Imagina que eres un hada madrina y que puedes dar a tus ahijados el don del optimismo o del pesimismo, ¿cuál otorgarías? ¿Y si pudieras escoger entre ser pesimista u optimista? Tal vez es una pregunta muy obvia, pues casi todos sabemos que el optimismo es algo deseable, pero ¿por qué?

La ciencia del optimismo

A veces lo que sabemos de manera intuitiva dista de lo que nos dice la ciencia, pero, en el caso del optimismo, la sabiduría popular y la psicología científica coinciden.

Existen diferencias importantes entre los optimistas y quienes no lo son, y así lo demuestran Charles S. Carver y Michael F. Scheier, dos de los investigadores más importantes sobre el tema, en su artículo “Optimismo” (en Handbook of Positive Psychology, de C. R. Snyder y Shane J. López).

De modo general, se puede afirmar que ser optimista es más sano. El optimismo tiene que ver con nuestras expectativas vitales y con nuestras metas laborales. Las personas optimistas esperan que les sucedan cosas buenas, mientras que los pesimistas tienden a lo contrario.

¿Pero qué es exactamente el optimismo?

A veces pensamos que ser optimista consiste, simplemente, en “pensar positivamente” o “visualizar cosas buenas”, como si solo imaginar o desear los acontecimientos fuera suficiente para que sucedan. Pero no es así.

Las investigaciones nos indican que el optimismo no es solo una forma de pensamiento: también se trata de una actitud, de cómo traducimos esos pensamientos en acción, de los pasos que emprendemos activamente y de cómo nos comportamos, especialmente ante la adversidad.

  • Las personas optimistas piensan que la adversidad se puede manejar exitosamente y, por eso, se enfrentan a los retos con confianza y perseverancia.
  • Las personas pesimistas, en cambio, al esperar lo peor, tienden a dudar y evitan actuar ante los retos.

Esta diferencia es muy importante, ya que repercute directamente en la salud y a la hora de manejar situaciones de estrés.

¿Qué distingue a una persona optimista?

Ser una persona optimista no significa esperar lo mejor y olvidarse del asunto, o ser alguien que no piensa en los problemas o que solo tiene “pensamientos positivos”. Como decíamos anteriormente, el optimismo es una forma de traducir los pensamientos en acción.

Los investigadores han identificado claramente las estrategias de las personas optimistas:

  • enfocar las metas,
  • afrontar los problemas,
  • ver el lado positivo,
  • aceptar la realidad,
  • y planear cómo afrontarla.

El pesimismo, por el contrario, se caracteriza por el abandono de las metas, la negación y el no afrontar el problema o el reto. Es interesante mencionar, además, que los estudios han descubierto que existe una relación entre el pensamiento pesimista y el abuso de sustancias tóxicas y de alcohol, una forma de evadirse ante situaciones difíciles.

Los optimistas encaran los retos con confianza y mayor perseverancia.

La interacción entre optimismo y salud

Investigaciones recientes sobre diversos grupos de personas han demostrado que, ante situaciones difíciles, el optimismo juega un papel importante en la manera de actuar. Así, hay estudios que indican que las personas con un mayor nivel de optimismo ante el diagnóstico de una enfermedad seria o frente a un procedimiento médico complejo tienden a presentar menos sufrimiento emocional a lo largo del proceso e, incluso, años después.

Ser optimistas nos motiva a elegir formas de vida saludables.

Ser optimista es bueno para el corazón

Una investigación que ilustra especialmente bien las ventajas de una buena predisposición es la que realizaron Carver y Scheier con un grupo de hombres a quienes se les iba a realizar un by-pass coronario. Se midieron sus niveles de optimismo y pesimismo antes de la intervención.

  • Los pacientes optimistas mostraban, en la víspera de la operación, menos hostilidad y depresión; y una semana después del by-pass, estaban más contentos y satisfechos con su cuidado médico y con el apoyo de sus amigos.
  • Asimismo, seis meses después de la intervención, su calidad de vida era superior a la de los otros pacientes, factor que se mantenía cinco años más tarde.
  • Los pacientes optimistas practicaban más deporte, tomaban vitaminas, comían alimentos bajos en grasas y participaban en un programa de rehabilitación cardiaca, es decir, estaban involucrados de manera activa en su salud.

El optimismo no solo tiene un efecto positivo en los enfermos, también en quienes cuidan de ellos. Se ha observado que los cuidadores de personas con enfermedades crónicas o terminales que tienen un mayor índice de optimismo presentan menos depresión y tienen mejor salud física que quienes registran mayor nivel de pesimismo.

Estos resultados evidencian que el optimismo no solo nos protege de la adversidad, también puede promover el bienestar. Y ahora que conocemos esto, podemos aprender a incorporar el optimismo en nuestra mirada.

Cómo ejercitar el optimismo

¿Podemos aprender a ser más optimistas?

  • Hay ciertos datos que sugieren la existencia de un componente genético que explica que haya gente “naturalmente” inclinada al optimismo y que este, en general, se mantenga estable en diferentes circunstancias y a lo largo de la vida.
  • Otros estudios apuntan a que las experiencias tempranas –especialmente el tener una vinculación significativa y segura con un adulto durante la infancia– tienen que ver con el desarrollo del optimismo.
  • Sin embargo, las últimas investigaciones científicas sobre la plasticidad del cerebro humano demuestran que pueden crearse nuevas conexiones neuronales a lo largo de toda la vida, y evidencian, por tanto, que el nivel de optimismo y de pesimismo se puede modificar.

La plasticidad cerebral permite modificar el nivel de optimismo.

El doctor Martin Seligman, uno de los fundadores de la psicología positiva, y su equipo de la Universidad de Pensilvania han desarrollado un método, llamado ABCDE, para ser más optimistas. Está basado en la idea de que nuestra forma de pensar afecta a cómo nos sentimos y a cómo decidimos comportarnos.

El optimismo flexible

En definitiva, una actitud optimista ayuda a las personas a sufrir menos ante la adversidad, a manejar las situaciones difíciles de manera constructiva y a emprender los pasos necesarios para lograr un futuro mejor. El pesimismo, en cambio, conduce a desarrollar patrones autodestructivos.

Obviamente, no siempre se puede ser optimista: hay situaciones en las que sería ingenuo o inapropiado serlo. Incluso algunos autores hablan de que el pesimismo tiene, a veces, sus ventajas.

Yo estoy de acuerdo con el doctor Christopher Peterson, uno de los investigadores más importantes de la psicología positiva, quien afirma que no se trata de tener un “optimismo ciego” sino un optimismo flexible, pues son muchas las evidencias que señalan que, en general, es más saludable tener una postura optimista. Practiquemos el ser más optimistas y descubramos qué impacto tiene en nuestra vida.