Eres un mago de tu propia vida, un ilusionista en el sentido amplio. Alguien capaz de generar nuevas ilusiones e incluso de liberarte de una identidad con la que ya no te sientes cómodo. ¿Te lo imaginas? ¿Dónde está el truco para un número tan espectacular?

¿Qué etiqueta te pones?

En el espectáculo de magia más singular que yo haya visto jamás, recogido en el documental En sí mismo, Derek DelGaudio explora el tema de la identidad. Al entrar en el teatro, el público debe elegir una tarjeta entre decenas que se exhiben en una pared. Todas están encabezadas por I AM («Yo soy») con una definición debajo: líder, soñador, iconoclasta…

Tras una función en la que combina historias de terror, su propia biografía, storytelling y trucos con cartas, en el número final el mentalista adivinará qué tarjeta ha elegido cada espectador, es decir, cómo se ha definido a sí mismo.

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Uno de los mensajes del espectáculo es que no hay mayor magia que elegir la propia identidad. Y eso empieza, muchas veces, por deshacerse de la etiqueta que nos han puesto o que hemos asumido como propia durante un tiempo.

Supongamos que alguien se ha escuchado decir, desde niño, que es un desastre, que no hace nada bien, y carga con esa creencia en todo lo que hace, dice y piensa. Estará viviendo una identidad que no es la suya, pero solo podrá liberarse de ella si toma conciencia de esa etiqueta mental y se la arranca para empezar a vivir una existencia propia. ¿Es posible convertirte en otra persona, tras años representando determinado papel? ¿Cómo se obra esa magia?

El síndrome de Zelig

Filmada como un falso documental, la película Zelig, estrenada por Woody Allen en 1983, tiene como protagonista a un hombre con la camaleónica capacidad de cambiar de identidad (e incluso de apariencia) según con quien esté. Si se halla con afroamericanos, su piel luce oscura y habla y gesticula como ellos. Aparece de uniforme militar en una recepción con Hitler, o elegantemente trajeado en compañía del magnate W.R. Hearst, parodiado por Orson Welles en Ciudadano Kane.

Sin llegar a estos extremos, hay quienes se desviven por agradar a los demás. Adaptan sus gustos, prioridades e incluso planes para encajar con las expectativas ajenas. Creen que así serán más queridos, cuando en realidad suele suceder lo contrario.

Como apunta Adam Grant en su ensayo Dar y recibir, las personas excesivamente solícitas acaban convertidas en «felpudos». El psicólogo organizacional usa esta palabra para describir lo que sucede cuando nos entregamos al mundo de forma indiscriminada: nuestros gestos dejan de tener valor y los demás nos pisotean, porque asumen que nuestra función es servir. En cambio, las personas que exhiben una identidad propia, sin plegarse por sistema a los deseos de los demás, son percibidas como auténticas y gozan de más prestigio y magnetismo.

¿Quién quieres ser?

Una de las ideas fuerza del bestséller Hábitos atómicos de James Clear es que, para mejorar tu vida, en lugar de centrarte en una lista de cosas que hacer trates de poner tu atención en quién quieres ser. Cuando el «quién» está claro, los «cómo» vienen solos. Pongamos un ejemplo práctico. Una mujer que trabaja de algo que no le gusta sueña con convertirse en escritora profesional. Siguiendo la visión de James Clear, no se centra en lo que quiere lograr –ganar un premio o vivir de los royalties de sus libros–, sino en lo que quiere llegar a ser.

Empieza a leer más y con la mirada atenta de alguien del gremio. Asiste a conferencias, participa en tertulias literarias, redacta críticas de libros y traba amistad con personas con las mismas inquietudes, además de escribir todos los días. Lo hace todo de manera natural, sin esfuerzo; no necesita cumplir con los objetivos de una lista, pues parten del «quién quiero ser». Desde que ha decidido ser escritora, se comporta como tal y su universo personal gira en torno a su nueva identidad. Se trata, así, de decidir quién quieres llegar a ser y de demostrártelo a diario a través de tus hábitos.

Ahora bien, emprender un viaje interior también requiere un punto de partida. ¿Y si no sé dónde estoy ahora, quién soy en este momento de mi vida? ¿Cómo modificar una identidad desconocida?

