Con naturalidad, cercanía y un humor ácido e inteligente, la polifacética escritora Brigitte Vasallo nos plantea en su último libro, Mentes Insanas: Ungüentos feministas para males cotidianos (RBA), una serie de situaciones de la vida cotidiana con las que seguro que te sientes identificada.

Qué necesario es saber que eso que nos pasa, sea lo que sea, es más habitual de lo que creemos. Qué necesario es darnos cuenta realmente que la vida que muchos muestran en las redes sociales no es tan común, ni siquiera para quienes parecen vivirla. Qué necesario es que existan personas como Brigitte Vasallo que nos hagan pensar.

Su estilo engancha, y sus relatos puede que te hagan replantearte determinadas creencias o, por el contrario, reafirmarte en ellas. Aun así, lo que es incuestionable, es que no te dejará indiferente.

Hemos hablado con ella sobre feminismo, relaciones amorosas, poliamor, debresión... Descubre, a continuación, cuál es su punto de vista.

–Según la Wikipedia: “Brigitte Vasallo (Barcelona, 1973) es una escritora y activista antirracista, feminista y LGBTI española, conocida especialmente por su crítica de la islamofobia de género, la denuncia del purplewashing y el homonacionalismo, así como por su defensa del poliamor en las relaciones afectivas”. ¿Te identificas?
–Todo eso es, o ha sido, parte de mí, sí. Aunque no lo ordenaría de ese modo y no diría que defiendo el poliamor, que no es ni defendible ni atacable en sí mismo.

–En esa descripción dice que eres feminista, pero en el libro que has publicado Mentes Insanas: Ungüentos feministas para males cotidianos (RBA) explicas que te han quitado el carné. Me dejaste con las ganas de saber el porqué…
–¡Ja, ja, ja! Creo que lo único interesante de eso es que exista una concepción del feminismo como identidad y que exista el señalamiento de si tal o cual persona es, o no, feminista. Para mí, el feminismo es una mirada y, en todo caso, si algo es o no feminista son las prácticas: lo de la persona da un poco igual.

–Que unas mujeres decidan si eres “digna” o no de tener un carné que diga si eres o no feminista, ¿no es tirarnos piedras contra nuestro propio tejado?
–Yo diría que es una forma, seguro que involuntaria, de desviarnos de las cuestiones realmente urgentes e importantes, que es mejorar nuestras condiciones de vida e ir entendiendo y aprendiendo sobre el camino de qué va la cosa.

–¿Qué es para ti el feminismo?
–Es una herramienta con múltiples cabezales. Además, es un conjunto de métodos de análisis y un movimiento social, un lugar de encuentro y articulación. Y aún añadiría que es un momento histórico que tenemos que observar con todas sus luces y con todas sus sombras también.

"¿Queremos realmente un cambio de mentalidad?"

Se supone que las nuevas generaciones tienen una mentalidad mucho más abierta respecto a este tema, y sin embargo los datos de una Macroencuesta de Violencia contra la Mujer realizada en 2019 y publicados por Save The Children el pasado 25N dicen que el 41 % de las adolescentes de 16 y 17 años que tienen o han tenido pareja han sufrido violencia psicológica de control.

–¿Qué está pasando?
–Voy a usar una anécdota, que igual es más divertido de leer. Es real, real.

Una vez di una clase de género a las fuerzas de seguridad del Estado. Y en mitad de la clase, un policía que estaba sentado con las piernas muy abiertas, así medio apoltronado, ocupando mucho más espacio del necesario y con una postura desafiante me interrumpió sin pedirme permiso y me preguntó cómo hacer para que las mujeres denunciasen situaciones de violencia.

Le contesté que eran necesarios cambios estructurales que, de darse, impedirían que él se siguiese sentando con esa actitud ante mí y me interrumpiese la clase sin que yo le hubiese dado permiso. Que si, sabiendo eso, aún tenía ganas de hacer esos cambios. Por supuesto, ni contestó ni volvió a interrumpir.

La cuestión es esa: que si queremos un cambio, tendremos que hacer cambios serios, que van a apuntar a los chulazos del mundo, al modelo de hombre de éxito, y van a apuntar al deseo de las mujeres heterosexuales hacia el más arrogante del barrio, y van a apuntar a nuestra indefensión inducida en tanto que mujeres, y van a suponer movimientos grandes, y responsabilizarnos todos y todas y todos mucho de cómo vivimos y cómo nos relacionamos. ¿Queremos eso?

