Para la psicología hablar de fuerza interior es hablar de capacidad de resistir a los momentos difíciles, capacidad de ser feliz a pesar de las adversidades que inevitablemente todo el mundo experimenta. Encontrar la energía para seguir adelante en medio de las dificultades.

Quien más quien menos, todos conocemos qué es vivir un momento especialmente duro y sentir, precisamente entonces, una fuerza serena que parece llevarnos de la mano, sin angustia y con confianza.

También puede haber sucedido en alguna ocasión lo contrario: momentos en los que aparentemente las situaciones no son las más difíciles de nuestra vida y, de repente, todo se hunde interiormente, parece que nos quedemos sin fuerzas o sin motivación para seguir.

Ambas respuestas son naturales. Pero el hecho de tener que responder a situaciones difíciles de larga duración y sin posibilidad aparente de cambio es otra cuestión.

Frente a situaciones especialmente duras y prolongadas, la resistencia psicológica y el modo de sobrellevarlas difiere según las personas.

La resiliencia en la psicología: origen y características

Boris Cyrulnik puso de moda el término resiliencia en psicología. La palabra viene de la física y describe la capacidad de un metal para, después de haber recibido un choque o una presión continua, recobrar su forma original. En psicología se refiere a la capacidad de las personas o grupos para sobreponerse al dolor emocional y salir adelante.

Uno de los ejemplos que más se ha investigado es el de los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial. En las mismas condiciones, unas personas lograron sobrevivir conservando su integridad psicoemocional y pudieron, al finalizar la guerra, tener una vida "corriente", mientras que otras se hundieron emocionalmente y no lograron sobrevivir o fueron desdichadas.

Los resultados en un caso y en otro muestran que el ser humano es complejo y las circunstancias en que vive son también muy diversas. Pero sí que hay algunos rasgos que se han podido determinar como parte de la resiliencia.

Las personas que sobrellevan mejor las situaciones difíciles cuentan con:

  • Autoestima
  • Confianza
  • Optimismo y esperanza
  • Autonomía e independencia
  • Resistencia o capacidad para soportar el estrés
  • Sociabilidad
  • Capacidad de tener emociones muy diversas
  • Actitud positiva que permite confrontar los problemas para resolverlos, previendo las consecuencias.
  • Cierta capacidad para aislarse en un momento crítico, a la espera de que pasen las malas condiciones.

¿Cómo son las personas más resistentes?

La idea de que hay un tipo de personalidad más adaptado a las situaciones problemáticas aparece por primera vez en la literatura científica en 1972. Kobasa y Maddi desarrollan este concepto al estudiar a personas que hacían frente a situaciones estresantes de forma eficaz.

Si bien dichas personas tienen características muy diversas, se ha llegado a identificar tres ejes principales:

  • Compromiso. Las personas que viven mejor los momentos difíciles son aquellas que perciben un sentido en su vida. Esto les lleva a comprometerse en su propio desarrollo personal y en acciones sociales de diverso tipo.
  • Control o aprendizaje. La sensación de comprender el porqué de las situaciones, de poder dar una explicación tanto a nivel intrapersonal como externo, ayuda a sentir que se puede hacer algo para modificarlas. Esto proporciona una sensación de control positivo.
  • Reto. Cuando se comprende que la vida es una sucesión de cambios y que no podemos pretender detener el cambio, se adquiere una flexibilidad interior que facilita el vivir nuevas experiencias. La persona relativiza más fácilmente.

Tolerancia a la frustración: ¿lo que no nos mata nos hace más fuertes?

Actualmente existe un movimiento en psicología que se denomina psicología positiva, creado por Martin Seligman. Durante muchos años la psicología se ha ocupado de estudiar las disfunciones, por lo que esta aportación es sumamente interesante: estudia lo que funciona bien en las personas, en lugar de centrarse en lo que no funciona.

En los años 90 se descubrió que hay personas que sintetizan largas cadenas de proteínas capaces de vehicular una gran cantidad de serotonina; estas personas se muestran muy activas, confiadas y atrevidas en sus modos de vida.

Otro grupo de personas, con cadenas más cortas de proteínas y por tanto gestionando una menor cantidad de serotonina, se muestran más conservadoras, son tímidas, no se atreven a realizar grandes cambios y necesitan una vida rutinaria.

Esto parecería a primera vista determinar quién será más feliz… pero no está tan claro. Con la edad, aquellas personas con altos niveles de serotonina se encuentran a menudo con que no han construido nada que les llene realmente y se sienten frustradas y faltas de motivación, cayendo muchas de ellas en la depresión. Por el contrario, el otro tipo puede haber logrado una vida más satisfactoria.

Una conclusión se impone: a través de las frustraciones y los sucesivos logros el cerebro aprende a funcionar mejor.

Los niños a los que se mima en exceso, que esperan que todo les venga rodado, en la edad adulta están menos capacitados para confrontar las dificultades. Por el contrario, aquellos que desde el principio han tenido una dosis adecuada de frustración y han tenido que esperar para ver satisfechas sus necesidades, de adultos están mejor preparados para salir airosos de los reveses.

En 1938 se inició en Estados Unidos un estudio que duró medio siglo con un grupo de 204 estudiantes de 18 años que habían sido admitidos en grandes universidades. Todos venían de familias acomodadas. Cyrulnik subraya que aquellos que tuvieron una infancia más difícil fueron más eficaces en el logro de una vida feliz: sublimaron y controlaron sus emociones, fueron altruistas y no perdieron el sentido del humor.

Dejar de dar vueltas para volver al centro

¿La fuerza interior es algo innato o aprendido? Puede decirse que toda persona nace con un caudal personal de energía, en un contexto que favorece el desarrollo de dicha fuerza o que lo obstruye. Es decir, hay una predisposición innata que se modula con las experiencias.

