La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) afirma que antes de que la comida llegue a los hogares ya se ha perdido un tercio de la cosecha de alimentos, lo que representa 1.300 millones de toneladas al año.

Esto significa un desperdicio de 177 kg de comida por persona y año, algo muy poco presentable cuando 1.000 millones de seres humanos tienen dificultades para alimentarse.

El problema es muy grave y se está enfrentando en algunos países. Sin embargo, en España las iniciativas legislativas se encuentran paralizadas y ni siquiera aparecen en forma de promesa en los programas electorales de los principales partidos.

El desperdicio de alimentos contribuye al cambio climático

El desaprovechamiento de los alimentos también tiene repercusiones importantes sobre la mayor amenaza que pesa sobre la vida en el planeta: el cambio climático. A nivel planetario, la producción de estos alimentos que no llegan a consumirse son los causantes del 8-10% de las emisiones de gases con efecto invernadero.

Hay que tener en cuenta que los alimentos vegetales, cuando no son correctamente tratados y compostados, fermentan en los campos y vertederos emitiendo a la atmósfera toneladas de metano, un gas con un efecto invernadero 25 veces mayor que el dióxido de carbono.

"Disminuir la cantidad de alimentos que desechamos es fundamental para alimentar a una población que no deja de crecer", explica Liz Goodwin, directora de Pérdida y Desperdicio de Alimentos para el Instituto de Recursos Mundiales, una organización que lucha por la administración sostenible de los recursos naturales.

Un problema: la distribución global de alimentos

Buena parte del desperdicio se produce por desajustes entre los sistemas de producción agrícola, almacenamiento, transporte y comercialización mundial de los alimentos. Por esta razón, la producción y consumo de alimentos locales se asocia con menos desperdicio.

A nivel comercial, uno de los retos que tenemos por delante es que las empresas distribuidoras sean menos exigentes con el aspecto que deben presentar frutas y hortalizas. Actualmente se descarta parte de la producción porque los vegetales presentan tamaños o formas que no encajan en nuestros "cánones de belleza alimentaria".

Las leyes necesarias que no llegan

En varias naciones europeas se han lanzado campañas para promover el consumo de "alimentos feos", pero muy sanos. En Francia, por ejemplo, los supermercados Intermarché venden los feos un 30% más baratos (pero los venden, cuando antes se llevaban a los vertederos).

En Alemania se han organizado dos plataformas (Culinary Misfits y Ugly Fruits) para vender estos alimentos despreciados por las grandes distribuidoras, y en el Reino Unido, el mediático cocinero Jamie Oliver es el portavoz de una campaña a la que se han unido ya varias cadenas de supermercados.

Todas estas iniciativas están bien, pero son voluntarias y, por tanto, de eficacia más limitada que si fueran obligatorias. Las asociaciones de consumidores, como la Organización de Consumidores y Usuarios, exigen que el desperdicio se combata con la ley. Es algo que ya se hace en Francia: los supermercados de más de 400 metros cuadrados no pueden tirar sus excedentes, sino que deben entregarlos a los bancos de alimentos o a plantas de compostaje si ya no son comestibles.

No está en los programas electorales

Es España, en 2013 el ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación lanzó la campaña informativa "Más alimento, menos desperdicio" y en 2017 el Senado creó una ponencia sobre el desperdicio alimentario, primer paso para desarrollar una legislación sobre la materia.

Doce expertos llegaron a comparecer en el Senado pero la iniciativa todavía no ha dado frutos legislativos, debido probablemente a la situación interina del Parlamento y el Gobierno.

Por desgracia, la iniciativa no aparece en ninguno de los programas electorales de los 8 principales partidos –PSOE, PP, VOX, UP, C'S, ERC, PNV y MP– que se presentan a las elecciones generales del próximo 10 de noviembre, por lo que probablemente la legislación no echará definitivamente a andar hasta que no sea impuesta por la Unión Europea.

En los hogares también se están tirando los alimentos

Si la producción y distribución de los alimentos no está bien organizada y como resultado se pierden alimentos, el problema continúa en los hogares donde se tira a la basura una proporción demasiado grande de los productos que se han comprado.

En España, en 2018 se tiró más comida a la basura que en 2017. El desperdicio se incrementó un 9% hasta alcanzar la friolera de 1.339 millones de kg de alimentos y bebidas. Con lo que tiramos podrían haber comido todo el año más de 2 millones de personas.

