Amable y atento, Luis Racionero nos recibió en el ático donde vivía y trabajaba, en el centro de Barcelona. El espacio no era grande, pero su distribución y el buen gusto aumentaban sus dimensiones.

Acabado de llegar de Manila, donde había dado unas conferencias invitado por el Instituto Cervantes, nos invitó a sentarnos en un sillón situado bajo un magnífico tapiz de seda chino.

Su abrumadora biografía lo avalaba: nacido en la Seu d'Urgell (Lleida) en 1940, cursó las carreras de Ingeniería Industrial y Ciencias Económicas en Barcelona, donde se licenció a los 25 años.

A los 26 era profesor de Microeconomía en la Facultad de Ciencias Económicas. A los 27 obtuvo una beca de tres años para doctorarse en Berkeley (California), donde escribió su primer libro, California trip, en el que introduce la contracultura en España.

Escribió unas cuarenta obras de los géneros más dispares: novela, ensayo , arte, ciencia, política... Con ellas ha obtenido en 1981 el premio Prudenci Bertrana por su novela Cercamón; en 1983 el Anagrama de ensayo por Del paro al ocio; en 1996 el Azorín por su novela La cárcel del amor; en 1999 el Fernando Lara de novela por La sonrisa de la Gioconda... por nombrar unos cuantos.

Fue director del colegio de España en París y de la Biblioteca Nacional en Madrid y profesor en el Churchill College de Cambridge. Personaje polémico, levantaba admiración y críticas a partes iguales; era, por tanto, un ser humano interesantísimo.

Inteligente, buen conversador, de memoria prodigiosa y fino humor, era uno de los mejores conocedores en España del taoísmo chino y el budismo zen japonés, así como un estudioso del hinduismo. Su obra de autoayuda poética El libro de los pequeños placeres (Styria Ed.) es un río de opiniones, recuerdos, información, deseos, experiencias ... en torno al gozo de disfrutar de los cinco sentidos. Por esa razón decidimos entrevistarlo hace unos años y aquí reproducimos la conversación:

California, años 60

–¿Cómo conoció las filosofías orientales?
–Gracias a Juan Mascaró. Le conocí en 1966 cuando viajé a Inglaterra. Era un mallorquín que se había exiliado, daba clases en Cambridge y había traducido los libros sagrados hindúes , los Uppanishad y el Bhagavad-Gita. La tarde que le fuimos a visitar estuvimos con él tres o cuatro horas. Me introdujo a la visión oriental y global del mundo, tanto citaba a los poetas de Oriente como a los europeos. Era una maravilla. Me abrió los ojos a las filosofías asiáticas, fue también La piedra de toque para interesarme por California.

–¿Por qué fue a Berkeley?
–Porque la bahía de San Francisco es la puerta de Asia. Titulado en Ingeniería y Económicas busqué una carrera en la que me sirvieran ambas y Urbanismo era la que más me gustaba. Este departamento era excelente en Berkeley, y aunque al principio me dieron una plaza en Boulder (Colorado), pedí el cambio porque sabía que en la bahía había interés por las filosofías orientales, aunque mucho más de lo que podía imaginar.

–¿Qué fue lo que más le impresionó?
–El Instituto Esalen, un instituto de culturas alternativas. Fue fundado por Michael Murphy (de madre vasca) y Richard Price. En él participaron activamente personajes como los escritores Aldous Huxley y Alan Watts (que en aquel tiempo vivía en un barco en Sausalito); psicólogos como Abraham Maslow, Carl Rogers o Fritz Perls (creador de la terapia gestalt); terapeutas psicocorporales como Ida Rolf o Alexander lowen, o el taoísta Gia-fu Feng ...

–¿Era consciente de la importancia que tendría su libro California trip en España?
–Creo que fuimos los primeros en hablar de contracultura y del movimiento hippy. Fue importantísimo para rní poder conocer a los que entrevisté para el libro: el psicólogo Norman Brown, Lawrence Ferlinghetti, fundador de la editorial City Light Books, el poeta Allen Ginsberg, dos premios nobeles de Física nuclear, urbanistas y filósofos como Theodore Roszak, entre otros. El libro forma junto con Filosofías del Underground y Ensayos sobre el Apocalipsis una trilogía que explica en qué consistían los cambios culturales de finales de los 60 en California y que, después, tanto influirían en Occidente.

El miedo a Oriente

–¿Qué se encontró a la vuelta a España?
–Intelectualmente, por un lado se seguía a los estructuralistas franceses, y por otro existía una tendencia marxista desenfrenada. Los primeros leían las obras de Lacan, Barthes o Lévy-Strauss, los cuales vivian del prestigio intelectual francés, pero confundían a sus lectores y no han servido de mucho. Me interesa más el estructuralismo americano con su teoría general de sistemas. En cuanto a los marxistas, cuándo en EE.UU. vimos que apaleaban a los hippies por pensar que el mundo iba por otro lado, comprendimos que si venía una revolución no iban a ser los obreros quienes la hicieran.

–¿Por qué en España no hubo intelectuales interesados en las filosofías orientales?
–Porque aquí despreciaban lo que ignoraban, eran mediocres. Se supone que un intelectual tiene una mentalidad abierta, un sentido crítico, un análisis desinteresado, un afán de conocer. Los intelectuales más inteligentes han sido místicos y han estado interesados por lo oriental. Por ejemplo, el físico austriaco Schroedinger, el cientifico danés Niels Bohr y el propio Einstein por nombrar algunos. Creo que aquí se temían las filosofias orientales.