La ley del reflejo

En su reciente y extraordinario libro La ley del reflejo, Xavier Guix afirma que «cada vez que apelamos a la autoestima, la autoimagen y el autoconcepto con el que nos describimos a nosotros mismos, lo hacemos sin advertir las representaciones mentales que las personas crean de sí mismas». Para ello, según este psicólogo que había sido actor cómico, hay que mirarse en el espejo interior, «el que realmente importa, pues determina el grado de aceptación y amor que nos tenemos».

Para conocer, desde ese espejo del alma, quiénes somos para nosotros mismos, Guix propone tres claves que procuraré sintetizar.

Lo que rechazas o te atrae de otros está en ti

No vemos el mundo como es, sino como somos. Por el «efecto espejo», lo que observamos en los demás refleja nuestro momento interno actual. Si te llama mucho la atención la actitud de alguien, por tanto, pregúntate qué dice de ti esa característica para que te remueva tanto emocionalmente.

Quien te juzga ante el espejo es el otro en ti

En el diálogo interno que a menudo resuena dentro de nosotros está el eco de aquellas personas que nos han juzgado a lo largo de nuestra vida. Un padre autoritario, una madre condescendiente, amistades o compañeros de trabajo que nos pusieron una determinada etiqueta… En palabras de Guix, «los sigues llevando contigo. Y te siguen diciendo siempre lo mismo, convencido como estás de que tú mismo te estás juzgando». Identificar estos pensamientos de segunda mano es el primer paso para liberarte de ellos.

La realidad me la genero yo

Esta tercera clave supone una muy buena noticia, cualquiera que sea tu momento. Los demás son un espejo de cómo estás por dentro y en tu carrusel interno hay muchas ideas heredadas. Tomar conciencia de todo ello es de gran utilidad para conocerte, pero, una vez sabes quién eres, el siguiente paso es decidir quién serás a partir de ahora.

Para despejar el terreno, eres libre de cambiar tus relaciones con el mundo, de despedir a ese «consejo asesor» que ha presidido tu mente sin tu permiso. Desde ahí, ya puedes asumir la responsabilidad que siempre has tenido sobre tu existencia.

Tal como reza La ley del reflejo, la pregunta es: «¿Aceptas que estás viviendo la vida que has elegido vivir?» Si esta no te gusta, vas a tener que transformarla.

Volviendo al mentalista del que hablamos al principio, este afirma que «la magia no se encuentra en las manos del ilusionista, sino en la mente del público». Es lo que cada persona cree –por ejemplo, sobre sí misma– lo que crea la magia. Todo empieza en el teatro de nuestros sueños e ilusiones. Tal vez por eso, Derek DelGaudio concluye que «la magia es un sinónimo de esperanza».

6 claves para ser más auténtico

Encontrar tu camino, mostrándote cómo eres, pasa por descubrirte y quererte a ti mismo.

  1. Todo cambia, tú también: Heráclito afirmaba que no es posible bañarnos dos veces en el mismo río, porque el río cambia a cada instante. Al asumir esta ley, deberíamos incluirnos en el río del cambio. También tú estás en un proceso de constante transformación.
  2. Admirar puede iluminar: Un referente exterior no sirve solo para compararse o envidiar su situación, sino también como inspiración para nuestra propia vida. De hecho, muchas vocaciones empiezan por una admiración que lleva a emular el ejemplo.
  3. Visualiza tu día perfecto: Un ejercicio clásico del coaching es imaginar cómo sería la jornada perfecta de tu yo futuro: qué harías nada más levantarte, en qué consistiría tu actividad, qué relaciones tendrías, y qué hábitos. Concretarlo te ayudará a trazar una hoja de ruta.
  4. No eres uno, sino muchos: La pregunta «¿Quién soy?» es difícil de responder no solo porque nuestro yo va mutando, sino porque nuestra identidad es poliédrica e incluye muchos yoes: el que identificamos con el trabajo, el familiar, el racional, el artístico, etc.
  5. El espejo de un mentor: En un proceso de autodescubrimiento y transformación puede ser muy útil contar con una persona que nos haga de espejo a través del diálogo y devolución de lo que en realidad estamos expresando con nuestros gestos y palabras.
  6. Tu mejor consejo para ti: A veces es más fácil aconsejar a otros que a uno mismo. Supón que tu yo actual pertenece a otra persona a quien quieres y a quien debes asesorar. Ahora, desde esta distancia, ¿cuál es el mejor consejo que le darías en este momento vital?