Los disparadores de la ansiedadson situaciones que activan las causas de la ansiedad latente. Es una especie de "alarma" que se encarga de avisar al organismo para que reaccione ante una emergencia o para defendernos de algún peligro. En algunas ocasiones la alarma se enciende constantemente y eso resulta muy perjudicial. Es lo que ocurre con la ansiedad.

Para entenderlo, imagina a un grupo de bomberos que están de guardia en su central. De pronto suena la alarma y todos salen corriendo hacia sus camiones. No encuentran ningún fuego y regresan, pero, nada más llegar, vuelve a sonar la alarma. Sin tener tiempo de bajarse de los camiones, salen a toda velocidad para atender la emergencia, pero siguen sin encontrar el motivo de la alerta.

En realidad, no existe ningún peligro. Lo que ocurre es que la alarma está estropeada y se dispara en cualquier momento. Los bomberos vuelven a su sede para descansar y prepararse para la siguiente emergencia, pero ya no están tranquilos. Piensan que, en cualquier momento, puede volver a saltar la alarma. No pueden relajarse, viven en un estado de continua tensión.

Lo más peligroso de esta situación es que los bomberos no pueden descansar y se agotan, los camiones se desgastan, se quedan sin gasolina y, cuando de verdad se declare un fuego, no estarán al 100% y no podrán atenderlo adecuadamente.

Detectar los disparadores de la ansiedad

Al hablar de la ansiedad, pensamos inmediatamente en los síntomas graves y limitantes que afectan a las personas que la sufren (taquicardias, dificultades respiratorias, miedo a la muerte, etc.), pero nos olvidamos del disparador, un factor clave aunque no tan llamativo.

Como ya he comentado en otros artículos, la ansiedad, en sí, no es mala. De hecho, en ciertas circunstancias, nos puede resultar muy útil para afrontar situaciones puntuales de peligro o de estrés. Sin embargo, el problema aparece cuando la alerta y la ansiedad se disparan en cualquier momento, sin previo aviso y sin ningún motivo evidente que las provoque. Por ello, en caso de sufrir ansiedad conviene reconocer qué situaciones actúan como disparador de la ansiedad.

Un ejemplo claro: una de las pacientes que acudió a mi consulta, Raquel, pudo recordar en terapia una situación que la marcó drásticamente y supuso el desajuste de su alarma de la ansiedad. Cuando ella era pequeña, tendría unos 9 años, unos ladrones entraron en su casa. Su padre, para detenerlos, se enfrentó a ellos, pero le golpearon de forma tan violenta que el hombre cayó al suelo inconsciente. Por suerte, al final, no fue nada grave, pero la pequeña Raquel presenció toda la escena y creyó que su padre había muerto.

Tras esta vivencia tan dura, la tensión extrema de esa situación y el miedo por la vida de su padre provocaron que Raquel permaneciera permanentemente en alerta. Ante cualquier situación que le podía recordar al trauma que había vivido, la alarma de la ansiedad volvía activarse.

Incluso, de adulta, 30 años después, su ansiedad seguía disparándose si escuchaba algún ruido extraño en casa, si tenía que quedarse sola, si escuchaba gritos, un tono de voz amenazante o cualquier otro detalle que la conectara con su recuerdo traumático.

La indefensión y el miedo que sintió, le empujaron a estar en constante alerta para prevenir y adelantarse a cualquier otra situación peligrosa que se le pudiera presentar. El problema es que vivía en constante tensión. Su mente no se relajaba y su cuerpo también comenzaba a notar los efectos negativos de la alerta mantenida por tantos años. Había perdido peso hasta un límite peligroso para su salud y, por otro lado, no dormía bien. No descansaba por las noches y arrastraba el cansancio durante todo el día.

Entender por qué se dispara la alarma emocional

Nuestro trabajo en terapia no se focalizó en eliminar o controlar la ansiedad, sino en entender los mecanismos que la desajustaron y la hacían saltar en cualquier momento. Recordemos que el problema no es la ansiedad, sino el disparador.

Raquel comprendió que, dada su historia, era normal que su mente estuviera en permanente alerta. No podía recriminarse ni fustigarse por ello, pero sí pudimos trabajar para comprender que la situación que vivió en su infancia fue anormalmente extrema y que las situaciones cotidianas de su vida diaria no conllevan tanto peligro.

Mediante ejercicios de relajación y reestructuración cognitiva, Raquel fue reduciendo su alerta hasta lograr un nivel normal y saludable.

Raquel entrenó su mente para que pudiera reaccionar si realmente se encontraba ante una situación peligrosa, pero que se mantuviera relajada el resto del tiempo. “Al fin, mis bomberos pueden descansar. Sé que si hay una alarma, estarán preparados para reaccionar y acudir”, me dijo al final de su terapia.