La fructosa es uno de los edulcorantes preferidos por la industria alimentaria porque es barata y más dulce que el azúcar refinado (sacarosa), pero los estudios científicos relacionan el exceso en el consumo con varios problemas de salud, entre ellos, algunos que afectan al cerebro.

La fructosa forma parte junto con la glucosa de la sacarosa, el azúcar refinado. Por tanto el consumo excesivo de azúcar contribuye a la carga, pero esta se ve agravada por la ingesta de productos muy ricos en fructosa como el jarabe de maíz alto en fructosa, que se emplea en muchos ultraprocesados, como refrescos azucarados, dulces, postres, salsas, cereales para el desayuno y mucho más.

Peligros de la fructosa

El consumo de fructosa representa una sobrecarga para el hígado, encargado de metabolizarla. Se sabía que el exceso contribuye al desarrollo del hígado graso y aumenta la resistencia a la insulina, lo que a su vez conduce a la diabetes a largo plazo.

También aumenta los niveles de ácido úrico, lo que puede provocar gota y cálculos renales. La presión arterial y los niveles de grasa en sangre también aumentan debido a la fructosa, y hace más probable que se presenten enfermedades cardíacas.

La fructosa puede favorecer el daño cerebral, lo que podría ser una de las razones del creciente número de personas con alzhéimer, Parkinson, depresión, TDAH, etc, según el estudio realizado en la Universidad de California.

Daño cerebral relacionado con la fructosa

Muchas enfermedades, desde la diabetes hasta las enfermedades cardiovasculares, la demencia, el Parkinson, la depresión, el trastorno bipolar y el TDAH, están asociadas con cambios en ciertos genes que controlan la química del cerebro.

Un estudio de la Universidad de California UCLA mostró que la fructosa puede provocar daño genético relacionado con el estos problemas. La fructosa puede alterar el funcionamiento de 900 genes, según los autores de la investigación.

El problema es que la fructosa elimina o agrega un determinado grupo bioquímico al ADN (nucleótido citosina), lo que activa y desactiva los genes. Los genes afectados son más de 700 en las células del hipotálamo (el centro de control metabólico más grande del cerebro) y más de 200 en las del hipocampo (el área del cerebro responsable de los procesos de aprendizaje y la memoria).

Investigaciones anteriores del mismo grupo científicoya habían mostrado que la fructosa altera la comunicación entre las células cerebrales y aumenta la acumulación de moléculas tóxicas en el cerebro.

Todo esto puede conducir a al daño cerebral y a una reducción en la capacidad para aprender y recordar.

El ácido graso omega-3 DHA protege contra el daño cerebral

Al mismo tiempo, los científicos implicados dieron buenas noticias en su publicación en la revista especializada EbioMedicine: el ácido docosahexaenoico DHA, de la familia omega-3, parece capaz de revertir el daño cerebral causado por la fructosa.

"Parece que el DHA devuelve todo el patrón genético a su estado normal y saludable", explica el doctor Xia Yang, director del estudio y profesor asistente de biología y fisiología en UCLA.

El DHA es una parte natural y esencial de la membrana de las células del cerebro humano. Fortalece las sinapsis en el cerebro y de esta manera promueve los procesos de aprendizaje y la memoria, es decir, precisamente aquellas funciones dañadas por la fructosa.

El cuerpo es capaz de producir DHA a partir del ácido alfalinolénico, que se encuentra en alimentos vegetales como las semillas de lino o las nueces. El DHA también se puede conseguir a partir del pescado graso.

Prevenir el daño con DHA

Para prevenir el daño cerebral, los investigadores participantes recomiendan evitar los productos industriales endulzados, como refrescos y postres, consumir también menos azúcar refinado y optimizar el suministro de DHA.

Las frutas no son un problema

Las frutas aportan vitaminas, minerales, fibra y otras sustancias beneficiosas. Además, las frutas no son tan ricas en azúcar como las bebidas azucaradas y los dulces. La mayoría de las frutas contienen solo entre 1,5 y 4,5 g de fructosa por 100 g.

Por ejemplo, las mandarinas con solo 1,3 g de fructosa por 100 g y las moras con solo 1,35 g por 100 g se consideran bajas en fructosa. Frutas con más fructosa (de 5 a 7 g) son las manzanas, las peras, los higos, las cerezas y las uvas.

Referencias científicas: