Desde su casa en Colorado y, gracias a la intermediación de la editorial Siglantana, que ha publicado en castellano su último libro, Carencia y Trascendencia, David Loy nos concedió una entrevista vía Zoom dos días antes de finalizar el 2020.

Este profesor de filosofía descubrió el zen en 1971 durante un retiro de meditación. Desde entonces se ha dedicado a la investigación y enseñanza de esta práctica meditativa japonesa, simultaneando la meditación con la docencia en ética y filosofía budista en diferentes universidades del mundo.

Además de impartir docencia en la universidad en Filosofía budista y comparada, es maestro zen y autor de numerosos artículos y libros, como No dualidad, El gran despertar, Dinero, sexo, guerra y karma (Ed . Kairós) y Carencia y Trascendencia (Ed. Siglantana). También cofundó el Centro de Retiro Rocky Mountain Ecodharma, en Colorado.

Las enseñanzas del zen para el momento actual

En el momento posiblemente más desafiante en la historia de la humanidad, según sus propias palabras, con una crisis climática latente, el aumento del autoritarismo y del racismo y con la preocupación por el coronavirus, Loy nos habló de la necesidad de trascender el ego y de entregar lo mejor de nosotros al mundo, sin importar los resultados.

–¿Cómo entró en contacto con el zen y qué le enganchó?
–En 1971 yo vivía en Hawai, en Honolulu, y con un amigo nos dio por apuntarnos a un sesshin, un retiro de meditación dirigido por Yamada Koun-Roshi, director del Sanbo-Zen. Fue una semana intensa. Me dolían las piernas y la espalda, porque no estaba habituado a pasar tanto tiempo con las piernas cruzadas. Estar totalmente concentrado y en silencio, meditando ante una pared blanca, me impedía cualquier distracción.

Empecé a darme cuenta, a hacerme más consciente y a ver lo loca que puede llegar a ser la mente… Teníamos un horario muy estricto y fue una experiencia poderosa. Tanto que se abrió todo un mundo ante mí…

–¿Y cómo llegó a maestro zen?
–Estudié koan con Yamada-Roshi y Robert Aitken-Roshi y se sucedieron los retiros. En 1984 me mudé a Kamakura, Japón, para continuar la práctica intensiva con Yamada-roshi. Allí entré de lleno en esta tradición budista. Pero, además, en un momento del camino decidí volver a la universidad y hacer un posgrado de filosofía comparada, buscando respuestas. Luego me doctoré y viví 30 años en Asia impartiendo clases de filosofía en universidades de Singapur y Japón.

Superar la dualidad

–¿Cuál diría que es la principal enseñanza del budismo zen?
–Hay una historia zen en la que un estudiante le pregunta a su maestro: "Maestro, ¿cuál es el objetivo de la práctica de toda una vida?" y el maestro le contesta: "El objetivo es tener una respuesta apropiada".

El zen nos enseña que tenemos que trascender el sentido de separación que tenemos cada uno de nosotros respecto al mundo, la dualidad. ¿Y cuál sería la respuesta adecuada? Afrontar los desafíos difíciles que aparezcan sin escapar del mundo, pero sin caer en esa dualidad.

De algún modo, lo más importante que nos ofrece el budismo es el camino del bodhisatva. El objetivo básico no sería buscar nuestra iluminación en beneficio propio, sino buscar nuestra iluminación como una forma de ayudar a los demás, pues los demás no son algo separado de nosotros.

"El zen no busca la iluminación en beneficio propio sino como una forma de ayudar a los demás"

–Habla de ello en su famoso libro Dinero, sexo, guerra y karma
–El dinero, el sexo y la guerra… son proyectos vitales basados en la falta, en la carencia. Tenemos la ilusión falsa, a causa de nuestro ego, de que estamos separados de los demás, y eso en el fondo nos provoca una gran inseguridad como seres humanos.

En cierto modo, nos engañamos y pensamos que, si tenemos dinero o a la persona o pareja adecuada, seremos más felices. En la guerra también se produce una aversión hacia el otro bando… Todo forma parte de la misma ilusión del ego.

Abrazar los momentos difíciles

–Aparte de practicar zen, ha profundizado en el estudio de la filosofía y las religiones. ¿Qué opinión le merece el momento actual, en el que el mundo que conocíamos se desmorona?
–La situación actual es problemática, y a veces la podemos ver como una lucha entre el bien y el mal, que sería una visión más cristiana. El budismo lo ve como una lucha entre la falsa ilusión o ignorancia y la sabiduría.

Desde la perspectiva budista, el mal está encarnado por la falsa sensación de separación que tenemos los unos de los otros. Desde un punto de vista ecológico nos sentimos separados de la Tierra y esto está poniendo en peligro el planeta, por ejemplo.

–¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para que este mundo sea mejor?
–Te contaré otra historia zen en la que un estudiante le pregunta a su maestro: "Maestro, ¿qué debemos hacer en los tiempos difíciles?" Y el maestro le contesta: "Abrir los brazos y darles la bienvenida".

Los tiempos difíciles nos confrontan con cosas que nos ayudan a crecer espiritualmente. Por otra parte, Kafka decía que podemos vivir ignorando el sufrimiento de los demás, pero este será precisamente el sufrimiento del mundo.

Con esto quiero decir que, normalmente, cuando empezamos una práctica zen o budista nos preocupa nuestra propia transformación, pero al final nos damos cuenta de que nuestra transformación tiene que estar vinculada con la transformación social o medioambiental, no está separada, y eso va a hacer, sin duda, que este mundo sea mejor.

"Los tiempos difíciles nos confrontan con cosas que nos ayudan a crecer espiritualmente."

