Joshua Fields Millburn es, junto a Ryan Nicodemus, uno de los miembros de The Minimalists, una pareja de amigos que hace más de una década se deshizo de buena parte de sus posesiones materiales para poner orden en su vida y que, desde entonces, reflexiona sobre la necesidad de simplificar nuestra vida para luchar contra los problemas que nos genera el consumismo.

En la web The Minimalists y sus populares podcasts, seguidos por más de veinte millones de personas en todo el mundo, tanto Joshua como Ryan comparten su experiencia y la de otras personas que, como ellos, decidieron hacer un giro en su vida y dejar de consumir compulsivamente. Se financian con el apoyo de sus seguidores, sin publicidad ni patrocinios.

Joshua Fields y Ryan Nicodemous, de The Minimalists
The Minimalists

La historia de ambos se cuenta en el documental Less is now, que puede verse en Netflix: Joshua fue el primero en dar el paso hacia el minimalismo poco antes de cumplir los 30 años. Venía de una familia humilde de Dayton, Ohio, y había logrado todo aquello con lo que había soñado de pequeño: un trabajo de prestigio, dinero, casa, coche... , pero la muerte de su madre y un divorcio le hicieron replanteárselo todo.

A Ryan, un amigo de la infancia, le sorprendió ver lo bien que le estaba sentando a Joshua haberse desprendido de sus cosas y decidió dar el paso.

Ahora acaban de publicar Ama a las personas, utiliza las cosas (ed. Kairós), una invitación a vivir con menos cosas, menos desorden y menos estrés, pero con más tiempo, más relaciones significativas y más pasión y alegría.

El minimalismo, la clave para una vida intencional según Joshua Fields Millburn

Tuvimos el privilegio de poder hablar con Joshua por videoconferencia, que nos atendió desde su casa en Los Ángeles.

En el mundo actual, la necesidad de simplificar parece más imperiosa que nunca. Sin embargo, llevar una vida simple ha sido la propuesta de muchos filósofos a lo largo de la historia. ¿Es la simplicidad una necesidad del alma humana?
–Solo hasta cierto punto. El minimalismo y la simplicidad –da igual la palabra, también podemos llamarlo vida intencional o esencialismo– no es una solución nueva, por supuesto, pero lo que sí es nuevo es el problema al que nos enfrentamos. Las distracciones, el endeudamiento y el consumismo no son nuevos, pero en las últimas se han amplificado.

Ayer mismo leí que estas Navidades los norteamericanos van a gastar más dinero que nunca. En un hogar medio en Estados Unidos se acumula unos 300.000 objetos. El hogar europeo no se queda muy atrás. Gastar no tendría que ser un problema si nos diera realmente alegría o nos hiciera más felices, pero con frecuencia el efecto es el contrario. Las compras generan endeudamiento, estrés y ansiedad.

–¿Tener muchas cosas nos complica la vida?
–Hemos entrado en una espiral de decadencia y distracción que empieza con las posesiones materiales, pero que va mucho más allá de las posesiones. Tenemos un montón de aparatitos que llevamos siempre con nosotros como si fueran parte de nuestro cuerpo. Esos aparatitos nos distraen y a menudo nos impiden dedicarnos a lo que verdaderamente nos da sentido.

Por supuesto, el teléfono no es el problema, tampoco el ordenador o la tecnología ni ninguna de las cosas que poseemos. Estás viendo mi casa, yo también tengo cosas. No estoy en contra de las cosas: el problema es aferrarnos a ellas, darles más significado y valor del que tienen, e incluso hacer que nuestra valía dependa de ellas. Porque se convierten en parte de nuestra identidad.

"El minimalismo no es una solución nueva, pero sí lo es el problema de consumismo y distracciones al que nos enfrentamos."

–¿La vida entonces nos la complicamos nosotros?
–Sí, a menudo a través de esa necesidad de tener muchas cosas. A ello se suma que llenamos nuestras agendas de obligaciones, de relaciones… La complicación va mucho más allá de lo material y, cuando más compleja se vuelve nuestra vida, más fácil es que nos sintamos atrapados y confundidos.

