No, no va a venir nadie a salvarte de ti mismo, de ti misma. Ninguna persona va a solucionar tus problemas. Y si tú no quieres ponerte a ello, ni siquiera pueden ayudarte.

Una pareja puede prestarte apoyo emocional y logístico, también tus redes afectivas te pueden ayudar de diferentes maneras. Sin embargo, para salir de una adicción, para salir de una depresión, para sanar tus heridas y cuidar tu salud mental y emocional, el trabajo tienes que hacerlo tú misma, tú mismo.

Tienes que ser plenamente responsable de tu bienestar y comprometerte contigo y con tu felicidad.

En los finales felices de los cuentos que nos cuentan, los amantes se salvan mutuamente y el amor es como un hechizo mágico que transforma sus vidas. El amor entra de pronto en ellas para solucionar todos los problemas y para hacerles felices para siempre. Pero, en la realidad, el amor de pareja no salva a nadie porque todo proceso de transformación requiere un trabajo personal muy profundo.

Solo nosotros mismos podemos llevar a cabo los cambios que necesitamos para estar mejor. Solo nosotros podemos llevar el timón del barco en el que navegamos, tomando decisiones, elaborando estrategias, y haciendo pactos con nosotros mismos.

Primer paso: saber qué quieres cambiar

Muchas veces creemos que no podemos. Y es cierto, solos y solas es más difícil. Si tenemos una red de apoyo mutuo, es mucho más fácil. Pero ni una pareja, ni familiares ni amigos nos van a sacar del hoyo: están ahí arriba esperando para que tú empieces a trepar, y para que cuando logres asomarte al final del hoyo, puedan tenderte la mano para facilitarte los últimos pasos. Pero no pueden bajar contigo al hoyo, no pueden hundirse contigo. Y no es justo que les pidas que lo hagan.

Cada una de nosotras se está trabajando lo suyo. A veces tardamos más porque no logramos identificar qué nos pasa, ni nos es fácil decir en voz alta qué necesitamos, qué queremos. Y, cuando lo logramos, no sabemos cómo conseguirlo.

Nos sentimos perdidas y perdidos porque no sabemos por donde empezar, pero en realidad es fácil: hay que escucharse, hacerse muchas preguntas, y explorar nuestro interior para conocernos mejor. Así podremos saber qué es lo que nos hace daño, qué es lo que les hace daño a los demás de nosotras mismas, qué cosas podríamos cambiar para sufrir menos y para hacer sufrir menos a nuestra gente querida.

También es importante tener claro qué es lo que podemos cambiar, y qué no. Lo sabrás porque lo que puedes cambiar es lo que tiene que ver contigo, y lo que no puedes cambiar es lo que tiene que ver con los demás. Es decir: no puedes cambiar a nadie más que a ti misma.

Segundo paso: tomar decisiones

El segundo paso, tras saber qué quieres cambiar, es tomar decisiones. Siéntate a elaborar la estrategia para conseguir los cambios que necesitas: ¿cómo lo vas a hacer?, ¿qué cambios pequeños debes hacer para conseguir cambios gigantes?, ¿qué te sirve y qué no te sirve?, ¿qué te ayuda y qué es lo que te lo pone más difícil?

Es muy importante confiar en ti misma/o y pedir ayuda profesional si crees que sola/o no puedes, o si crees que una buena terapia podría darte algunas pistas sobre el trabajo que necesitas hacer.

Tercer paso: actuar

El siguiente paso es llevar la teoría a la práctica, en tu día a día, en tus relaciones más cercanas, en tus hábitos, en tu espacio de trabajo, en tu hogar, con tu circulo de gente más próxima, en tu pareja. A veces es una cuestión de ensayo y error hasta dar con la fórmula que mejores resultados te de: ponte metas realistas y pon mucho amor y energía a tu trabajo personal.

Y sobre todo, recuerda que no debes pedirle a nadie que haga tu trabajo, no esperes que nadie se haga cargo, no sueñes con soluciones mágicas que no requieren esfuerzo alguno, no delegues tu auto-cuidado en nadie más que en ti. Solo tú puedes salvarte a ti misma.