Pero también existe la posibilidad de aprender a desarrollar la energía interior y a expresarla en el exterior. Para ello se deben trabajar ciertos aspectos personales y tomar conciencia de aquello que bloquea la propia energía.

Si la fuerza interna es una manifestación de la energía interior, es lícito preguntarse qué energía la alimenta. En diversas tradiciones orientales se habla del chi o energía vital y se enseñan técnicas para aumentarla y canalizarla.

Todas tienen en común el centramiento, el reunir la energía en el vientre, así como la visualización de dicha energía y ejercicios físicos para desbloquear lo que impide que circule de forma natural y armónica por todo el cuerpo. Cuando dicha energía está estancada se tiene la sensación de carecer de fuerza.

Una de las primeras cosas para volver a sentirse lleno de energía es no crisparse, relativizar las situaciones, sonreírle a la vida. Como dice el viejo adagio, si la situación puede resolverse, resuélvela, si no, no le des más vueltas.

¿Cómo desarrollar una personalidad resistente?

Sin vivir experiencias especialmente duras o excepcionales, en la vida de toda persona hay momentos que requieren la activación de su potencial interno. Puede tratarse de la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental, un despido, el fracaso en unas oposiciones o en un negocio.

Cuando esto sucede, se pasa por diversas etapas que llevan a la superación exitosa de la situación. Desde el momento de profundo dolor o de dificultad para asumir la pérdida hasta la aceptación y comienzo de una nueva etapa, la persona necesita de sus recursos para vivir la experiencia lo mejor posible.

En la reacción ante un acontecimiento pueden observarse cuatro fases: percepción, interpretación, nivel de activación y grado de estrés.

Para que la percepción no conduzca al estrés, podemos intervenir principalmente en la etapa de interpretación y en la de activación.

  • En la interpretación lo fundamental es aprender a conocerse. La historia personal, las creencias, los conocimientos y los rasgos de carácter son los elementos a través de los cuales valoramos y juzgamos. Vemos el mundo a través de nuestras gafas personales. Se pueden limpiar los cristales y también cambiar de gafas si es preciso. Si procuramos extraer lo mejor de cada vivencia, la vida será más plena y más agradable.
  • En la activación podemos aprender técnicas de relajación, respiración y meditación, que permiten reducir el nivel de estrés resultante. También puede ser útil controlar las reacciones emocionales desproporcionadas o nocivas.

Para activar espontáneamente los recursos personales en los momentos duros es útil ejercitarse en pequeños retos.

Frente a los inconvenientes cotidianos se puede reaccionar de muy diversas maneras. Lo mejor es hacerlo de forma constructiva y alegre. Cuanto más nos entrenemos en ello en cada pequeña cosa, mejor viviremos.

Veamos tres ejemplos:

  • He entregado un informe que me ha costado mucho realizar y sé que está bien hecho. Mi jefe no me hace ningún comentario y me siento frustrado. Mi tendencia sería enfadarme y mostrarme huraño. Me quedaría dando vueltas al asunto, sintiéndome infravalorado y con ganas de buscar otro trabajo en el que se reconociese mi labor. Pero en vez de eso decido no pensar más en el asunto y me dedico a buscar en mis compañeros cosas que me agraden y que me den ganas de decirles lo bien que están trabajando. Les expreso mi admiración de forma simple con algunas palabras de aliento. Estoy actuando de acuerdo con mis principios, doy aquello que me gustaría recibir y lo hago de forma sincera.
  • Mi pareja no tiene tiempo de ir a buscar a los niños al colegio. Esto me obliga a ir yo cada día, acortando mi tiempo personal. En lugar de discutir otra vez, me pongo de acuerdo con otros padres para organizarnos las tardes y realizar actividades con nuestros hijos de forma rotatoria. Los niños se divierten y todos salimos ganando. Con el tiempo, incluso es posible que mi pareja participe en alguna actividad y hasta colabore con alguna idea.
  • Vuelvo cansado del trabajo y en el tren no encuentro asiento. Recuerdo los ejercicios de equilibrio y enraizamiento que había leído en un artículo y me dedico a practicarlos en lugar de lamentar mi suerte. Me divierto y descubro que me siento menos cansado.

Así puede cambiar tu vida (y la de tu entorno) cuando cambias tu actitud

Como vemos, la fuerza interna es cuestión de actitud mental y de energía psicofísica. De hecho, una y otra están íntimamente relacionadas.

En física, toda fuerza se expresa a través de la interacción. Es decir, que puede realmente hablarse de fuerza interior cuando esta ejerce una acción en el exterior. ¿Y qué tipo de acciones realizan las personas con fuerza interior?

Se ha constatado, por ejemplo, que quienes viven situaciones difíciles en la infancia pueden acabar realizando labores dedicadas a ayudar a niños en dificultades, se hacen psicólogos o médicos o hallan fórmulas para compartir lo que encontraron en sí mismos. Personas que han logrado salir de la miseria y de condiciones de vida duras ayudan a otras a hacerlo, compartiendo así su logro personal.

Se diría que la tendencia general de dichas personas es al altruismo y a la generosidad. Quienes saben lo que es sufrir perciben que incluso en las situaciones más difíciles se puede aprender algo.

Un aspecto de la felicidad es implicarse en la sociedad, hacer algo por los demás, compartir y vivir la vida con sentido y compromiso.

Cuando abrimos nuestro corazón con generosidad hacia los demás, recibimos en forma de bienestar personal mucho más de lo que ofrecemos. Dar y darse es el mejor remedio para combatir la soledad, las dificultades económicas y el temor al futuro.

Como dice un proverbio chino: "No te quejes de la oscuridad, enciende una vela".