Para muchos, Ángel Martín es un rostro cotidiano, una de esas personas que se sienten cercanas, casi como un amigo. El hecho de participar en un programa de televisión con mucha audiencia como fue Sé lo que hicisteis en La Sexta tiene parte de culpa. A pesar de lo que muchos puedan pensar, detrás de la popularidad y el éxito (entendido en datos de audiencia), había una historia personal completamente distinta que culminó en un brote psicótico que le llevó, en 2017, a estar ingresado en un hospital psiquiátrico durante unas semanas.

Después de tocar fondo, tuvo que empezar de cero, mirando hacia dentro. Es entonces cuando Ángel Martín comparte su historia con todo el mundo , “por si te sirve de algo”, como suele decir él-. Y lo hizo a través de un primer libro que llegó a numerosas personas, Por si las voces vuelven, que luego derivó en un maravilloso podcast sobre salud mental que ha recibido varios premios.

Este mes, Ángel Martín estrena la segunda parte de su libro -aunque perfectamente puedas leerla sin haber leído la primera-. En Detrás del ruido (editorial Planeta) vuelve a abrirse en canal para narrar cómo ha sido su proceso de reconstrucción personal. Lo hace de una forma sincera, valiente, humilde y llena de cariño hacia sí mismo y hacia las personas que, como él, pueden haber transitado por la oscuridad.

¿Cómo estás, Ángel? ¿En qué momento te encuentras ahora después de todo lo que has vivido?

‒Ahora mismo estoy muy bien, es el momento probablemente más coherente de toda mi vida. Yo creo que una reconstrucción no termina nunca, pero no porque no haya sucedido algo, sino porque básicamente vivir significa estar reconstruyéndose todo el tiempo. No hay un: “hola, has nacido hoy. Recuerda que dentro de seis años estarás construido”. Es eterno, pero teniendo en cuenta lo que sucedió hay una especie de marca de que ya no estás mal, ya ves luz, ya te has demostrado a ti mismo que es posible y, entonces, es cuando entras en la siguiente fase que es mantenerse así hasta el último día. 

 

Qué difícil debe haber sido llegar hasta ese punto. Sobre todo cuando hablamos de adicciones (a las drogas) que imagino generan secuelas. 

‒No, para mí no ha sido tan difícil. Tienes que hacer el ejercicio consciente de querer eliminar algo de tu vida que ha estado presente de forma muy habitual. Imagino que cuando hablamos de cosas que son adictivas cabe la posibilidad de que haya recaídas, en mi caso no porque de repente te paras a pensar “¿qué te da eso?”. Y cuando trasladas esa reflexión a cualquier cosa de tu vida, de repente dices, “espérate, eso no tiene que ver con drogas o adicciones, tiene que ver con cualquier tipo de cosa”. Esa persona que decides incluir en tu vida, ese trabajo que vas a aceptar o no, ¿qué te da? Cuando te das cuenta de que lo que te va a dar es nada, pues más vale enfrentarse al dolor de cabeza y pensar “ya se me pasará”. 

¿Al final tú te autorregulabas con las drogas…?

‒En mi caso, el brote no fue única y exclusivamente provocado por las drogas. Sobre todo porque, después de haber contado mi movida, a mí me ha escrito mucha gente diciéndome “que sepas que yo no he tomado drogas en mi vida y a mí me ha pasado exactamente lo mismo”.

Quizá fue un cóctel de todo: estrés, decisiones que no querías tomar, drogas…

‒Sí, fue el cóctel de la vida. Vas echando gotas en un vaso que no sabes muy bien cuándo empieza, porque si te paras a investigar cuándo empiezas a tragarte las cosas o a gestionar de forma distinta, siempre vas a encontrar un momento mucho más atrás. Puede que digas: “es que yo empecé a callarme las cosas a los 18, pero cuando tenía 12 en el patio del colegio me empujaron y sentí mucha vergüenza, y a los seis me meé delante de todos, a ver si no empezó ahí…”. Cuando echas la vista atrás es cuando empiezas a pensar cuándo empezaste a no gestionar las cosas de forma inteligente, y a medida que vas acelerando el no hacer las cosas bien, pues es probable que algunas cabezas peten y otras no.

En la primera entrevista de tu podcast con Mercedes Milá, en agosto de 2022, le comentaste que no descartarías volver a consumir éxtasis en algún momento. ¿Sigues pensando lo mismo?