"No quiero una escritura aséptica y distanciada"

–¿Es real todo lo que explicas en el libro? ¿No es algo que le pasa a un personaje llamado Brigitte Vasallo?
–En general, pienso y escribo desde aquello que me atraviesa el cuerpo, tanto el mío, literal, como mi cuerpo social, el cuerpo social del que formo parte. Así que escribir sobre cosas que no me han sucedido o, más rocambolesco aún, pretender que sí me han sucedido, sería raro. Y lo digo hasta con cierta envidia de quien tiene capacidad para crear un personaje escénico totalmente desvinculado de su persona y así como muy extravagante. Pero no es mi caso.

Lo que sí es parte del personaje es el tono que utilizo en este libro, que es mío, pero no es mi único tono, y no era el de mi vida real en ese momento. Esos años yo estaba con una depresión importante y, de alguna forma, sí que estos textos eran también una tal Vasallo hablándole a la Brigitte que no encontraba camino. Ese desdoblamiento sí que lo veo.

–Explicas intimidades, en muchos casos muy necesarias para demostrarnos a todas que eso que vivimos o hemos vivido, nos pasa o ha pasado a muchas. Y yo me pregunto, esa desnudez de sentimientos y vivencias, ¿no te hace sentir vulnerable en alguna ocasión?
–¿Te parece que explico intimidades? Qué curioso, a mí no me da nada esa sensación. Siento que escribo desde la cercanía y sobre cosas personales que no solo tienen que ver conmigo, sino con estructuras sociales...

Pero no, en cualquier caso, escribir (y publicar) mis miserias no me hace sentir más vulnerable, para nada. Me hace verlas desde otro lugar, me ayuda a dialogar con ellas.

Lo que hago con la escritura es partir de mí para entrar en diálogo con un posible nosotras; aquello que me ha sucedido a mí es una excusa, es el contexto desde el que hablo, porque no quiero separar la vida de la escritura, no quiero una escritura aséptica, distanciada. Y porque quiero escribir desde la pequeñez, una pequeñez que es fácil perder en el acto así medio romántico que es la escritura. Desde ahí, ni me planteo si hay mucha gente que sabe cosas de mí, porque esas cosas no son el centro de la conversación, al menos no lo son por mi parte.

"El poliamor es una forma de relación"

–Si algo hay importante en esta vida es el amor, y tú le dedicas muchas páginas. Sin embargo, no crees en el amor romántico. Es más, dices que los flechazos son el infierno de la tierra…
–Sí, tal y como lo tenemos organizado, son una experiencia de pérdida total de potestad sobre ti misma, de alienación total. No tengo nada contra los momentos orgiásticos, ni contra las grandes catarsis, pero creo que debemos poder escoger cuándo, cómo y con quién. Y la cultura del flechazo es todo lo contrario: llega cuando llega y abandonas todo porque no puedes escoger nada más que seguir ese impulso. Es una idea peligrosa.

–Tú prefieres el poliamor, algo que está muy de moda, pero que para muchos –entre los que me incluyo-, no deja de ser la libertad de estar con quien quieras. ¿Realmente funciona así?
–La libertad de estar con quien quieras (si es un querer recíproco) también debería ser la monogamia. La libertad no es el resultado, sino el método por el cual llegas a ese resultado. Tendríamos que preguntarnos por qué te resuena más libre el poliamor que la monogamia, y ahí habría un hilo interesante.

Por lo demás, no me reconozco en eso de “preferir” el poliamor, no funciono en esos términos.

Lo que sí he escrito es que mi relación amorosa preferida es con las plantas, no sé si eso cuenta como no-monogamia...

–Yo he llegado a pensar que el poliamor es una coraza que nos ponemos para que así nadie nos decepcione ni nos haga daño. Las infidelidades lo hacen…
–El poliamor es una forma de relación. Y ahí los traumas de cada cual se los trabaja como puede. Desde luego, si alguien se acerca a la no-monogamia para que nadie le decepcione, es mejor que adopte perros: son seres mucho menos decepcionantes que el ser humano.

–En toda tu vida, ¿nunca has deseado estar en exclusiva con alguien?
–Tenemos la sensación de que nuestra vida afectiva depende solo de nosotras, de nuestros impulsos, de nuestros deseos, como si fuese un espacio casi primitivo, casi presocial. Y no lo es, al contrario. Nuestras emociones “afectivas” son relacionales, las aprendemos estando en relación, y las aprendemos siguiendo unos modelos que varían según el contexto y el momento histórico. Eso es lo que yo analizo en mi trabajo, esos contextos y cómo nos afectan, a todas.

