Doctor en filosofía, pedagogo y novelista, Carlos Goñi Zubieta (Pamplona, 1963) está convencido de que la filosofía puede ayudarnos a alcanzar la felicidad y que el hábito de filosofar está al alcance de cualquiera.

"Como Sócrates enseñaba, una vida sin examen no vale la pena ser vivida. Desde el sentido socrático, el hábito que adquirimos con el ejercicio de la filosofía es el de examinar cómo vivimos y ver cómo podríamos vivir mejor, para así dar a la felicidad la oportunidad de anidar en nosotros. Esto alimenta el alma y asegura su salud, pues como decía Séneca, sin estudio el alma enferma», explica Carlos Goñi.

Por eso, en su último libro Virtudes mínimas para alcanzar la felicidad (Editorial Arpa), recupera la importancia del arte de filosofar y de convertirnos en personas virtuosas.

"Necesitamos las virtudes para emprender la empresa más valiosa: llegar a ser humanos, una tarea en la que todos estamos implicados. Esto significa poner atención a pequeños gestos que nos convierten en mejores personas", señala.

–¿Cómo cultivar la alegría de vivir?
–La alegría es la primera manifestación del bien en nosotros. Es un complejo vitamínico compuesto por optimismo, entusiasmo, buen humor, seguridad, confianza, imaginación, una combinación que nos revitaliza y nos regala el vigor necesario para sobreponernos a las circunstancias adversas. La alegría que surge del interior hace que ninguna circunstancia sea tan adversa como para salirse con la suya.

–¿Cree que ser virtuoso es algo frecuente en los tiempos que corren?
–Por desgracia, en general, despreciamos la virtud. Parece que nos da vergüenza, incluso, pronunciar la palabra, como si ser virtuoso fuera sinónimo de mojigato, sumiso, pusilánime, santón o timorato, cuando se trata justamente de lo contrario. La persona virtuosa afronta la vida con grandeza, porque esas pequeñas virtudes la curten, la fortalecen, la hacen grande. Creo que debemos hacer lo posible por recuperarlas. Ese es mi afán.

–¿Para qué más nos sirven las virtudes?
–Las necesitamos para defendernos de la mediocridad, del conformismo, de la bajeza moral, del relativismo, del individualismo, de la injusticia… Todas las virtudes se confabulan para hacernos más humanos, pero lo que más necesitamos en nuestra época es sumergimos en el silencio que permite adentrarnos en nosotros mismos y desoír lo que nos daña.

Vivir el silencio (no solo en silencio) permite que las opiniones ajenas sean realmente ajenas, es decir, que no atraviesen el aura sagrada de nuestra intimidad y no nos invadan para hacernos daño.

El que no sabe mantener ese nivel de silencio se dejará arrastrar por la corriente ruidosa del ambiente y no dirigirá su vida, sino que será llevado a la deriva.  El ruido estrepitoso de las opiniones de los demás le impedirá sentir la calma interior. No le dejará pararse a reflexionar y le obligará a vivir alienado, fuera de sí, cargado de normas impuestas, pero vacío en su interior. El silencio hace que nos escuchemos a nosotros mismos en lo más profundo de nuestro ser.

–¿Qué virtudes son importantes para sobrellevar estos tiempos llenos de incertidumbre?
–Diría que estas virtudes son la serenidad, la audacia y el diálogo. La serenidad es como un colchón mullido que nos permite encajar los golpes sin rompernos. La serenidad es como una extensa playa que amansa las olas más encrespadas. También creo en la recomendación del escritor Baltasar Gracián: pon un grano de audacia en todo lo que hagas, en arriesgar más y guardar menos, y afrontar con valentía los pequeños retos cotidianos. Por último, pero no menos importante, necesitamos más diálogo, que es una forma de besar porque no somos islas. No podemos dialogar sin escuchar, sin atender al otro, sin respetarlo y sin ser muy humildes.

–Escribe que la atención es el mejor regalo que podemos ofrecer…
–Así es. La imagen más sugerente es la del médico que ausculta (escucha) a su paciente mediante el estetoscopio centrando toda su atención en el otro. Incluso los ojos del médico "miran sin ver", porque la vista se pone al servicio del oído para atender mejor. Pienso que la atención es el regalo más valioso que podemos ofrecer a otra persona, al estar ofreciéndole lo que tiene más valor: nuestro tiempo. Simone Weil decía que "amar es tanto como estar atento". Por eso, yo digo: "dime a qué estás atento y te diré qué amas".