‒La sensación que genera el éxtasis es brutal, lo que pasa es que tienes otras formas de llegar a esa emoción. Piensas en las consecuencias, piensas en qué me daría el éxtasis que no pueda conseguir yo sin el éxtasis, y ahora mismo pienso, que nada. Entonces, ¿para qué lo vas a consumir? ¿Qué me daría la marihuana que yo no pueda conseguir sin consumir marihuana? Nada. Es cierto que tienes que hacer un esfuerzo un poco más grande. Si piensas en la marihuana de repente hay gente que puede decir: “claro, te ayuda a dejar de preocuparte por todo”. Sí, pero eso lo puedes conseguir enfrentándote al problema. La marihuana no elimina el problema, lo que elimina son tus ganas o tu sensación de tener que enfrentarte sí o sí al problema. Pero cuando pasen los efectos, de cualquier droga, el problema va a seguir estando ahí. ¿Cómo consigues el efecto de la marihuana? Enfrentándote al problema y eliminándolo de raíz. Lo que pasa es que la gente no es capaz de enfrentarse al problema, en el momento en el que descubres que lo que te puede ofrecer la droga es algo que puedas encontrar tú haciendo un esfuerzo, dices vale, ahora no le veo el porqué. 

Encontrar el problema no es fácil, normalmente hay varios... En tu caso, te ha llevado mucho trabajo y has sido autodidacta porque no has tenido ayuda de psicólogos ni tampoco de medicación. ¿Cómo lo has conseguido? 

‒Yo tuve una mala experiencia con los psicólogos, y es verdad que pensé en que no quería arriesgarme a que me pasara lo mismo, a explicar “toda mi mierda” a otra persona que lo tenga que entender. El único que sabe qué ha pasado y lo que tiene que hacer soy yo. Yo decidí hacer ese ejercicio solo. Implica mucha disciplina, pero si te paras a pensar fríamente no sé si hay algo más inteligente que conocerte a ti mismo en lo que vendría siendo vivir. Si eso es lo mejor, lo segundo mejor es estar bien contigo mismo. A partir de ahí, priorizando esas dos cosas, ponte a trabajar. 

En esos momentos de oscuridad ¿a qué te aferraste? 

‒A no querer estar. La ventaja de tocar fondo es que sabes cómo es. Y piensas “yo no vuelvo a estar ahí ni de broma”, sabes la energía que requiere salir. 

La escritura, tu trabajo, tus libros… ¿Qué te ha ayudado?

‒Bueno, los libros me han ayudado a masticar mucho más lo que estaba haciendo. Ese proceso de masticarlo para explicarlo de forma muy sencilla te ayuda a agilizar otras cosas, te ayuda a procesar las cosas mucho mejor. Cosas que te funcionan, pero no sabes muy bien por qué, cuando las tienes que masticar para explicárselas a otra persona te permiten descubrirlo también para ti. 

¿Cómo reconfiguras tu trabajo después del brote? Comentas que te das cuenta que ya no quieres ser presentador sino cómico…

‒Yo retomo porque tengo que pagar el alquiler, retomo haciendo lo que sabía hacer que era subirme a un escenario a hacer monólogos. Después de Por si las voces vuelven, echando la vista atrás, me doy cuenta de que desde que empiezo en la comedia, siempre había estado en proyectos en los que se incluyeran comedia y palabras. En el momento en el que un proyecto no ha tenido alguno de esos ingredientes, yo me he ido. Sí que es cierto que después de escribir Por si las voces vuelven, me doy cuenta de que no quiero proyectos que no formen parte del mismo puzzle. 

Hay una parte del libro de Detrás del ruido que la dedicas a hablar de aquellas personas que se quedan cuando todo va mal ‒y también a las que se marchan‒. A mí personalmente me ha sorprendido porque al pensar en ti, automáticamente pensé que la popularidad te lleva a tener a muchas personas a tu alrededor…

Primero de todo idealizamos lo que es ser popular. Y segundo, fíjate que es un poco más doloroso porque el círculo que tenía era muy pequeño y, entonces, mucha gente se marcha, y se reduce aún más. Ya tienes la sensación de que tu círculo es muy pequeño y te das cuenta que no, que es aún más pequeño de lo que tú pensabas. Descubres lo que descubrimos todos, y es que cuando sucede algo tú piensas que tienes un nivel de relación que es un 10 y en realidad estáis en un dos. Y lo bonito es que con quien pensabas que tenías una relación de un tres, pues es un 20. 

