El 6 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Sonrisa. Esta celebración tiene lugar desde 1999 cada primer viernes de octubre. La idea surgió a raíz de Harvey Ball, un artista comercial de Estados Unidos, quien diseñó el famoso símbolo de la cara sonriente, conocido como Smiley Face, en 1963.

El camino más corto entre dos personas es la sonrisa, sin lugar a dudas. No importa si no hablan el mismo idioma. El humor aligera nuestra vida y nos abre puertas en cualquier parte del mundo, además de permitirnos expresar un amplio abanico de emociones.

En una sonrisa participa toda la musculatura de la cara y el nervio facial o VII par craneal. Pero más que eso. El 70% de nuestra comunicación es no verbal y la curva de la boca, las arrugas de los ojos y su propio brillo también son esenciales a la hora de comunicar.

Una sonrisa puede ser fría, traviesa, cálida, cariñosa, cansada, tímida, irónica o de disculpa… Según el psicólogo Paul Eckman, que relacionó las emociones básicas con su expresión facial, existen 18 tipos de sonrisas.

Parece ser que el chiste más antiguo registrado es de Sumeria, de alrededor de 1900 a. de C., y dice: «Algo que nunca ha ocurrido desde tiempos inmemoriales: una mujer joven no se tiró un pedo en el regazo de su marido».

Puede que no nos partamos de risa leyendo esto, pero ofrece una pista sobre el sentido de humor de la humanidad: buena parte está conectado a la sexualidad, el funcionamiento del cuerpo y los intereses básicos del ser humano.

reír y sonreír: un bálsamo para el alma

Sigmund Freud afirmaba que «el humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo». Y es cierto: muchas veces nos vemos «sanados» cuando podemos bromear sobre las situaciones dolorosas que pasamos en la vida.

Imma Rabasco, periodista y actriz, lo resume así en su libro Reír y vivir: «El humor nos permite tomar distancia de los problemas, lo cual ayuda a resolverlos».

  • La represión de ciertas emociones en el día a día, a veces dentro de una denominada cultura, son una fuente sin fin de chistes, bromas e ironías que ayudan a mitigar la presión psicológica. El humor puede incluso ayudarnos a relativizar miedos atávicos como el que tenemos a la muerte.
  • Las risas y carcajadas liberan endorfinas y dopamina, relajándonos y aportándonos bienestar. Además, el humor disminuye el cortisol, la hormona del estrés, algo esencial para una vida sana.
  • Además de sanar el cuerpo físico y el alma, el humor alivia el peso del drama. No es casualidad que en cuentos y obras de teatro tradicionales haya un bufón que susurra o grita aquello que el rey no quiere ver: se necesita cierta locura para no tomarse la vida como un drama o, como mínimo, tomarse solo en serio aquello que lo merece. Siempre fueron personas astutas: se necesita inteligencia emocional para saber cuándo y cómo hacer broma.

«El sentido del humor es una virtud humana», dice Imma Rabasco, «por lo que perderlo puede ser una señal de que te has deshumanizado». Y, ciertamente, el miedo nos deshumaniza.

Patch Adams empezó a curar a sus pacientes por medio de la risa. Este médico y clown estadounidense sabía que, a través del incendio neuronal de las carcajadas, el sistema nervioso se relaja y dejamos de sentir el cuerpo contracturado, pues también se relaja el diafragma. Eso crea más espacio para respirar y, con más oxígeno, tenemos mayor probabilidad de sanar de cualquier afección.

Nuestro ego, el monstruo que se lo toma todo en serio, teme esa inyección de salud. El sentido de humor es un regalo de la naturaleza para aliviar la gravedad de la vida: nos libera de las etiquetas que nos limitan y nos abre al poder sanador del ingenio, del amor y de la creatividad.

Cómo empezar a sonreír y tomarte la vida con humor

Cuando aprendemos a reírnos de nosotros mismos, podemos despedir a ese juez interior que nos amarga la existencia y abrir la puerta a fluir con la vida.

1. Haz de la risa una costumbre en tu día a día

Acostúmbrate a reír de los pequeños accidentes que te ocurren en la vida cotidiana, aunque no haya espectadores. Por ejemplo, cuando algo caiga de tus manos mientras cocinas.

2. Ríete ahora de lo que no te reíste en su día

Haz una lista de las situaciones ridículas por las que pasaste esta semana, mes o año, cuando podrías haberte reído de ti mismo. Puedes hacerlo ahora.

3. Prepárate para la próxima oportunidad

Ahora pasa a la acción en tu vida real: la próxima vez que vivas una situación absurda o chocante, suelta una carcajada (en lugar de ofenderte, avergonzarte o disimular).

4. Pon palabras a lo que te pasa por la cabeza

Si te es imposible liberarte de tu juez interno, expresa en voz alta qué estás pensando. Además de tomar conciencia de lo que te dices, te quitarás presión.