–¿Por qué seguimos consumiendo si no nos hace felices?
–Porque creemos que lo siguiente que vamos a comprar sí nos va a hacer felices. Y en parte lo hace. Ese es el problema, porque nos da un subidón de placer, pero solo durante un rato. Y confundimos esa sensación con la satisfacción y la tranquilidad, cuando en realidad nos acaba alejando de ellas.

Sin embargo, la experiencia me ha enseñado que reduciendo lo material, nuestra vida se simplifica y mejora. La publicidad y las empresas, incluso la propia cultura y la sociedad, nos hacen creer lo contrario, pero el bienestar, la tranquilidad o la felicidad tal vez no se encuentren en las cosas que queremos conseguir, sino en el espacio que se libera al eliminarlas. Porque al simplificar, podemos centrarnos en lo que realmente importa.

"La experiencia me ha enseñado que reduciendo lo material, nuestra vida se simplifica y mejora."

–Sueles contar que el sueño americano no te hacía feliz y empezaste a simplificar deshaciéndote de muchas de tus posesiones materiales. ¿Por qué deshacernos de muchas de nuestras cosas? ¿Recomiendas siempre empezar por ahí?
–Si te sientes desbordado por lo material, por todo lo que tienes y no te hace feliz, empezar a reducir por ahí es un gran punto de partida, porque es algo tangible. En un espacio despejado, en un espacio en el que se ha eliminado todo lo superfluo, te sientes más libre, ligero y tranquilo.

Solemos vivir pensando en conseguir “más y más”, o ir a “mejor y mejor”, pero a menudo lo mejor es menos. No te planteas el “menos”, porque no te paras a pensar cuánto es suficiente. Aquí y ahora, en este momento de mi vida, ¿con cuánto me basta?, ¿qué va a sumar valor a mi vida y qué no?

Y el problema, cuando tienes demasiadas cosas, es que estas se interponen entre tú y lo que realmente le da valor a tu vida: tus relaciones, tu salud, tus aspiraciones…

–Deshacerte de cosas puede resultar muy liberador. Vosotros proponéis varias formas de empezar, desde un reto de 30 días en que te deshaces de una cosa un día, de dos el segundo y así sucesivamente, a simular una mudanza, desempaquetando solo lo que vas utilizando y deshacerte del resto. Pero ¿cómo se hace para que todo eso tenga un sentido, para que no se trate de una mera descompresión?
–Es la gran pregunta, porque el minimalismo –o deshacerte de lo acumulado– no es el objetivo. No es “Vale, me deshago del 90% o el 50% de lo que tengo y de pronto me voy a sentir de maravilla para siempre”.

Reducir no es la meta, es solo el medio. Puedes deshacerte de todo y seguir siendo un desgraciado, porque el problema no es el consumo, sino el consumismo, la ideología que te hace creer que comprar y acumular cosas te va a hacer sentir más feliz o más completo. Nadie necesita lo material para ser completo. Si pones a una persona en una sala vacía, seguirá siendo una persona completa.

Así que hay preguntarse: ¿Para qué me sirve esto? ¿Añade valor a mi vida? Porque no se trata de no tener. Yo no soy un monje, no soy un asceta. Como minimalista, también tengo cosas. La diferencia es que ahora muchas de las cosas que tengo aportan mucho valor a mi vida. En realidad, disfruto de ellas. Esa es la paradoja del minimalismo: obtienes mucho más de lo poco que tienes, porque no queda diluido entre un montón de baratijas.

"No se trata de no tener. Como minimalista, también tengo cosas. La diferencia es que ahora muchas de las cosas que tengo aportan mucho valor a mi vida."

–Desprenderse de tus cosas ayuda, pero el camino sigue…
–Exactamente. Cuando descubrí el minimalismo, enseguida me di cuenta de que deshacerme de la mayoría de mis posesiones era solo el principio, que lo que estaba haciendo era en realidad ganar espacio, tiempo, atención, dinero y otros recursos para destinarlos a aquello que para mí tenía más sentido.

Además, en ese momento tenía menos de 30 años, me acababa de divorciar y mi madre acababa de morir. Pero mi vida ahora ha cambiado: tengo 40 años, una mujer y una niña de 8 años. Algunas de las cosas que aportaban valor a mi vida en aquel entonces han dejado de hacerlo. Así que, como minimalista, tengo que seguir cuestionándome.

