Cuando un adulto manifiesta unas expectativas negativas sobre un niño, puede llegar a influirle, hasta el punto de que el pequeño acabe actuando en la vida tal y como se “espera” de él. Para responder a las expectativas de su entorno, un niño se convertirá en revoltoso, malo o mal estudiante, si los adultos de su alrededor siempre le están calificando de esta manera. A esto se le llama el efecto Golem.

Qué es el Efecto Golem o Pigmalión negativo

El efecto que en psicología llamamos Golem o Pigmalión negativo se refiere a que, desde los primeros días de vida, las palabras que se dirigen a los niños (en el entorno familiar y también en el entorno escolar) van modelando su personalidad.

  • Si los adultos que les cuidan, les hablan con ternura, con respeto y les dirigen palabras amables y que les describen de forma positiva, estos pequeños crecen con una alta autoestima, con un autoconcepto fuerte y positivo, y, a lo largo de su vida, procurarán convertirse en la mejor versión de ellos mismos.
  • Sin embargo, si las palabras que reciben loa niños son negativas, les descalifican y, además, les cuelgan rasgos de personalidad nocivos, estos pequeños crecen condicionados por las bajas expectativas de su entorno y, para cumplir la profecía de sus mayores, merman su desarrollo y actúan de la forma que les dicen que son.

Estos niños descalificados y desmoralizados, no lucharán jamás para desarrollar todo su potencial y capacidades.

Para explicarlo, voy a poner como ejemplo el caso de Alberto, un niño de altas capacidades que tenía 10 años cuando vino a mi consulta. Se aburría en clase porque estaba cansado de ver los mismos temas año tras año. No se sentía estimulado.

Fruto de su aburrimiento, no paraba de distraer a sus compañeros, les hablaba o les pedía que le prestaran un lápiz, que le dijeran la hora, etc. Su actitud le fue generando fama de niño problemático, ya que, además de entretener a sus compañeros, no paraba de interrumpir el desarrollo normal de la clase.

Sus profesores, que ya le tenían encasillado como disruptivo, se anticipaban a lo que él pudiera hacer y le regañaban cuando ocurría algún alboroto en el aula, incluso si no había sido él el causante. Además, no paraban de afearle su actitud y de descalificarle delante de sus compañeros, lo que también resultaba problemático y humillante para el niño.

El Efecto Golem actúa como un bucle

En el caso del Alberto, como en muchas ocasiones ocurre, la situación fue desanimándolo cada vez más. Su rendimiento comenzó a bajar. Sus profesores lo achacaban a su escasa atención y a su mal comportamiento en clase, pero no entendían que sus prejuicios y sus comentarios nocivos estaban influyendo en el pequeño y que sus palabras. Le estaban forzando a actuar de forma negativa para cumplir las bajas expectativas que tenían sobre él.

Cuando acudieron a mi consulta, los padres de Alberto esperaban que, con el inicio del nuevo curso, su hijo pudiera empezar desde cero la relación con sus nuevos profesores y que esto aliviara la mala fama con la que había cargado durante el curso anterior.

Sin embargo, sus esperanzas se vieron mermadas cuando una profesora, que estaba pasando lista el primer día de clase para conocer a los alumnos, le dijo: “Así que tú eres el famoso Albertito”.

Según parce, en las reuniones previas al inicio del curso, los profesores del año anterior habían advertido a los actuales sobre el “mal comportamiento” de Alberto y les habían condicionado para que le juzgaran antes, incluso, de conocerle. En este caso, el efecto Golem se transmitió de un curso a otro.

¿Qué hacer para frenar el bucle del efecto Golem?

Siguiendo mi consejo, los padres fueron inmediatamente a hablar con el tutor y el orientador para quejarse sobre la situación que estaba sufriendo su hijo. Además, les escribí un informe sobre las Altas Capacidades de Alberto y sus necesidades especiales de un acompañamiento emocional adecuado y un estímulo intelectual diferente al de sus compañeros.

Por suerte, los profesores se mostraron receptivos y cambiaron su punto de vista sobre Alberto, animándole en sus tareas y apoyándole en sus necesidades, lo que ayudó a que el pequeño se tomara el curso con renovada ilusión y diera lo mejor de sí mismo.

Lamentablemente, esto no ocurre en la mayoría de los casos y muchos niños (y adultos) desaprovechan su potencial por culpa del efecto Golem.

Cuidar nuestras palabras es una acto de responsabilidad que tenemos los adultos hacia los más pequeños. Tanto en casa como en el colegio o en cualquier entorno, debemos alejarnos de calificaciones y prejuicios negativos que desaniman a los niños y les empujan a convertirse en una versión de ellos mismos que no es real, que solo es el reflejo de unas expectativas nocivas cargadas de prejuicios.