El 81,5% de los hogares confiesa que tira comida a la basura y solo el 18,5% dice que no lo hace. Como media, cada hogar tira 1,5 kg de alimentos a la semana. Y lo que más tiramos son los alimentos nutricional y económicamente más valiosos.

Lo que más tiramos: frutas y verduras

El 32% está compuesto por frutas, entre las que destacan las manzanas, los plátanos y las naranjas. Las hortalizas siguen a las frutas en cantidad desperdiciada: el 14% de todo lo que tiramos.

Parece que al comprar sabemos los alimentos que nos convienen, pero luego dejamos que se nos estropeen en la cocina y consumimos alimentos más golosos, repletos de grasas y azúcares, a menudo procesados y ultraprocesados, como pizzas y otros preparados que no llegan a estropearse porque no son frescos o porque están repletos de aditivos.

El 16% de lo que echamos a la basura son restos cocinados. Cocinamos pensando en aprovechar una parte en los días siguientes, pero se nos acaba estropeando en la nevera. "Las tomas o las dejas": las sobras que más despreciamos son las valiosas lentejas (ricas en proteína, hierro y otros minerales, vitaminas del grupo B y fibra dietética). Después de las lentejas, las ensaladas son los platos que tiramos con más frecuencia.

Los datos aparecen en un informe del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación que saca a la luz nuestras miserias. La conclusión es que si elaboráramos los menús con lo que más tiramos a la basura, nuestra dieta sería excelente. En cambio, en los hogares españoles se desperdicia menos carne, pescado, pizzas y bocadillos.

Cómo reducir el desperdicio de alimentos en casa

Tiramos alimentos a la basura porque no somos conscientes de lo que representa a nivel ambiental y para la economía familiar. Como media, cada hogar pierde de esta manera entre 250 y 600 euros al año.

1. Compra solo lo que necesites

Antes de hacer la compra, planifica el menú semanal y escribe la lista de los ingredientes que vas a necesitar, especificando las cantidades. Ten en cuenta lo que ya tienes en la despensa, la nevera y el congelador.

2. Piensa en raciones moderadas

A menudo nos dejamos llevar por el deseo de vernos rodeados de abundancia en la mesa. El problema es que este deseo contribuya a la ingesta de un exceso de calorías (si nos lo comememos todo) o al desperdicio de alimentos (si no lo hacemos). La moderación en las raciones es uno de los grandes secretos de la alimentación sana. Tenlo en cuenta a la hora de poner los alimentos en la balanza.

3. Aprende a aprovechar

Si te ha sobrado comida, decide si la dejas en la nevera para consumirla en los próximos días o si la congelas. Pero no pienses en el congelador como un lugar donde se puede guardar por tiempo indefinido. También tienes la posibilidad de hacer compotas, mermeladas, batidos, sopas o fermentados.

4. Conoce las posibilidades de los alimentos

Aprovechar todas las posibilidades de un alimento es un arte. Por ejemplo, las pencas de las acelgas o los troncos de las alcachofas están deliciosos rebozados en tempura. Y con las hojas de las zanahorias, picadas, puedes preparar un increíble pesto.

5. Organiza bien la nevera y la despensa

Pon siempre delante, bien a la vista, las sobras y los alimentos con fecha de caducidad más cercana. En el día a día prefiere estos alimentos a los que están detrás. Algunos trucos prolongan la vida de los vegetales frescos. Por ejemplo: lava las verduras de hoja y guárdalas en un táper en capas alternas con papel de cocina. Por otra parte, es importante guardar los alimentos frescos en cuanto llegues a casa con la compra.

6. Lee las fechas

El olor y el aspecto de un alimento son las mejores señales de su estado, pero es mejor no consumir productos caducados aunque no parezcan estropeados. No confundas la fecha de "consumo preferente" con la de caducidad. La primera es solo una orientación, indica que la calidad del alimento puede haberse reducido, pero no significa que pueda estar en mal estado.

7. Nevera fría y limpia

Las condiciones de la nevera influyen lógicamente sobre su capacidad de conservación. La temperatura recomendable es de 4-5ºC (además de ajustar el termostato, comprueba que las gomas de la puerta estén en buen estado para que no entre el calor). Por otra parte, conviene hacer una limpieza del interior una vez a la semana con una mezcla a partes iguales de vinagre de limpieza y agua.

8. Si comes fuera o necesitas comida preparada

Recurre a la aplicación "Too good to go", donde encontrarás ofertas a precio reducido de restaurantes y otros establecimientos en tu entorno con comida que no han vendido a lo largo del día. Y si comes en un restaurante, recuerda que puedes pedir que te preparen un táper con las sobras.