Gaspar Hernández necesita pocas presentaciones para nuestros lectores. Ha sido colaborador habitual de la revista Mentesana y, desde su programa en Catalunya Ràdio, “L’ofici de viure”, sigue apostando por la psicología positiva y el bienestar emocional. El gran éxito cosechado por esta propuesta radiofónica en sus 11 años de emisión hizo que en 2017 el principal canal de televisión catalán, TV3, decidiera darle un espacio en su parrilla. Y ahí continúa.

Ahora nos presenta La libertad interior (Diana), un libro en el que nos ofrece las herramientas necesarias para alcanzar la auténtica libertad. “A quien le interese, yo no me invento nada, sino que recurro a las grandes tradiciones de sabiduría y a los grandes maestros para explicar en qué consiste esta libertad que nadie nos puede dar”, nos dice.

Y como nada pasa por casualidad, no es de extrañar que pocas semanas después de que saliera a la venta nos confinaran. Fueron –y se podría decir que están siendo- meses muy difíciles en los que, como comenta el autor, “lo único que podíamos hacer era cultivar la libertad interior, que precisamente era a la que me refería durante la escritura del libro”.

–“La libertad interior”, un título muy atractivo. ¿De qué somos presos?
–Somos presos de sistemas de creencias colectivos y, sobre todo, de nuestros pensamientos y de nuestra mente racional. En el libro, voy explicando cómo son esos obstáculos que nos impiden ser libres, para que quién quiera pueda empezar a evitarlos. Digamos que son como las capas de una cebolla, por eso, lo primero que debemos hacer es ser conscientes de esa primera capa que es, precisamente, lo que no somos. Solo así lograremos la experiencia de libertad interior.

–¿Y cómo hacemos para averiguar aquello que no somos?
–Se trata de hacer un trabajo interior. Consiste en ver hasta qué punto somos nuestros pensamientos, porque para mí este es el obstáculo de entrada. ¿Hasta qué punto somos lo que pensamos?

Muchas personas ni tan siquiera se han preguntado hasta qué punto sus pensamientos son suyos, ni hasta qué punto él o ella son sus pensamientos.

Creemos que sí, que nuestros pensamientos son nuestro núcleo duro, pero en cambio no creemos que seamos los ruidos de nuestro estómago, por ejemplo. A medida que tomamos consciencia de que no somos nuestros pensamientos, ya estamos logrando una enorme libertad, y esto puede ser instantáneo. En definitiva, se trata de explorar esta noción de Yo Auténtico que conecta con nuestra esencia y no con lo que creemos que somos.

–Otra pregunta sería hasta qué punto somos nuestro género, nuestra edad, el país en el que hemos nacido… Y cuando vamos sacando todas estas capas de la cebolla vamos descubriendo nuestra esencia. Si los pensamientos juegan un papel tan importante, ¿qué hacemos cuando la mente no para de dar vueltas?
–Hay distintas técnicas que pueden ayudarnos como, por ejemplo, centrarnos en la respiración. Esto es fundamental porque, si justo en el momento en el que la mente está enviando mensajes constantemente, ponemos la atención en la respiración, el flujo de pensamientos disminuye. El ejercicio físico, pasear por la naturaleza centrando la atención en el momento presente, el yoga y, sobre todo, la meditación y el mindfulness. En definitiva, cualquiera de las herramientas que, por suerte, se están poniendo de moda.

–Es verdad, cada vez las practican más personas. Parecen ser la clave para solucionar cualquier adversidad…
–Bueno, son herramientas, pero influye el uso que se hace de ellas, porque hay personas que meditan mucho pero no han logrado contactar con la esencia de lo que son. Conozco a practicantes de yoga con las mejores intenciones que lo practican como si hicieran estiramientos; lo que está muy bien, pero no van más allá.