Ojalá fuera tan sencillo como decir “aquí está la lista de las cien cosas que puedes tener y que te van a hacer feliz”, pero saber qué es lo que para ti es importante es algo muy personal. Y a la vez te obliga a cuestionarte constantemente, porque lo que hoy te sirve quizá mañana ya no te sirva. Tienes que estar siempre dispuesto a soltar, sino acabarás aferrándote y acumulando.

–Escuchándote, y leyéndote, la impresión es que el minimalismo va en parte de recuperar el control sobre tu vida: no solo sobre lo que compras o no, sino también, y sobre todo, sobre tu salud, tu tiempo, la forma en que te relacionas con los demás… ¿Es eso a lo que deberíamos aspirar?
–Así es, pero insisto en que creo que el minimalismo empieza con lo material, porque el consumismo nos arrastra y porque nuestras posesiones son la manifestación física de lo que está pasando en nuestro interior.

Hace unos 12 años yo era un materialista: tenía muchas cosas, acumulaba de todo, pero todo eso no era más que un reflejo de cómo me sentía yo por dentro. Tenía mucha morralla externa porque tenía también mucha moralla emocional, espiritual, en mis relaciones, el trabajo, mis cuentas, mi agenda… Tenía tantos problemas que solucionar que compraba cosas para solucionarlos, o para solucionarme a mí mismo. Pero eso no funciona; simplemente lo complica todo más.

"Nuestras posesiones son la manifestación física de lo que está pasando en nuestro interior."

–Sugieres sustituir las cosas por experiencias, pero las experiencias también pueden ser un objeto de consumo…
–Estoy totalmente a favor de las experiencias, la vida es experiencia, pero no se trata de dejar de comprar cosas para perseguir experiencias con la esperanza de que me hagan más feliz o completo como persona, porque eso no deja de ser consumismo. Para mí, las experiencias que dan sentido a la vida tienen poco que ver con perseguir un resultado o un objetivo. Lo que da sentido a mi vida son aquellos momentos en los que simplemente estoy presente. Hasta lo más banal y mundano se puede vivir como si fuera algo extraordinario.

Así que no se trata de sustituir lo material por nada, sino de apañártelas con el nuevo espacio que has creado y de disfrutarlo sin tener que encontrar sustitutos. Si te fijas, lo que hace tan hermosos a los buenos museos es que tienen mucho espacio vacío, están muy despejados: si se llenaran apelotonando las colecciones en una gran sala, no solo se rompería el arte, se rompería la experiencia de disfrutar del arte.

–Pones mucho énfasis en ayudar a los demás como una forma de dar sentido a nuestra vida…
–No sé si eso en sí mismo da más sentido a nuestra vida, pero sí sé que para mí es una gran fuente de alegría poder contribuir ayudando con el minimalismo a otras personas además de a mí mismo. No quiero convencer a nadie de nada, porque no creo que el minimalismo sea lo correcto y el consumismo lo incorrecto. Ni siquiera estoy seguro de que el minimalismo sea para todo el mundo. Hay gente que se siente cómoda con el status quo, y yo no soy quien para tratar de convencerles de lo contrario.

Pero sí he podido comprobar que compartir mi receta y la de Ryan ha ayudado a mucha gente, pues han podido entender mejor los problemas que entraña el querer siempre más. Y esa forma de ayudar para mí resulta muy gratificante.

"Para mí es una gran fuente de alegría poder contribuir ayudando con el minimalismo a otras personas."

–Decís en el libro que simplificar nuestra vida nos ayuda a descubrir nuestro potencial creativo, y que eso es una gran fuente de satisfacción. ¿De qué modo nos ayuda la simplicidad a ser más creativos?
–Los seres humanos, aunque podamos necesitar consumir ciertas cosas, somos fundamentalmente seres creativos. Hemos dejado que nuestro músculo creativo se atrofie tanto que hemos olvidado cuánta alegría, sentido y satisfacción nacen de la creatividad. Algunas personas lo llaman mindfulness, estado de flujo… yo diría que es un estado mental, como cuando estás tan metido en algo que de pronto te das cuenta de que el tiempo ha volado.

