A mí me costaba bailar, hasta que un día empecé a hacerlo y comprobé que por algo es el centro de la fiesta.

Tampoco entendía muy bien el significado de la fiesta, hasta que un día escuché la opinión de Lanza del Vasto y entendí su valor.

Muchos de nosotros somos la consecuencia de una fiesta, en ella se conocieron y festejaron nuestros padres y de ella partió la relación que dio sus frutos.

Pero no solo nosotros. Frutos de la fiesta han sido las filosofías y la ciencia de muchos países.

La fiesta no se celebra porque sí, ni cualquier día, ni en cualquier sitio; hay que señalar el día y el momento.

Para ello se observó el tiempo y los astros, y de ahí surge el calendario: ese papel que cuelga en muchas de nuestras paredes marcando las fiestas ha sido el fruto de la observación de los astros y de la naturaleza durante innumerables estaciones; nos indica el tiempo para la siembra y la cosecha, fundamental para la supervivencia, nos dice el tiempo de laborar y el de festejar, anuncia los cambios de estaciones y la época de las lluvias.

Todos estos cambios cíclicos nos sitúan en el universo y nos lanzan la gran pregunta: ¿qué hacemos nosotros aquí?

Y llega la respuesta: pasarlo bien, sobre todo en la fiesta.

La fiesta: una ocasión para unirse con los demás

Para formar una nación están la familia, los pueblos, las tribus, la lengua, las conquistas y las opresiones, la ayuda mutua, pero para mí lo que une a un pueblo es su fiesta: en ella reside su espíritu.

Si se quiere pertenecer a un grupo, a una comunidad de acción, hay que saber laborar y trabajar, pero si solo se sabe esto se es como un pájaro sin alas ni voz.

El trabajo une, pero la fiesta une mucho más y es bueno que festejen los mismos que trabajan; no vale que trabajen unos para que otros festejen.

En un tiempo no muy lejano, faltar a la fiesta (religiosa) era pecado y te perseguían la Guardia Civil, la Iglesia y los dictadores, que a veces saben lo que une la fiesta.

Esta sigue siendo un poderoso medio de crear unidad, de borrar roces, rencores, ofensas, preocupaciones...

Para ir a la fiesta uno se limpia, se arrepiente, se purifica, se reconcilia, reflexiona, se prepara sobre todo para reunirse con los suyos, parientes y amigos, y se presenta con las mejores galas y con una sola predisposición: pasarlo bien.

Se dice que todo casamiento es una fiesta, y toda fiesta un casamiento, un resurgimiento de la vida, un desafío a la muerte y una renovación de uno para darse al otro y a la vida.

En el centro de la fiesta, con los tambores, las canciones y los bailes de mi gente, recupero mi identidad. Con ellos expío mis culpas, con ellos recupero no sólo la gracia del movimiento sino la salud del alma y del cuerpo.

Es tiempo de recuperar la fiesta para la medicina, recordando los tiempos en los que el hombre-medicina era inseparable de su tambor.

Te guste o no la fiesta, te daré un consejo: ¡prepárala y vívela!