La especialista en técnicas narrativas Silvia Adela Kohan lleva ya afincada más de 35 años en Barcelona y, además de seguir escribiendo libros, organiza y coordina en toda España talleres de escritura y lectura.

Acaba de publicar Escribir para sanar (Ed. Terapias verdes), cuyas primeras palabras son toda una declaración de principios: "Este es un libro para vivir mejor".

–¿Tan poderosa es la escritura que nos ayuda a vivir mejor?
–Todos deberíamos escribir. De entrada, recomiendo la escritura espontánea, que surge del corazón y no de la mente. En esta etapa no debes dejar que aparezca el censor, ni compararte con otros o creer que tú no tienes el don, sino, por ejemplo, escribir a partir de una minucia teniendo en cuenta que lo esencial suele arrancar de algo mínimo, algo aparentemente insignificante: un gesto, un objeto, un lugar, una frase o incluso una palabra dicha por alguien conocido o desconocido que te mueva algún sentimiento. También puedes escribir a partir de una frase tomada al azar (de un libro que te haya gustado) y continuar, a partir de esa frase, relatando lo tuyo.

Escribir es pasárselo bien con uno mismo. Podemos hacerlo cada día, aunque sea unos pocos minutos. Así se adquiere el hábito.

–"Escribir despierta tus zonas dormidas", dices. ¿Cómo podemos hacer de la escritura una terapia? ¿Qué rutina nos propones?
–Al escribir sin limitaciones y sin frenos se nos revela lo que no sabemos de nosotros mismos y asoma así la propia voz. Una simple lista, un mail, un blog una novela, una nota en la nevera, una carta al padre o a la madre, a los hijos, a un interlocutor imaginario o a uno mismo puede abrir las compuertas y poner en movimiento las zonas dormidas.

Nos salva incluso sin proponérnoslo; por ejemplo, una alumna de un taller escribió varios cuentos de ficción en los que siempre aparecía en medio de los distintos argumentos un triángulo amoroso. Se lo comentamos y, al reconocerlo, descubrió el origen del problema que la obsesionaba, y este tema ya no formó parte de los cuentos siguientes.

–¿Qué aporta tu método para ayudar a enriquecer nuestra vida?
–Lo planteo como un viaje interior personal con varias paradas diferentes. El libro se puede empezar a leer y trabajar por el capítulo que más llame la atención puesto que, tal como compruebo en mis talleres de escritura terapéutica online y presenciales, aun partiendo del mismo capítulo, nadie llega a la misma revelación.

Cada capítulo contiene un conjunto de ejercicios formulados para después leer entre líneas los resultados y sacar conclusiones, generar ideas estimulantes, realizar los sueños y sentirse bien. Es impresionante lo que cada persona confiesa haber obtenido tras la práctica.Al escribir, circulan las ideas y se reacomodan los pensamientos, tanto si lo haces para ti como para la creación literaria. Este libro va dirigido en estas dos direcciones.

A diferencia de la conversación, la escritura te permite “ver” el conflicto desde otro ángulo.

De este modo, no se instala en el cuerpo. Y de allí al alivio hay un paso. Te escuchas y escribes. O escribes y puedes escucharte. Deshaces grumos. Trasladas el conflicto al papel o a la pantalla. Así dejas de reiterarlo mentalmente y notas el cambio. De lo contrario, queda almacenado en tu interior y daña. “Hallarte en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que solo la escritura te salvará”, dice Marguerite Duras.

–¡El tiempo! La mayoría de veces se señala al tiempo como un limitante para hacer cualquier actividad. ¿Qué nos recomiendas?
–Precisamente, hay un capítulo en mi libro que se titula “Mentirte al decir que te falta tiempo”. En él retomo lo que decía Gregorio Marañón, citado por José Antonio Marina: "Yo soy un trapero del tiempo. Hay muchos retalitos de minutos que la gente no aprovecha y yo, sumándolos, saco dos horas más al día". De eso se trata. Así como encuentras unos pocos minutos para lavarte las manos, si tomas notas cada día durante unos “retalitos de minutos” –sobre el tema que te preocupa o para encontrar un tema–, en un mes tendrás treinta notas.

–Eres una escritora muy prolífica. Se nota que lo vives y lo sientes profundamente en tus libros y en tus talleres de escritura. ¿Qué te ha enseñado a ti la escritura?
–Me ha enseñado muchas cosas de todo tipo. Una de ellas se me reveló, tras un año indagando en los motivos por los que no recordaba un solo diálogo con mi madre, al escribir esta frase sin pensarla: “Elegí ser escritora para reponer las palabras que mi madre no me dijo y las que me podía haber dicho”. Otra enseñanza es que para escribir (o para vivir) no se puede ser cobarde, que pudor no es represión.

Desde pequeña la escritura fue un refugio para mí. Ya en la universidad de Buenos Aires tuve la suerte de pertenecer al grupo Grafein, con el que creamos el método del “Taller de escritura y la consigna”, que difundí aquí a través de diversas publicaciones como los ya míticos fascículos de Salvat.

La escritura es mi manera de vivir, una compañía, la mejor interlocutora, una casa en todas partes. En parte escribo –y leo– en un intento de interpretar aquello que no entiendo del todo y, al hacerlo, siempre se me revela algo más.

Algunas cosas solo puedo pensarlas si las escribo. En la escritura encontré la fusión entre la necesidad y el placer.

–Nos hablas de las palabras hermosas en tu libro. ¿Cuál es para ti la palabra más hermosa?
–“Melancolía” es una palabra evocadora para mí. La asocio con la contradicción de la que habla Thoreau cuando dice que su felicidad partía de la infelicidad, y así sé que la dicha puede provenir también de la melancolía.

–Escribir ayuda a cumplir nuestros deseos... En tu libro aportas 135 ejercicios inspiradores para conocerse y creer en uno mismo... ¿Qué ejercicio nos pueden ayudar a cumplir nuestros deseos?
–Parto esta idea: "hay que creer para ver", en lugar del tópico "hay que ver para creer". En este sentido, escribir tu deseo funciona como un recordatorio para el cerebro, de modo que diriges tus percepciones en esa dirección.

Después tienes que esperar y confiar en que llegará. Para ello, en el libro incluyo distintos ejercicios (visualizaciones, cartas, etc.) que refuerzan la idea de que todo pensamiento produce una consecuencia a nivel cerebral. Realizando estos ejercicios está comprobado que en una buena proporción de casos se cumplen los deseos.

–Para finalizar, ¿cuál es tu deseo ahora?
–Que en las escuelas se active (y no se coarte) la libertad natural de los niños para crear con las palabras. Así tendremos una sociedad de seres libres. Además, a nivel personal, estoy enfrascada en un viaje interior en el que deposito mi deseo de escribir un libro para mí y en el que trato de contar lo que mejor recuerdo y nunca conté a nadie. ¿Podré?

Si te interesa la escritura terapéutica...

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