Sin embargo, las múltiples formas de meditación que existen son herramientas que en un primer lugar nos sirven para calmar la mente pero que, después de este primer estadio, nos permiten lograr lo que para mí es lo más importante de esta vida: saber quiénes somos en esencia, porque no somos lo que nuestra cultura ni nuestra sociedad nos ha dicho que somos. No solo somos unas mente ni un cuerpo.

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–¿Has descubierto quién eres tú?
–Estoy en ello. He tenido atisbos, pero no me atrevería a decir que he llegado a un sitio. Eso sí, cada vez estoy más cerca. Y en el momento que he tenido esos atisbos he sentido una experiencia de libertad interior, de unidad.

–Y en esos atisbos, ¿podrías decirnos qué se siente al descubrir ese yo profundo?
–Más que sentir es una comprensión que va más allá de los sentidos. De repente, entiendes o trasciendes tu apariencia de individualidad y te das cuenta de que eres un todo. Te vives como presencia consciente, no como un cuerpo. De hecho, si observamos nuestras vidas con perspectiva, nos damos cuenta de que hay algo que no ha cambiado. Ha cambiado el cuerpo, el entorno, las personas que nos acompañan, pero hay un núcleo en nosotros que se mantiene. Hay algo que es igual hace 10, 20, 30… años. Y es esa esencia a la que voy aludiendo en el libro todo el tiempo, y a la que nos podemos acercar de distintas maneras.

Muchas personas han tenido esa comprensión sin buscarla, o sea, realizando cualquier práctica: caminado en mitad de la naturaleza o en un momento de mucho amor, ya que el amor es una vía directa para lograr todo esto de lo que estamos hablando, porque que el amor profundo es precisamente la disolución del ego, de la individualidad.

Por eso, muchas personas que han tenido experiencias sublimes de amor han logrado esta experiencia de unidad. Las relaciones sexuales, durante el orgasmo, sería otro claro ejemplo. A veces, personas que padecen una enfermedad, viviendo la crisis… tras la aceptación total, también lo han logrado.

–Hablando de amor, en el libro explicas que se es feliz dando amor, pero ¿no crees que en la sociedad actual esto puede llevar al fracaso emocional?
–Sí, es posible. Lo que hago en el libro es basarme en las enseñanzas de un gran psicólogo catalán, Antoni Blay Fontcuberta, que decía que lo importante es el amor que das, porque eso ya te hace sentir total plenitud. Defendía que lo exterior nunca nos haría felices. Es decir, que el amor que recibimos nos daría felicidad por instantes, días, meses… pero después ya no, porque según sus palabras “todo tiene fecha de caducidad”. Por esta razón, siempre invitaba a buscar lo que se anhela en algo más sólido, en el interior de cada uno. El secreto es dar lo que buscas, porque al hacerlo ya lo tienes.

Lo importante es ser uno mismo, independientemente del qué dirán.

Lo importante es hacer lo que nos apetezca, siempre desde el amor, porque así no haremos daño a nadie, y sin olvidar que vivimos en sociedad. Piensa que una sociedad en la que la gente diera lo que quiere recibir –en este caso amor, con las distintas formas que abarca este concepto (amabilidad, gratitud, empatía…)–, no estaría condenada al fracaso, porque sería una sociedad muy amorosa y conectada con el amor.

–En realidad, parece muy sencillo. Entonces, ¿por qué las personas no lo ponemos en práctica?
–Porque nos falta información de calidad. Este mensaje que estamos comentando ahora tampoco está tan extendido. No nos lo han enseñado en las escuelas. Y yo no pretendo convencer a nadie con este libro. Me siento como si lanzara una botella con un mensaje al mar, y a ver quién lo recibe. Eso sí, trato de practicarlo, sin verbalizarlo, porque al final, siendo el cambio que quiero ver en el mundo, vibrando desde el amor siempre que puedo, veo que se producen cambios a mi alrededor.

