Christophe André es un psiquiatra y psicoterapeuta francés. La lectura de la obra de Freud a una edad muy temprana le hizo dedicarse a la investigación de la mente y a la práctica clínica. En la actualidad es uno de los estudiosos de las emociones más influyentes.

Es autor de Prácticas de autoestima, Psicología del miedo, Los estados de ánimo: el aprendizaje de la serenidad, El placer de vivir o La fuerza de las emociones –este último en colaboración con François Lelord–, todos publicados en España por Kairós.

¿Por qué tendemos más hacia los estados de ánimo negativos?

¡Es la desgracia del ser humano! (Ríe). En todos los idiomas hay dos veces más adjetivos para designar los estados de ánimo negativos que los positivos. ¿Por qué? Seguramente porque la vida es difícil y peligrosa, y los estados de ánimo negativos nos sirven para centrar la atención sobre los peligros. La evolución seleccionó primero a los individuos más ansiosos o más agresivos, porque sobrevivían más.

Entonces, ¿qué papel tienen los estados de ánimo positivos?

También son muy útiles para nuestra supervivencia. Cuando nuestros antepasados vivían en la sabana y vigilaban la presencia de predadores o enemigos –gracias a la inquietud y al miedo–, después descansaban y se relajaban. Miraban a su alrededor y veían frutas, cosas para comer...

Los estados de ánimo negativos hacen que nos centremos en los detalles, mientras que los positivos nos permiten tomar distancia frente a las cosas.

¿Algún ejemplo actual?

Por ejemplo, imaginemos que estamos tristes, estresados o enfadados y hablamos con un amigo durante una hora. Si en un momento concreto nos dice algo negativo, curiosamente, pondremos la atención en ese detalle. En cambio, si estamos de buen humor, podremos mantener distancia; pensaremos que quien nos ha dicho algo negativo es nuestro amigo y le quitaremos importancia.

¿Se hereda la tendencia a tener estados de ánimo negativos?

Hay una influencia genética que propone una fragilidad, pero no un destino obligatorio. Las personas somos dueñas de nuestra vida, y si nuestro entorno o nuestra familia nos enseña a utilizar esos estados de ánimo heredados, podemos transformarlos en capacidad poética, de reflexión, sensibilidad, receptividad... Hay, por tanto, influencias mezcladas: genética, experiencias de vida y la cultura en la que vivimos.

¿Las personas positivas desarrollan mayor confianza, autoestima y creatividad?

Los estudios científicos confirman que existe un vínculo entre los estados de ánimo positivos y la confianza y la autoestima. Pero con relación a la creatividad no está tan claro. Mucha gente piensa que el sufrimiento te vuelve más creativo, aunque es un pensamiento romántico. En el siglo XIX se creía que, para ser poeta, había que sufrir.

Pero imagino que no es así...

Hoy vemos que hay diferentes formas de vivir la creatividad: hay quienes crean más cuando están felices, y otros que necesitan haber sido un poco infelices para poder crear. Pero, atención, es el sufrimiento pasado el que te hace más creativo, el presente puede impedirte dar un paso.

¿Cómo podemos estar bien cuando el mundo va mal?

Hay investigaciones que demuestran que sentirnos positivos nos hace más altruistas. En cambio, si nuestros estados de ánimo son negativos, nos replegamos, nos encerramos sobre nosotros mismos. Si me digo a mí mismo que no tengo derecho a ser feliz mientras haya personas infelices a mi alrededor, además de estar equivocado, coartaré mi felicidad.

Creemos que la felicidad nos hace egoístas, pero ocurre lo contrario: cuanto más feliz soy, más poder tengo para ayudar a los demás.

Entonces, ¿cómo podemos hacer frente a nuestra negatividad?

Nuestro cuerpo necesita moverse. Pero la vida moderna nos priva de esta necesidad: nos movemos en coche o en metro, cogemos el ascensor... Por eso nos surge la necesidad de hacer deporte. Del mismo modo, nuestro espíritu necesita lentitud, continuidad y calma. Pero la vida de hoy impide la lentitud y la continuidad, ya que estamos rodeados de ruido. La tendencia en auge de hacer meditación o retiro responde a una carencia que tenemos en nuestro mundo.

