Nacer el mayor, el menor o el mediano, no tiene porqué determinar los rasgos de personalidad de los niños. Sin embargo, en familias en las que sus dinámicas no son saludables, la posición de nacimiento sí que puede influir en el desarrollo de su carácter.

Este el caso de los hermanos medianos atrapados entre el mayor, al que todos admiran por ser el primero, y el pequeño, al que todos miman.

En familias en los que los roles están muy determinados por la posición de nacimiento, nadie se fija en ese hermano de en medio. Está ahí, como en tierra de nadie, y tiene que ser él, sin ningún tipo de ayuda o apoyo, el que reclame su papel en la familia. Esta búsqueda de su propia identidad, la suele realizar a través del inconformismo y la reivindicación.

Perfil emocional del hermano del medio

Estos niños, a menudo, en determinadas familias, necesitan llamar la atención para que le hagan caso y les valoren. Si nadie se percata de su existencia, si no les cuidan como a los otros niños de la familia, se sienten solos, perdidos y frustrados. Nadie valora su existencia. Se sienten invisibles. Se podría decir que, de algún modo y, con razón, se enfadan con la vida y con sus padres.

Muchos hermanos medianos de familias con roles muy marcados (suele ocurrir mucho en las familias de corte tradicional) acaban siendo tachados como “los rebeldes”, “las ovejas negras”. En realidad, este inconformismo nace del desarrollo de una fuerte personalidad. Sin unos adultos que los visibilicen, estos niños tienen que buscarse la vida por sí mismos.

Se pueden convertir en personas de fuerte carácter, con una gran determinación.

Sin embargo, la falta de atención de sus mayores, también les convierte en personas vulnerables y muy sensibles ante las muestras de cariño o de ausencia de éste.

Ser el del medio puede originar ansiedad

Cuando Juan acudió a mi consulta, me encontré ante una persona muy ansiosa y estresada. Según me comentó, no encontraba la forma de calmarse o sentirse bien.

Siempre estaba alerta, desconfiaba de los demás y no sabía cómo dejar de sentir tanta angustia. Me comentó que era músico y que siempre había logrado dominar su ansiedad a través de su arte, pero que en los últimos meses, ni su música podía ayudarlo.

Cuando comenzamos su terapia me comentó que era el mediano de tres hijos. El mayor tenía cuatro años más que él y la menor, había nacido justo diez meses después que él.

Según me dijo, su madre siempre contaba que se había quedado embarazada en la cuarentena. También le decía que había sido un bebé muy problemático que no paraba de llorar y de tener cólicos.

Juan siempre tuvo que compartir la atención de sus padres.

No recordaba un solo minuto de su infancia en el que le hubieran dedicado algo de atención por sí mismo. Solo le hacían algo de caso cuando se enfadaba y gritaba. Así que, desde que era muy pequeño, se recordaba enfadado con todo el mundo. En su familia le ponían motes y se burlaban de él por este motivo. Le llamaban “Juan cabreos” o “Juan segundo, el enfadado”.

En una de sus sesiones Juan se recordó solo llorando en el jardín de su casa. Tenía unos cinco o seis años, se había caído de una de las higueras que tenían y se había roto una pierna. Le dolía tanto que no podía caminar, así que, por más que gritó y lloró, pasaron varias horas hasta que se dieron cuenta de su ausencia y fueron a atenderle.

Cómo liberarse de esa coraza

Juan recordó la impotencia que sintió en aquellos momentos. Pensó que nadie le amaba y que iba a morir allí solo, sin ayuda de nadie. Desde aquel episodio se volvió desconfiado y le era muy difícil creer en su familia o en cualquier otra persona.

De hecho, nunca llegaba a intimar realmente con ninguno de sus amigos, les mantenía a una prudente “distancia emocional” como me comentó. No quería abrirse a nadie, ni tener pareja, no se fiaba de que fueran a abandonarlo y dejarle solo.

Poco a poco, Juan fue trabajando para reconstruir su autoestima y la confianza en sí mismo. Comprendió que de niño había sufrido, por parte de sus padres, un verdadero abandono emocional, pero que ahora, como adulto, podía cuidar de sí mismo. Por fin pudo verse tal y como realmente era, una persona de gran valía, talento y fortaleza.

Juan pudo liberarse de la coraza que había tenido que crearse para sobrevivir en el mundo de desamor de su infancia. Comenzó a abrirse a la gente, a confiar en algunos amigos de verdad e incluso se lanzó a salir en serio con un chico, un cantante que conocía desde sus comienzos en la música, que siempre había estado ahí a su lado cuando había necesitado ayuda.