociaciones que apoyan. Las asociaciones de veganos y de defensa de los derechos animales son un lugar de encuentro para adquirir formación y compartir experiencias.

Con el boli en la mano

Haciendo listas se aprende mucho. Veremos que alimentos en que no habíamos reparado tienen relación con el sufrimiento animal. Algunos fabricantes de azúcar blanco, por ejemplo, usan huesos carbonizados para blanquearlo.

  • Vegetales amigos. Entre los frutos secos descubriremos en los anacardos a un gran aliado; además, se puede elaborar con ellos quesos y salsas. Otras semillas muy útiles son las de calabaza, lino y sésamo (en especial la pasta tahini, muy rica en calcio) y las almendras. Como fuente de proteína descubrirás la utilidad de la quinoa o del seitán. Y las leches vegetales te permitirán elaborar postres y quesos veganos, así como «natas» para cocinar.
  • Fermentados no lácteos. No pueden faltar en tu lista los yogures de soja, el tempeh y verduras fermentadas como la chucrut, el miso, la salsa tamari o el kimchi. Con sus bacterias vivas, previenen la alteración de la microbiota intestinal.
  • Planificación semanal. Lo siguiente es reservar un momento relajado para planificar los menús de una semana. Conviene no ponerse objetivos demasiado ambiciosos a corto plazo. Podemos empezar por proponernos dos o tres días veganos completos, con dos sustituciones en cada semana. Por ejemplo, yogur de soja en lugar del de leche de vaca y sirope de arce en vez de miel.
  • Paso a paso se hace camino. Cuando integremos estos cambios, busquemos un nuevo objetivo, como sustituir el pescado o el queso. Nos convertiremos en veganos sin apenas invertir tiempo ni energía en lograrlo.