¿Qué le sugiere la frase ‘Más Platón y menos Prozac’?

Es una verdad a medias. Parece sugerir que con la sabiduría o la reflexión es suficiente. Pero es la mitad del trabajo. La otra mitad es caminar, hablar con la gente..., porque los dos grandes antidepresivos son la actividad física y el contacto social.

El buen humor también es un antídoto natural contra los momentos bajos. ¿Cómo podemos fomentarlo?

El buen humor aumenta con el contacto social, la gratitud, la amabilidad... Se ha demostrado que ser solidario no solo beneficia a los demás, también a uno mismo. Hay un ejercicio que consiste en pensar en tres cosas buenas que hemos hecho durante el día. Pero aún es más beneficioso pensar en “a quién debemos esas tres cosas buenas que me han ocurrido hoy”. Por ejemplo, si escuchamos una buena pieza de música, damos las gracias mentalmente al músico que ha hecho el esfuerzo de crearla. O si estamos comiendo un buen plato, podemos pensar en el agricultor que lo ha cultivado. Parece un pequeño detalle, pero la gratitud permite en los estados de ánimo positivos doblar los efectos; nos conecta con los otros seres humanos y nos da seguridad.

Los estados de ánimo negativos nos ayudan a conocernos...

El equilibrio psicológico es una mezcla entre estados de ánimo positivos y negativos. En esta mezcla tiene que primar lo positivo sobre lo negativo, pero los estados de ánimo negativos son importantes también. El sentimiento de culpa, por ejemplo, es muy importante para la persona y la sociedad.

¿Para que sirve el sentimiento de culpa?

Alguien que nunca se siente culpable no se cuestiona y puede dañar a los demás. El aburrimiento también es necesario, ya que ayuda a tomar conciencia de uno mismo y, en vez de huir, uno se pone a reflexionar.

¿Pero hay estados de ánimo menos definidos?

Muchas veces los estados de ánimo son mixtos. La nostalgia es un estado de ánimo positivo-negativo: positivo porque nos acordamos de cosas buenas del pasado, y triste, porque esas cosas quedaron atrás.

¿Es partidario de medicar a las personas depresivas o ansiosas?

Yo prefiero disminuir los medicamentos y aumentar los esfuerzos del equilibrio emocional. Me interesa la psicoeducación, explicar a las personas que la salud psicológica es el resultado de ciertos esfuerzos: así como nuestra salud física depende de lo que comemos, la salud de nuestro espíritu depende de cómo nos entregamos a reequilibrar nuestros estados de ánimo. Los medicamentos, a veces, son necesarios, porque actúan como salvavidas: durante una crisis, a una persona que está viviendo una depresión fuerte no se le puede enseñar un método.

Para vivir más felices, ¿debemos estar más conectados con nuestra espiritualidad?

Sí, ciertamente. Podemos encontrar espiritualidad en nuestra relación con la naturaleza, con los demás, en el amor incondicional, en la amabilidad, en dar sin recibir... Todo ello es una forma de espiritualidad cotidiana. Hay una historia que lo ilustra, la de Evguénia Guinzbourg, una superviviente del gulag estaliniano. En sus memorias, habla del día en que la llevaron detenida para ser juzgada por disidencia política. En la época de Stalin, las dos únicas sentencias posibles ante un tribunal político eran la muerte o el gulag. En un momento dado, Evguénia es encerrada en una habitación con una pequeña ventana. A través de ella, podía ver un árbol grande que se mecía con el viento. Ella relata esta escena en su diario: “Veo este árbol con sus hojas meciéndose y me emociona muchísimo. Es como si fuera la primera vez que contemplara esta belleza”. Tal vez moriría al día siguiente, pero demostró una inteligencia espiritual extrema:

Entendió que lo importante no era pensar en la muerte sino vivir el presente. ¡Eso es un acto de gran espiritualidad!