Es por eso que reivindico la libertad interior de ser como queramos ser, siempre desde la autenticidad y respondiendo a cada momento. Yo no sé qué haré ni cómo reaccionaré mañana ante una determinada situación. Lo haré como sienta entonces, porque, para mí, uno de los pilares de la libertad interior es vivir con autenticidad el momento presente, sin tener en cuenta cómo éramos hace una semana o un año. Esto forma parte de la magia de la vida.

De la misma manera reivindico vivir sin miedo, porque nos impide ser libres.

Aun así, hay una parte que es necesario, porque es el que nos hace tomar precauciones. Pero dejando de lado ese miedo que nos empuja a mirar de lado a lado la carretera antes de cruzar, por ejemplo, el resto nos impide ser libres.

–¿No es un poco duro decir, como aparece en tu libro, que necesitamos las dificultades para crecer? ¿Hay que pasarlo mal para avanzar?
–No necesariamente, pero por desgracia muchas personas precisan las adversidades para crecer. En mi opinión, lo que sí creo que nos va bien es cierta dosis de incomodidad, algo que se ve clarísimamente en el deporte.

Si deseamos desarrollar un músculo, necesitamos una cierta dosis de incomodidad. La comodidad está sobrevalorada en nuestra sociedad.

También es cierto que, aunque hay personas que crecen más desde la adversidad, a través de los libros y de los programas de radio y televisión que presento, cada vez voy viendo más personas que han hecho grandes cambios sin necesidad de sufrir ninguna crisis. De todas maneras, el dolor es inevitable. Es el sufrimiento, la elaboración psicológica del dolor, el que es opcional.

–Afirmas que el pasado tiene poco peso en tu día a día. ¿Ni siquiera te sirve como punto de referencia a la hora de tomar decisiones?
–Miro hacia atrás, pero cada vez menos. De las pocas veces que lo hago guarda relación con lo que comentas, como un punto de referencia que me ayuda a tomar decisiones, pero pienso muy poco en el pasado, muchísimo menos que hace un tiempo. De hecho, debido a la pandemia, también he pensado menos en el futuro, porque precisamente la incertidumbre nos ha obligado a pararnos en el presente. Cuando no puedes planear casi nada, cuando solo puedes organizar, como mucho, la próxima semana, entonces se impone vivir en el presente, que es el gran regalo de la vida.

Y es desde este instalarse en el presente que podemos ver cómo se diluyen muchos de nuestros falsos problemas y de nuestras neurosis. Es la aceptación, no de la situación, pero sí del momento presente, la que hace desaparecer los problemas, porque en realidad estos surgen cuando no la hay. Si hay aceptación no hay sufrimiento.

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–La teoría está muy bien, pero a quien tiene una enfermedad, por ejemplo, ¿cómo le explicas esto?
–Cierto, pero todos conocemos a personas que aun sufriendo una enfermedad se lo han tomado de forma admirable. ¿Qué recursos tenían estas personas para llevarla así? Esto me hace admirar a esas personas e intento aprender de ellas. De todas maneras, mi mensaje va dirigido a las personas que aparentemente lo tienen todo, pero no se sienten ni llenas, ni felices ni motivadas.

–Retomando el tema del crecimiento personal, recoges cómo Annie Marquier defiende que el alma ya lo ha decidido todo antes de ocupar nuestro cuerpo. Si esto es así, ¿significa que no cambiamos?
–Pues la verdad es que me gustaría tener respuesta pero no la tengo. Me encantaría haberlo experimentado y poder confirmarlo, pero yo no soy consciente de haberlo verificado. Como bien dices, en el libro doy a conocer la visión de Marquier, una matemática que ha publicado ensayos muy interesantes y que a mí me merece mucho respeto y credibilidad. Por eso me parece muy interesante esta visión porque, ya que hemos crecido en una cultura donde las personas religiosas creen a pies juntillas en el concepto de la resurrección de la carne, quizá merece la pena saber que hay otros conceptos relacionados con la espiritualidad profunda.