–En tu opinión, ¿cuáles son las claves para que el poliamor funcione?
–Tendríamos que definir “funcione” antes de pensar en claves. En el libro hay una historia de cuando yo trabajaba en un barco, limpiando; tuve una pasajera multimillonaria y desorientada que cada mañana me preguntaba si ya habíamos echado el ancla en Santorini. Y cada mañana tenía que decirle que no, que aún no, sin atreverme a revelar la verdad última: que en ese viaje que ella había contratado, no íbamos a parar en Santorini.

Se había equivocado de ruta y, sin embargo, estaba navegando una ruta preciosísima a la que no prestó ninguna atención, obsesionada con el lugar al que no llegábamos. Santorini, todo hay que decirlo, es bastante decepcionante, es una isla que debió ser muy bonita y ahora es la imitación de una isla muy bonita.

Pues esa es un poco la cuestión: entender qué viaje esperamos antes de obsesionarnos con su destino.

–¿Qué les dirías a todas esas niñas-adolescentes-mujeres que renuncian a ser ellas mismas por desear gustar o mantener a su lado a otra persona?
–Esas niñas-adolescentes-mujeres no son “las otras”: somos tú y yo, que estamos aquí hablando ahora. Esto es la escritura encarnada que comentábamos. De aterrizar esto en tu vivencia y en la mía, entre otras cosas para no dar sermones.

A ti y a mí nos invitaría a tomar un café post-covid para hablar de ello y ver si a través de nuestras miradas cruzadas logramos entender mejor qué nos pasa y cómo rascar fragmentos de libertad para escoger lo que nos hace bien, o lo que nos hace menos mal, que a veces las opciones solo alcanzan a eso.

"La depresión es un bloqueo"

–En Mentes Insanas también das algunas pinceladas sobre la depresión, algo que has experimentado en varias ocasiones. ¿Crees que en esta sociedad New Age Disney, como la llama el Dr. Sergi Rufi, no se le da a este trastorno emocional el lugar que le corresponde?
–Creo que la depresión se embellece, se romantiza, y es difícil escribir sobre ella sin que eso suceda, por mucho que no escribas en términos embellecedores. Es una romantización que tiene que ver con un mito de personajes atormentados que no me interesa nada.

La depresión, al menos en mi vivencia, no es una tristeza exactamente, sino un bloqueo ante un exceso de tristeza que te hunde en la apatía, como si aquello que sientes y tu persona os hubieseis desvinculado, y cada intento de volver a conectar solo te hunde en esa pena con la que no puedes lidiar.

En el Mentes Insanas la definía como estar inerte. Decía: “Te quedas sin vida, como colgada en algún lugar extraño que ni p’alante ni p’atrás, un lugar donde nada importa, donde nada llega, donde no hay nada, solo ruido”.

Y claro, ¿cómo va a haber espacio para estar inerte de tanta pena en el mundo del bienestar, del cuidarse, del todo irá bien, del ser joven eternamente, y el si quieres puedes? En un mundo sin fealdad, sin duelo, sin fracaso la depresión es insostenible socialmente.

–Estando deprimida, empezaste a escribir el blog para Mente Sana en el que tenías que hablar sobre el bienestar, ¿cómo podías hacerlo? ¿te resultó terapéutico o, por el contrario, te perjudicaba?
–Mis editoras nunca me pidieron que hablase del bienestar aunque, de hecho, creo que el Mentes Insanas es un libro sobre el bienestar. Solo que en lugar de culparnos a nosotras por no estar bien, o de aconsejarnos tisanas, ejercicios y positividad, señalo la responsabilidad del contexto social por darnos tanta mala vida.

Por eso lo llamé Mentes Insanas con toda la ironía y todo el descaro: porque lo raro, dadas las circunstancias, es estar bien.

–En esta situación, tú que sabes de lo que hablas, ¿cuál dirías que es “la mejor medicina”?
–Pues te diría que la abolición de la propiedad privada, pero tal vez sea más realista decir que la implantación de la Renta Básica Universal. La depresión es un síntoma, hay que ir a las causas del malestar profundo. Y tenemos que apuntar alto.

–¿Un consejo o algo que desees decirles a todas aquellas Mentes Insanas (o Sanas, que quizá alguna ha llegado aquí por casualidad) que estén leyendo esto ahora mismo?
–No, consejo, no, si acaso darles las gracias por habernos acompañado este ratito, y a ti por haberlo hecho posible.

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