La Ley de Residuos ha tenido una tramitación agitada. En diciembre de 2021, el Congreso aprobó con los votos de PSOE, Unidas Podemos y partidos minoritarios un proyecto que prohibía el bisfenol A y los ftalatos en los envases de alimentos y bebidas. Pero al pasar al Senado, un acuerdo entre PSOE y PP enmendó el texto y eliminó la prohibición, dejando la decisión en manos de futuras directivas de la Unión Europea. Pero al volver al Congreso, de nuevo un acuerdo entre PSOE y UP restableció la prohibición.

Finalmente la Ley de Residuos establece que "estará prohibida la utilización de ftalatos y bisfenol A en envases". La entrada en vigor de la prohibición será el 1 de enero de 2023.

Auque el texto aprobado parece una buena noticia para la salud de los ciudadanos, en realidad podría haber sido más ambicioso. De hecho, una de las enmiendas proponía prohibir no solo el bisfenol A, sino toda la familia de los bisfenoles. Con la ley aprobada, la industria tiene la posibilidad de sustituir el bisfenol A por bisfenol S, por ejemplo, muy similar.

Por otra parte, la nueva ley también prohíbe que se añadan microplásticos a la composición de cosméticos y productos de limpieza.

¿Por qué son peligrosos para la salud los ftalatos y el bisfenol?

La Unión Europea reconoció en 2017 el carácter de disruptor endocrino de los ftalatos y del bisfenol A, que se incluyeron en la lista de sustancias altamente preocupantes para la salud (SVHC). Fue el primer paso que los estados miembros avanzaran hacia su prohibición.

La última revisión científica de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) rebajó el umbral de ingesta diaria tolerable en el caso del bisfenol A por los efectos negativos sobre el sistema inmunitario. La EFSA alegó que la exposición actual al bisfenol es "motivo de inquietud en materia de salud" y disminuyó 100.000 veces el límite de exposición recomendado, dejándolo en 0,04 nanogramos.

Los ftalatos y el bisfenol son disruptores endocrinos, es decir, sustancias capaces de actuar como si fueran hormonas y causar daños en el riñón, el hígado, los órganos del sistema reproductivo, el metabolismo y las funciones cognitivas. Una reciente investigación llevada a cabo en el ISGlobal de Barcelona ha probado que las niñas con una exposición más elevada al bisfenol A en el vientre materno podrían tener mayor riesgo de asma y sibilancias.

  • Los ftalatos (DEHP, dietilhexilftalato; DIBP, diisobutilftalato; DBP, dibutilftalato y BBP, bencilbutilftalato) están en perfumes, ambientadores, geles de ducha, productos de limpieza y tápers, entre otros muchos productos.
  • El bisfenol A, puede encontrarse en envases de bebidas y alimentos, incluidas botellas de plástico rígido transparente o azulado (como los botellones de policarbonato que se usan en las fuentes de agua para oficinas), latas de conserva metálicas que lo contienen en el recubrimiento interior o bolsas de palomitas para microondas.

El precedente de los biberones

En 2011, la Unión Europea tan solo había accedido a prohibir la fabricación, importación y comercialización de biberones que contuvieran bisfenol A en aplicación del principio de precaución, con objeto de proteger la salud infantil.

El bisfenol A era habitual en los biberones de plástico fabricados con policarbonato. Cinco años más tarde el Parlamento Europeo había solicitado que la prohibición de usar esta sustancia se extendiera a todos los envases alimentarios.

En España también había habido movimiento. El grupo parlamentario de Izquierda Unida había presentado en 2013 una proposición no de Ley en las Cortes para que se prohibiera este compuesto en envases alimentarios, pero la iniciativa no tuvo éxito. Se pretendía seguir el ejemplo de Francia, que había aprobado prohibirlo a partir de 2015.

¿Se acabará el problema cuando se prohíba el bisfenol A?

No, porque sus sustitutos actuales tampoco son inocuos. La lista de sustancias consideradas disruptores endocrinos y todavía no reconocidas oficialmente como tales es larga y no poco "preocupante".

Uno de ellos, utilizado en botellas de plástico "libres de BPA" es el fluorine-9-bisfenol (BHPF) que, según un estudio publicado en Nature Communication por un equipo de investigadores chinos y japoneses, posee efecto antiestrogénico, es decir, el contrario al bisfenol A, pero continúa siendo un disruptor endocrino que puede afectar al desarrollo del niño durante la gestación incluso en dosis menores que el BPA. El estudio se ha realizado en animales y debe confirmarse en personas.

Otras fuentes de disruptores endocrinos

Además de los ftalatos, el bisfenol A o sus alternativas, los disruptores endocrinos se hallan en multitud de productos que forman parte de la vida cotidiana.

  • Los nonilfenoles se hallan en preservativos con espermicida, detergentes y alimentos contaminados con plaguicidas agrícolas.
  • Los retardantes de llama polibromados (PBBs) usados para evitar incendios son potentes alteradores de la tiroides. Estos compuestos se hallan, por ejemplo, en aparatos eléctricos, ropa o la espuma de poliuretano empleada como aislante en la construcción.
  • Las dioxinas, además de cancerígenas, son disruptores endocrinos. Su principal fuente son las incineradoras, incluidas las municipales de basuras, así como empresas papeleras y fundiciones de cobre y hierro. Una vez liberadas al ambiente acaban acumulándose en la grasa de los animales de granja y los alimentos que se obtienen de ellos.
  • Los compuestos organoclorados emitidos por los motores de combustión también son disruptores endocrinos.
  • Los parabenos todavía son conservantes habituales en productos de higiene doméstica y personal, aunque muchos fabricantes han dejado de usarlos ante las noticias que los relacionan con el cáncer de mama.
  • Los filtros solares químicos como la benzofenona se comportan como disruptores. Un estudio realizado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en colaboración con el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona probó que estos filtros son capaces de atravesar la piel y llegar hasta la placenta.

Todas estas sustancias están afectando silenciosa pero gravemente a la capacidad reproductiva y la salud de las personas y de los animales. La investigadora pionera en disruptores endocrinos Theo Colborn lo explicó hace ya 21 años en su libro Nuestro futuro robado (Ed. Ecoespaña), escrito con Dianne Dumanoski.