Y es que, aunque no creamos en el alma ni en nada de eso, el hecho de saber que todo lo que vivimos tiene el fin de ofrecer un aprendizaje, nos puede ayudar en momentos difíciles.

–Parece que somos responsables de nuestros estados de animo y que, para eso, las visualizaciones son clave. ¿Son magia o ciencia?
–En realidad, hay mucha evidencia científica aplicada al mundo de los deportes que demuestran que no son magia sino ciencia. Existen muchísimos estudios rigurosos y científicos que demuestran cómo un deportista que visualice el desarrollo de uno de sus músculos durante un periodo de tiempo determinado logra que un porcentaje de este se desarrolle, aunque no lo haya movido en uno o dos meses. Lo mismo se ha observado con pianistas que han desarrollado las falanges de los dedos solo imaginando que tocaban el piano.

En psicología también se aplican mucho las visualizaciones para lograr que nuestro cerebro vea una determinada situación o reto como si ya lo hubiese experimentado. Creo que es una herramienta muy útil -para mí lo es- a la hora de modular o regular estados de ánimo, sin querer controlarlos.

–Sabiendo que crees en el poder de las visualizaciones, ¿qué opinas sobre las afirmaciones positivas?
–Yo creo que las afirmaciones tienen dos escuelas, la que afirma que son útiles y la que dice que no lo son. En mi opinión, cambian muchas cosas si ante un problema, nos acostumbramos a decirnos que es un reto en lugar de un problema. Es decir, lo que nos decimos a nosotros mismos sí que tiene un efecto muy importante en nuestro día a día.

De la misma manera, considero que repetirse durante el día: “No sirvo para nada”, porque cuando éramos pequeños nuestros padres nos dijeron que no servíamos para nada, también tiene algún efecto. Y, sin embargo, decirse lo contrario, yo no digo que sea la panacea, ni mucho menos, pero considero que tiene otro efecto bien distinto. Así que, yo invito a experimentarlo y que cada uno observe qué resultados obtiene, porque hay muchos matices, muy sutiles y muy interesantes.

–“Hay que quererse a uno mismo”, “la felicidad nace en nuestro interior”… son afirmaciones que nos llegan por todos lados y que nos venden como si fuera algo muy fácil de conseguir. ¿Realmente es tan sencillo?
–Que lo parezca no quiere decir que lo sea. Es un trabajo diario. Piensa que la industria del marketing también nos pinta muy fácil lo de estar en forma, pero la realidad es que para lograrlo debemos comer bien cada día, hacer ejercicio… Tiene que haber una práctica, sino diaria, casi diaria. Pues lo mismo pasa con nuestra psique, así que fácil, fácil no es, porque se necesita esta práctica diaria para adaptarnos, o no, a los retos, obstáculos, cambios… que surgen cada día. Y es que la vida es cambio.

Muchas personas, con las mejores intenciones, hacen un cursillo de fin de semana y salen muy bien y motivadas, pero si no lo acompañan de una práctica diaria, regresan al punto en el que estaban. Y esto puede generar mucha frustración, pero al igual que sin trabajo no podemos desarrollar los músculos; sin trabajo personal, de autoconocimiento, resulta muy difícil lograr la plenitud o la paz interior.

–Y ya para acabar, ¿realmente crees que se puede vivir según lo que dicta el corazón, como dice Emilio Carrillo?
–Al menos nuestra obligación es intentarlo a cada momento. En la medida de lo posible deberíamos vivir cada vez menos desde la mente racional y hacerlo cada vez más desde el corazón. Vivir menos desde el juicio, la comparación, la crítica; vivir menos desde el pasado o desde futuro y vivir más desde el presente. Así, automáticamente, ya estaremos viviendo más desde el corazón. Y este es el gran reto que tenemos como humanidad, porque sino los resultados ya sabemos cuáles son.

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