La culpa puede aparecer en estos momentos, cuando piensas por qué la gente se va… 

‒Cuando salí del hospital, sí. Pero llega un día en el que te das cuenta de que estás más pendiente de la gente que se ha ido que de la gente que se ha quedado. Eso es injusto, es entonces cuando dejas de dedicarles ni un segundo a las personas que se han ido. 

Pero en el otro lado, también podemos encontrar a personas que se van porque deben marcar límites, porque han apoyado a esa persona que está mal y ya no pueden más…

‒Claro, y hay que poner límites, es de sentido común. Yo no me refiero a las personas que se van porque las están arrastrando al fondo, me refiero a las que se van porque la cosa se complica. Es de cajón que tienes que irte en el primer caso, pero hay muchas formas de irse, tú puedes hablar con esa persona y decirle que tienes que marcharte porque te está afectando. Yo puedo desaparecer de tu vida porque “me estabas arrastrando, me largo de aquí”, o puedo llamar a alguien que tengamos en común y decirle que me voy porque no soy capaz de gestionarlo, pero sigo estando ahí. 

¿Cómo se aprende a estar detrás del ruido?

‒Creo que la forma más simple de explicarlo es dejar de actuar por inercia y sin pensar. Tratando de prestar mucha atención a lo que de verdad quieres, te interesa a ti, a ser honesto contigo mismo, a ser coherente contigo mismo, a ignorar por completo todo el ruido y a dejar de tomar decisiones sin saber por qué las estás tomando. 

Hay mucho ruido mental, estrés… Te habrás encontrado muchísimos casos después de escribir tus libros. ¿Qué les sueles decir tú?

‒Yo te puedo contar mi vida, que está en mis libros. Es verdad que siempre hay casos que están en un nivel superior, pero la mayoría de las veces, el problema es bastante común y casi todo tiene que ver en que tienes que tomar decisiones que sabes que tienes que tomar y no quieres. Y todo eso te arrastra a esos lugares… Cuando te paras a hablar con la gente, casi siempre hay un par de emociones que son básicas: o estás rodeado de personas que no quieres o estás haciendo cosas que no quieres hacer

Eso genera miedo…

‒Plantearte en cambiar esas cosas en tu vida te genera vértigo y mucho miedo, entonces te quedas haciendo eso una y otra vez. Nos engañamos pensando que no sabemos qué nos pasa cuando en realidad lo tenemos súper claro. Si cuando vuelves a tu casa te entran nauseas solo de pensarlo, no hay que ser muy listo para entender qué pasa; si  estás en casa estupendamente, el lunes tienes que ir a trabajar y el domingo por la tarde tienes ansiedad, no hay que ser muy espabilado para saber qué te pasa; si tú cada vez que quedas a tomar un café con alguien la hora de antes estás enfadado, durante estás aburrido y después estás maldiciéndote al pensar por qué has quedado con esa persona, pues ya sabes lo que pasa… Los puntos básicos ya los sabemos, pero al dejar pasar tanto tiempo llegamos a un punto que no sabemos qué pasa. No hace falta cambiar las cosas de la noche a la mañana, pero puedes diseñar un plan para salir de ahí poco a poco

¿Te ha costado abrirte en canal? 

‒No, porque soy un inconsciente. Porque de un tiempo a esta parte, ya tengo la sensación de que si las cosas que a mi me están sirviendo, te pueden servir a ti, aquí las tienes. 

La sensación que me transmite el libro es de autocuidado, de quererse a uno mismo. ¿Has conseguido quererte?

‒Sí, me quiero bastante. Me avergüenza decirlo en voz alta porque resulta raro, pero estoy contento con lo que estoy haciendo. Al final tienes pistas de las cosas: si lo que estás haciendo funciona, te da el resultado que quieres tener, estás rodeado de la gente que quieres, estás haciendo las cosas que te apetecen… Por lo menos estás siendo coherente contigo mismo, así que date la palmadita en la espalda. Creo que a veces se entiende la palabra egoísmo como algo negativo, pero cuando nos ponemos delante nosotros, cuando la otra persona esté mal, la vas a poder ayudar. Mi prioridad ahora mismo soy yo, y luego muy muy cerca, gente importante para mí.