–¿Y qué papel juega la amistad en el objetivo de alcanzar una vida plena y feliz?
–Los amigos son la sal de la vida, lo decía el humanista español Juan Luis Vives. Por eso, sin amigos la vida resulta insípida y vacía. Y Aristóteles pensaba que sin amistad no merece la pena vivir. La amistad duplica las alegrías y divide las angustias. En las desgracias, los amigos son un refugio; en la prosperidad, una bendición. Cabe tener en cuenta que la verdadera amistad requiere intimidad, por eso, los seguidores de Instagram, Facebook, Twitter u otras redes sociales no son verdaderos amigos. Por tanto, no tienen la capacidad de hacernos más felices, aunque a veces podamos confundir la felicidad con recibir un montón de likes.

–Para una relación de pareja feliz, ¿qué virtudes son necesarias?
–En principio, deberíamos ser más felices en pareja, porque la felicidad compartida es mayor que la individual. Pero, desgraciadamente, muchas veces no nos salen bien las cuentas y la infelicidad se multiplica en la pareja. Aquí no vale darle la vuelta al dicho "dos no se pelean si uno no quiere", porque el esfuerzo por mantener y acrecentar la felicidad en la pareja deben hacerlo los dos, siempre. Con las virtudes de uno no es suficiente, ambos miembros de la pareja deben emplearse a fondo. Personalmente, propongo aplicar la virtud de la fidelidad a ese proyecto común sustentado por el amor. El amor, por su propia condición, exige cuidado, que en este caso se llama fidelidad.

–¿Qué virtud siente que le hace más feliz?
–Una virtud nos lleva a todas las demás. Por tanto, todas son necesarias, aunque no suficientes. Las que incluyo en el libro son las mínimas que necesitamos para alcanzar la felicidad, pero no nos aseguran el éxito. Porque ser feliz no es el resultado de un logaritmo, sino un don que te puede tocar: cuantos más boletos (es decir: más virtudes) compres, más probabilidades tienes de ser feliz. Al igual que llevar una vida saludable no te garantiza la salud, pero contribuye a que estés más sano, una vida virtuosa no te garantiza que vayas a ser feliz, pero facilita que puedas alcanzarla. En su libro recuerda que el poeta y estadista griego Solón decía que "la austeridad es una de las grandes virtudes de un pueblo inteligente".

–¿Ser austeros es lo que necesitamos para asegurar la supervivencia del planeta?
–La austeridad es una lija que, si la usamos bien, suaviza la superficie sobre la que la aplicamos. La persona austera, por lo tanto, es fina porque usa la lija sobre sí misma. Al ser austero se suaviza el espíritu, se liman las asperezas de la personalidad y se afila la inteligencia. Este legislador griego la consideraba una de las grandes virtudes de un pueblo inteligente, porque las personas austeras saben desechar lo sobrante y quedarse con lo que realmente resulta esencial. El consumismo, el despilfarro, el descontrol y el abuso de los recursos que tenemos a nuestro alcance hacen que se nos vayan acumulando las rugosidades, que tenemos que ir limando con las lijas de la sobriedad, la prudencia, la justicia, la solidaridad

–¿Qué podría salvarnos del sinsentido que a veces parece gobernar la existencia?
–Las virtudes nos mantienen a flote ante las tempestades de la existencia, nos orientan y nos confieren la fuerza suficiente para llegar a buen puerto. Lo único que nos queda para salir del sinsentido es seguir haciendo el bien, para lo cual necesitamos la benevolencia, la virtud de todas las virtudes. Antonio Machado la definía como la "voluntad de bien". "Haz el bien y no mires a quién", porque el bien no existe en abstracto, sino que reside en las personas buenas. Vivimos en un mundo ansioso, acelerado, descentrado, impaciente, narcisista, resbaladizo y edulcorado, por usar conceptos que han utilizado los filósofos posmodernos, que nos aboca a un estilo de vida insano. La filosofía nos sirve para darle la vuelta, pero como los que tenemos que cambiar somos nosotros, necesitamos que la filosofía se haga carne y realidad: es ahí donde aparecen las virtudes como verdaderamente sanadoras.