El amor como motor de la vida

–Muchas personas sienten una llamada a volver a la tierra, a cultivar de forma orgánica, a vivir de manera sencilla, a la autogestión con energías renovables…¿La comunidad entre seres conscientes nos hará libres?
–La Tierra nos está pidiendo que seamos bodhisatvas o ecosatvas…personas que se comprometen en el camino espiritual, ofreciéndole un regalo a la Tierra sin esperar nada a cambio.

Yo no creo que el problema que tenemos sea ecológico o de sostenibilidad, sino de sanación individual, porque la sensación de separación nos origina un trauma. Ahora, con esta pandemia, se ha podido ver a gente muy sola por esta falta de conexión.

Se trataría de sanar individual y globalmente. Sin embargo, hoy en día no basta con que uno trabaje individualmente. Tenemos que construir comunidades en las que podamos ejercer una resistencia y trabajar todos juntos para afrontar los desafíos que se presentan.

–¿Pero cómo podemos ser bodhisatvas o ecosatvas, cómo lo podemos ejercer?
–Realmente, en la tradición budista no hay una respuesta específica a esta pregunta; nos habla mucho del camino del bodhisatva, de cómo desarrollarnos en este camino, pero no de lo que tenemos que hacer en el día a día. Yo enseño una meditación simple que consta de tres partes.

En la primera, se trata de reflexionar sobre qué puedo aportar a la sociedad dada mi condición, edad, posición económica, habilidades o fortalezas; la segunda, con qué causas sociales, humanas, medioambientales puedo conectar, con qué causas me puedo implicar; y la tercera, quizás la más importante, qué empuja mi corazón, pero no desde el ego sino desde el amor.

Hay que intentar que sea nuestro amor y compasión lo que nos mueva en cada acción. El amor es un modo de vivir en el mundo, es la encarnación de la sabiduría.

–¿Cómo puede ayudarnos la meditación en estos momentos?
–Por un lado, la meditación nos ayuda a soltar ese sentido del yo que tenemos y ver un poco más allá de nuestro ego. El ego es eso que siempre intenta sacar algo de las situaciones: "qué puedo obtener de esto"… Hay que intentar soltar estos pensamientos para entrar en otra dimensión.

Por otro lado, la meditación nos puede ayudar con el no apego o ausencia de apego, y esto no significa trascender el mundo y no estar en contacto con esta realidad material, sino no aferrarnos a nuestro ego, a los resultados que queremos obtener haciendo algo.

Nuestro trabajo es hacerlo lo mejor posible, pero sin aferrarnos a lograr unos resultados determinados.

"La meditación nos ayuda a soltar ese sentido del yo que tenemos y a ver un poco más allá de nuestro ego."

Contribuir a mejorar la sociedad

–La filosofía budista parece en este sentido una gran herramienta para la transformación social...
–Buda nos enseñó que las malas acciones están relacionadas con tres venenos: la avaricia, el odio, y la ignorancia o creencias erróneas. En la tradición budista se ha hecho referencia a estos tres venenos en el plano personal, pero hoy podemos ver cómo estos tres venenos se han institucionalizado y han cobrado vida propia al integrarse estructuralmente en la sociedad.

–¿Puede dar algún ejemplo?
–Por ejemplo, la avaricia tiene relación con no tener nunca suficiente, con el hecho de querer siempre más, y vemos que podría definir al modelo productivo capitalista. Las corporaciones nunca tienen suficientes beneficios ni el PIB de los países es lo suficientemente alto. En el caso del odio, en Estados Unidos invertimos una cantidad enorme de dinero en gastos militares, y luego están cuestiones como el racismo, el odio hacia los refugiados…

Si pensamos en la ignorancia, en la confusión o las creencias erróneas, yo las asociaría con el consumismo, convertido en la nueva religión e institucionalizado por los medios de comunicación. Creemos que consumir nos va a hacer felices, pero no es así. El budismo hace hincapié en este aspecto.

Ahora no solo tenemos que trabajar con nuestros venenos personales, sino también con los de los demás, contra su institucionalización.

–¿La forma de hacerlo es el altruismo, la compasión…?
–La tradición budista destaca la sabiduría y la compasión. La sabiduría es la visión clara sobre la no separación, y la compasión, la forma en cómo encarnamos o ponemos en práctica esa visión clara.

Superar el ego

–¿Si nos liberamos del ego y pasamos a sentirnos en conexión con todo lo que nos rodea seremos más felices?
–Seguramente. El ego es ilusorio y en sí mismo defectuoso. Todo lo que gira en torno al ego nos va a producir sensación de inseguridad, de ausencia. En cambio, cuando aprendemos a soltar el ego, esta ilusión, podemos experimentar la realidad de una manera diferente, más relacionada con el amor.

"Cuando aprendemos a soltar el ego, podemos experimentar la realidad de una manera diferente, más relacionada con el amor."

–¿Estamos ante un gran despertar, actualmente?
–Algunas personas destacan este momento como uno en el que muchas cosas se están desmoronando, aunque otras lo viven en positivo como un momento de gran despertar. Lo que está claro es que es un tiempo en el que nuestros viejos hábitos ya no nos funcionan y que constituye un reto, porque tenemos que adaptarnos a una nueva forma de vivir.

A todos nos afecta este cambio. Hay gente que reaccionará mal, pero a otra esta sacudida le ayudará a despegar. Este es el punto positivo de esta crisis que estamos viviendo. El mundo nos está forzando a abrirnos.

–¿Es optimista respecto al momento actual?
–No soy ni pesimista ni optimista. En zen se habla mucho de la mente que no sabe. Se trata de estar abierto a no saber qué va a ocurrir, pero sabiendo que nuestro trabajo es hacerlo lo mejor que podamos, y hacerlo con alegría.

El optimismo y el pesimismo son producto de la mente dual y lo interesante es trascender esta dualidad.