Existe una filosofía viva, alejada de la especulación intelectual, que nos invita a dar respuesta a ese anhelo de plenitud que late en lo más profundo del corazón de cada uno de nosotros. Una filosofía que es todo un arte de vida y que nos encamina hacia un modo de vivir más sereno y conectado con la realidad.

Es el tipo de filosofía que propone Alejandro Moreno Lax, doctor en Filosofía, en su libro Filosofía viva (Ed. Desclée De Brouwer), una invitación a la vida filosófica que recoge muchas de las enseñanzas que otros filósofos, sabios y maestros transmitieron en su tiempo en América, Europa yAsia, pero cuyo lenguaje, nos dice el autor, "nos ha llegado obsoleto, infantilizado o simplemente incomprensible".

Filosofía viva: una invitación a conocerse mejor

Fue la percepción de que hay un vacío cada vez más notorio en nuestra sociedad lo que llevó a Alejandro Moreno a esta implicarse en esta aventura, pues considera que ese vacío nos hace cada vez más dependientes de todo tipo de estímulos, entretenimientos y psicofármacos.

Está convencido también de que ese vacío es peligroso, porque nos hace cada vez más proclives a todo tipo de ideologías: políticas, religiosas o científicas. El “hechizo tecnológico” que estamos viviendo, explica, es parte de esto.

Hemos querido hablar con el autor de Filosofía viva sobre algunas de las claves de ese camino que nos invita a recorrer, esa práctica de vida que nos ayuda a crecer y a descubrirnos. "Difícilmente dejaremos de buscar afuera sin resolver antes el enigma que hay adentro", sostiene.

–¿Deberíamos aspirar siempre a conocernos mejor? ¿Estamos condenados, si no nos "trabajamos", a vivir nuestra vida a medias?
–El conocimiento de sí mismo es inagotable y, como apuntabas, es también una aspiración muy noble que ha de guiar nuestra vida. Sin este enfoque socrático estamos condenados a la insatisfacción, aunque aparentemente las cosas nos vayan bien.

Cuando descubres lo poco que te conoces y lo alejado que has vivido de ti mismo, la vida pega un vuelco y todo adquiere un nuevo significado y propósito: el trabajo, las relaciones, etc. Vivir plenamente requiere descubrir que la vida no es algo que tenemos, sino que somos vida.

"Cuando descubres lo poco que te conoces y lo alejado que has vivido de ti mismo, la vida pega un vuelco y todo adquiere un nuevo significado"

–Una de tus primeras recomendaciones es que nos preguntemos “quién soy yo” las veces que haga falta. Es una pregunta central en todas las tradiciones filosóficas. Pero ¿existe una respuesta? ¿Se puede llegar a alguna conclusión que nos dé tranquilidad o ayude a vivir mejor?
–Es más importante la pregunta que la respuesta. Cuando te haces esa pregunta, estás cuestionando quién creías ser, quién aparentas ser ante los demás.

La pregunta no requiere tanto de una respuesta apropiada, sino que sirve para "sacarte" de la definición que te has dado. O en otras palabras, la pregunta no requiere de una respuesta, tan solo invita al reto de vivir sin una definición rígida ni concluyente de quienes somos.

Digamos que la pregunta te conduce más bien al silencio, a vivir la identidad libre de definiciones.

–¿Por dónde empezamos? ¿Qué podemos hacer para llegar a conocernos mejor a nosotros mismos?
–Una manera de empezar es dando atención a la insatisfacción latente. En vez de tratar de huir de ella o acallarla, permite que se exprese y escúchala.

Tenemos miedo a este tipo de sentimientos, pero lo cierto es que podemos convertirlos en aliados nuestros y ver que están ahí por algo, y que tienen un mensaje relevante que transmitirnos.

Esa voz puede hablar más o menos así: "así no", "esto no es lo que realmente quiero"; "esto me está ahogando", etc. Esas voces nos están pidiendo un profundo cambio de rumbo, por eso son valiosas.

"En vez de tratar de huir de la insatisfacción o de acallarla, permite que se exprese y escúchala."

–La meditación es la herramienta por excelencia para descubrir cómo funciona la mente. Enseña a no identificarse con lo que se piensa o se siente. Pero ¿qué significa esto realmente? ¿Podemos llegar a vivir sin que lo que pensamos o sentimos nos condicione o nos afecte?
–Podemos aprender a asentir o descartar los pensamientos, en vez de dejarnos llevar impulsivamente por ellos. Las emociones también podemos aprender a sentirlas en vez de a padecerlas.

