Las personas suelen buscar terapia cuando se encuentran en una situación de crisis vital. Saben que quieren mejorar y que deben cambiar su vida, pero se ven incapaces de salir del pozo en el que viven. Están tan influidos por su malestar emocional, que ni siquiera les es posible imaginar cómo sería tener una vida diferente.

Cuando llegan a mi consulta, les comento que, para lograr el objetivo que se han marcado al acudir a terapia, debemos focalizar la atención del trabajo terapéutico en el pequeño avance de cada sesión, en lugar de centrarnos únicamente en la meta final.

Obviamente, siempre tenemos en mente el objetivo final de salir de la depresión, controlar la ansiedad o eliminar una fobia, pero en lugar de convertirlo en un nuevo elemento que genere más estrés, es más provechoso dejarlo en “stand by”, sin prestarle mucha atención, mientras nos centramos en avanzar paso a paso.

Suele ocurrir que el objetivo inicial que se marcaron, se va modificando y definiendo mejor a medida que avanzamos el trabajo terapéutico. Quien acude a terapia suele terminar logrando mucho más de lo que se planteaba en un principio, simplemente porque su punto de vista inicial era muy negativo y le impedía ver todas las posibilidades que tenía a su alcance.

El factor que más influye en esta percepción negativa del futuro es la configuración previa de nuestro cerebro.

Por ejemplo, una persona que ha vivido desde pequeña en constante alerta y con numerosos ataques de ansiedad, no es capaz de imaginar cómo puede ser vivir una vida calmada y equilibrada. Simplemente, no puede pensar en ello porque nunca ha tenido una referencia. Sería como pedirle a alguien que imagine el color rojo si nunca lo ha visto.

Por qué ir poco a poco: un ejemplo real

En esta situación se encontraba Emma cuando comenzó su terapia. Desde su primera infancia, su autoestima había sido continuamente machacada por su familia y por el colegio.

En casa, siempre la comparaban negativamente con sus primas o con sus compañeros de clase. Cada iniciativa que tenía, grande o pequeña, era anulada y boicoteada por su madre.

En el colegio, siempre le marcaban en rojo todo lo que hacía mal, pero nunca valoraban su esfuerzo ni sus logros.

Con el paso del tiempo, la pequeña Emma terminó convencida de que era una inútil, incapaz de estudiar y de que jamás conseguiría nada importante.

Ya adulta, Emma sabía que no quería seguir sintiéndose así de mal y que quería ser capaz de tomar las riendas de su vida, pero seguía dudando continuamente de sí misma.

Cuando pensaba en emprender un nuevo negocio, su pensamiento era catastrofista: “No voy a ser capaz. No merece la pena”.

Y cuando reflexionaba sobre cómo estaba criando a sus hijos, se veía como la peor madre del mundo: “Les estoy arruinando la vida”, me decía.

Desde este punto de vista, al inicio de su terapia, no era productivo centrarnos en los objetivos que quería lograr, su autoestima debilitada lo oscurecía todo. Por ello, le propuse ir trabajando poco a poco para comprender cómo le habían forjado esa visión tan negativa sobre sí misma; a la vez que conectábamos con ella misma y con su verdadero potencial.

En cada sesión, avanzaba un pequeño paso esencial.

  • Un día comprendió que su madre tenía sus propias taras emocionales y que no fue capaz de acompañarla emocionalmente.
  • Otro día, fue capaz de liberarse de los mensajes negativos que sus padres le decían constantemente.
  • En otra ocasión, pudo ver cómo sus profesores volcaban sobre ella sus propias frustraciones personales y pudo liberarse de aquellas marcas rojas en su cuaderno.

A medida que avanzamos en la terapia y Emma fue liberándose de sus patrones tóxicos, también cambió su forma de percibir el mundo. Entró una luz diferente en su oscuridad y pudo ver alternativas que antes ni siquiera era capaz de plantearse.

Definir un objetivo paso a paso

Avanzando paso a paso, se liberó de aquella visión tan negativa que tenía al principio y comenzó a verse capaz de emprender un negocio on-line. También, ganó confianza para criar a sus hijos de forma diferente, aunque esto le supusiera pelearse con su familia.

Al principio de su terapia, Emma deseaba reforzar su autoestima y vivir mejor, pero no era capaz de imaginar cómo podría lograrlo. Con el trabajo constante de su terapia, sesión a sesión, este objetivo se fue definiendo y materializando hasta reforzar su autoestima, de forma que pudo lograr mucho más de lo que podía imaginar al inicio de su trabajo terapéutico.