Necesitamos cultivar la creatividad si queremos sentirnos realizados. No solo en el sentido tradicional –la escritura, la música, el cine…–, sino la creatividad en un sentido amplio: construir una casa, hacer unas estanterías, incluso enseñar yoga pueden ser actividades extremadamente creativas.

La creatividad no es, en realidad, más que plantear preguntas y responder a menudo con otras preguntas. Cada pregunta que nos hacemos puede llevar a preguntas más profundas sobre qué significa ser humano, por qué me siento insatisfecho, por qué he dado tanta importancia a las posesiones materiales… Nos ayuda a entender mejor el mundo que nos rodea.

–Uno de los enemigos de la creatividad es la distracción. Tú has llevado a cabo lo que llamas “experimentos estoicos” en ti mismo, sobre todo para mejorar tu relación con la tecnología. ¿Cuál te pareció más revelador y útil quizá para quien quiera probar?
–Fue como una bola de nieve, porque cuando eliminas una distracción, las demás distracciones se vuelven más evidentes. Todo empezó al deshacerme de la tele y darme cuenta de que estaba siendo un poco más productivo. Entonces fui eliminando distracciones, pero creo que la más transformadora fue la de vivir durante cinco años sin internet en casa. Durante ese tiempo coincidió una época en que además me deshice del móvil. Creo que la combinación de las tres cosas realmente permite tomar conciencia de hasta qué punto nos adormecen las distracciones.

Luego viene la pregunta: ¿por qué lo hacemos? Recurrir a la tecnología es fácil, apenas requiere esfuerzo y nos proporciona placer, pero es un placer de bajo grado. El problema no es solo que confundimos ese poquito de placer con otras formas superiores de bienestar como la alegría o la satisfacción, sino que de hecho nos impide hacer las cosas que realmente nos hacen sentirnos alegres y realizados.

"Cuando eliminas una distracción, las demás distracciones se vuelven más evidentes."

–Otra forma de esconder la insatisfacción bajo la alfombra, aparte de comprar cosas, es comer mucho o comer mal. ¿Qué nos enseña el minimalismo en relación a la dieta?
–Aquí puedo aportar mi experiencia personal. Yo pesaba unos veinte kilos más de lo que peso ahora. A la hora de alimentarnos el enfoque minimalista te lleva a eliminar los alimentos procesados, envasados, los productos que nos inflaman, los aceites reinados… y, en general, cualquier tipo de alimento que te haga sentir mal después de comerlo. También te lleva a buscar alimentos de verdad, ecológicos, locales, sin ingredientes superfluos.

Lo importante es evitar meter en tu cuerpo aquello que te hace daño: que el alimento te nutra, que no sea una distracción emocional.

–Recogéis en tu libro un consejo sobre cómo cuidarse: “Modifica tu manera de cuidarte adaptándola a donde estás, no a donde ‘deberías’ estar”…
–Sí, una de las cosas más perniciosas que se nos transmite es que deberíamos convertirnos en alguien diferente, lo que nos hace pensar que necesitamos mejorarnos a nosotros mismos, o ser más como esa u otra persona. Sin embargo, nunca pensaríamos eso de un bebé: un bebé nos parece completo, no se nos ocurriría pensar que tenemos que mejorarlo.

Creo que el verdadero autocuidado no debería basarse en convertirse en otra persona, sino en desprenderse de todas esas expectativas sociales y culturales que nos han llevado a considerarnos menos perfectos, a tratarnos a nosotros mismos como si también fuéramos un producto. Cuando dejas de aferrarte a esas expectativas, te sientes libre para ser quien eres.

"El verdadero autocuidado no debería basarse en convertirse en otra persona, sino en desprenderse de las expectativas sociales y culturales que pesan sobre nosotros."

–¿Cuál es tu mayor satisfacción personal por haber elegido el camino del minimalismo?
–Que ahora mis acciones están alineadas con mis valores. Pero para eso he tenido que comprender que es imposible complacer o agradar a todo el mundo. Cuando dejé de intentarlo, pude conectar con mis propios valores, descubrir cuáles eran realmente. Porque si no sabes cuáles son tus valores, ¿cómo te vas a sentir satisfecho o realizado? ¿Cómo vas a actuar según tus valores?