De todos modos, siempre habrá influencias que nos condicionen o afecten. No hay que exigirnos eliminarlas, sino más bien aprender a iluminar su existencia y afrontarlas desde otro "lugar" más ecuánime y menos reactivo. Eso las debilita.

–¿Por qué es tan importante aprender a situarse en el ahora, como proponen las tradiciones orientales?
–La enseñanza de que el presente es lo único que realmente existe también estaba en Occidente, por ejemplo en los estoicos. Y es que el ahora es nuestra auténtica morada, lo único que realmente existe.

Solo en el ahora nos sentimos realmente vivos, vibrantes, lúcidos, inspirados. Esto lo olvidamos con frecuencia, y por eso nos enganchamos tanto al pasado o al futuro, a la culpa por lo que sucedió o a la esperanza de lo que sucederá. Tanto uno como otro nos hace ser muy repetitivos, serios, angustiados o insatisfechos.

"Solo en el ahora nos sentimos realmente vivos, vibrantes, lúcidos, inspirados. "

–Pero tenemos un pasado y nos aguarda tal vez un futuro...
–¿Dónde tenemos el pasado? Lo que tenemos son recuerdos en el presente, así como tenemos expectativas en el presente. Esos recuerdos y expectativas modelan y estructuran nuestras acciones en el presente, sí, pero los problemas vienen con el apego al pasado o al futuro.

–Sostienes que existe cierto imperativo de ser feliz ante los demás, de "estar bien". ¿De qué modo nos afecta la presión social por estar bien?
–La presión social por estar bien responde a un miedo colectivo a contactar con el malestar. Esto nos vuelve a todos un poco "cómplices" del malestar, pues al ocultarlo se magnifica.

La clave está en dejar de ocultar el malestar y empezar a reconocerlo sin juzgarlo como algo inaceptable, trágico, "impropio de mí", etc. Esa parte de nosotros capaz de reconocerlo como tal es muy lúcida.

Una vez hecho esto, lo mejor es buscar ayuda en alguien que ya haya atravesado el camino del malestar. Te ahorrará mucho tiempo y confusión.

"La clave está en dejar de ocultar el malestar y empezar a reconocerlo sin juzgarlo."

–¿Por qué tememos tanto al silencio en Occidente?
–Buena pregunta. Nadie te enseña hoy que el silencio es un disfrute. En la escuela te enseñan cualquier cosa menos eso, pues allí el silencio es una exigencia o un castigo del profesor hacia el alumno. El silencio también lo asociamos a actividades serias, intelectuales o solemnes.

Pero hay un tipo de silencio activo que solemos ignorar, porque evidencia el constante parloteo mental que traemos con nosotros. Es un parloteo lleno de explicaciones, conceptos, teorías, etc. cuya función es proveernos de cierta seguridad intelectual. Esa seguridad intelectual está muy ligada a nuestra identidad, a quien creemos ser.

Este ruido nos da identidad, por eso creemos que el silencio nos quita identidad. Esto es particularmente notorio en ciertas figuras occidentales de autoridad, como son los científicos o los profesores.

–También tememos a la muerte y rehuimos incluso hablar de ella… ¿Deberíamos tratar de pensar más en ella?
–Más que pensar en ella, hace falta naturalizarla y darle la visibilidad que le corresponde. El tema de la muerte ha de tratarse en las escuelas, en los geriátricos y en los medios de comunicación.

La preparación para la muerte es una enseñanza que todos necesitamos y que hoy carecemos. También es necesario aprender a ritualizarla de forma más alegre y humana. Mientras sigamos escondiendo la muerte, el miedo a vivir seguirá en aumento, incluso el miedo a todo lo que esté vivo.

"Mientras sigamos escondiendo la muerte, el miedo a vivir seguirá en aumento."

–¿Alguna última recomendación o consejo para llevar una vida más plena, para conectar con esa parte mágica de la vida que nos ayuda a encontrar sentido?
–Todos tenemos un tipo de inteligencia intuitiva que apenas utilizamos o que simplemente ignoramos. Cuando practicas el silencio activo, descubres que en ti hay una voz que te habla. Es una voz sentida, no intelectual. Podemos aprender a escuchar ese tipo de señales internas.

Estar en contacto con este tipo de inteligencia nos ahorra muchos esfuerzos inútiles que tienen que ver con el hipercontrol, la angustia de tener que tomar decisiones dilemáticas, la adicción a programar todo lo que vamos a hacer, el consumo desmedido de información, etc. Poco a poco vas aprendiendo a confiar en que la vida misma te va proveyendo de la guía y las respuestas que necesitas.