–¿A qué se debe ese miedo?
–Es una reacción muy occidental aferrarse a lo que es fijo. Viene de Parménides, quien afirmó: "lo que cambia no es". Cuando, en realidad, lo único que es, es lo que está cambiando. Platón lo corrige y lo aumenta. Heráclito lo entendió al decir: lo normal es el cambio, nadie se baña dos veces en el mismo río, porque todo está en flujo continuo. Pero por desgracia no dejó una escuela porque lo más sutil es 1o mas complicado. La filosofía occidental es un inmenso juego mental que sirve para poco, como se está demostrando. Todavía se hace las mismas preguntas que se hicieron los griegos. Combinando conceptos no se llega a nada. En cambio, la ciencia es útil y avanza.

–¿Fue uno de los fundadores de la primera revista contracultural Ajoblanco?
–La revista la fundó Pepe Ribas. Mi labor consistió en explicarles lo que era la contracultura: la revolución sexual, el feminismo, la ecología, el orientalismo ... Ellos le añadieron el anarquismo y el movimiento libertario, que era una tradición de aquí. Muchas de estas ideas han evolucionado y han conformado la globalización, la ideología okupa, el movimiento gay, la psicología moderna ... Sociológicamente, algunas de las costumbres, ahora normales, salen de esa época: los rituales en torno a los conciertos, y la fusión de formas de vida y técnicas corporales orientales y occidentales.

"Debemos estar bien en la propia piel, pasárnoslo lo mejor posible, y hacer la vida agradable a los demás"

–¿Cree que ha habido confusión en esta fusión?
–Sí. Hay que esperar. El tiempo va cerniendo las cosas con un cedazo. Seleccionará y separará lo que es importante.

–¿Por qué no habla en sus libros de psicología?
–Porque sabía muy poco. Ahora sé un poquito más, y pienso que la psicología debería enseñarse en el instituto como asignatura, junto con la religión. Si quieren que dejen la religión, pero que enseñen una psicología práctica. El psicólogo de hoy oye de boca de sus pacientes los mismos temas repetidos. Igual que hay 28 argumentos para novelas, existen 64 situaciones vitales que son las que aparecen en el I Ching. Éstas deberían formar la base de la enseñanza de la psicología.

El poder del silencio

–¿Por qué se venden tanto los libros de autoayuda?
–El boom de los libros de autoayuda significa que no entendemos la realidad, ni la interior, ni la exterior, y nadie da respuestas. Ya lo dice Alan Watts a propósito de las sustancias que expanden la mente: antes el médico y el sacerdote confluían en la misma persona, el chamán. Si te recetaban una sustancia psicodélica, el chamán te guiaba, tanto por lo psicosomático y físico, como por lo místico. Cuando ahora alguien quiere investigar, conocer el trasfondo de la realidad y se toma una sustancia psicodélica, está perdido. No te ayudan ni los médicos, que no saben de qué va, ni los curas, que han perdido esta visión. No hay buenos guías, por eso necesitamos la autoayuda.

–Las iglesias están vacías pero los conventos de clausura continúan teniendo novicios. ¿A qué cree que se debe?
–Porque en clausura no se habla. En cambio, la Iglesia católica, desde el Concilio Vaticano, creyó que lo que debía hacer es hablar. No se dio cuenta de que la religión es ritual, misterio, emoción, que viene con los inciensos, las músicas, los colores y las ceremonias. Todo lo que abolieron, era lo que nos ayudaba. El hablar, el razonamiento que se puede dar desde un púlpito, no interesa porque está mucho mejor en la Universidad, en algunas charlas televisivas y, por supuesto, en los libros. Se han equivocado completamente. Han descuidado lo que interesaba y han puesto énfasis en las palabras que no sirven para explicar lo inexplicable. Por eso, quien quiere sentir lo religioso se va donde no se habla, a los conventos de clausura. Porque las palabras no conducen al misterio, nos dejan completamente atontados.

La buena educación

–Como denuncia en Oriente y Occidente, ¿tenemos problemas con el ego?
–Es nuestro gran problema. Nos están contando continuamente que lo importante es el ego. Cuando lo que hay que hacer es disipar el ego. El ego, cuanto menos, mejor. El presente está pasando, no lo creamos, ni movemos, ni controlamos nosotros.

–¿Qué podemos hacer?
–Debemos influir en lo que tenemos más cercano, aunque sea muy pequeño, y hacer la vida agradable a los demás. Por eso estamos aquí. Pero primero debemos hacernos la vida agradable a nosotros mismos, de lo contrario somos unos amargados que destilamos resentimiento. Debemos estar bien en la propia piel, pasárnoslo lo mejor posible y facilitar la vida a los demás.

–¿Cómo debe ser la educación?
-Una reeducación. Hemos sido educados en la consolidación del ego, en su fortalecimiento, cuando lo que debemos hacer es lo contrario.

–¿Y cómo se reeduca el ego?
–En mi caso, leyendo las filosofías orientales: Buda, Lao-Tse, los poetas chinos. Leyendo a Alan Watts, Krishnamurti y el maestro de zen D. T. Suzuki. Saber que no somos más que una gota en el cosmos, lo que no quiere decir que debamos ser irresponsables.

Cómo vivir bien

–Se ha abolido la religión de 105 programas educativos, ¿cómo van a entender las futuras generaciones el arte?
–No entenderán nada. Si quitarnos la mitología de nuestra cultura, que en nuestro caso es el cristianismo y el judaísruo, no se pueden entender las expresiones y la manera de enfrentarse a la vida de otras generaciones. Pero lo peor es que quitan la religión y no la sustituyen por nada. Como taoísta, creo que es mejor tener una religión que no tener ninguna. A no ser que se esté en un nivel de desarrollo espiritual en el que da igual cualquier religión, porque se entiende que todas tienen un objetivo común: la experiencia mística. Para ayudar a vivir, a confrontarse con la muerte, el dolor, el sufrimiento y las duras pruebas que nos depara la vida, la religión nos socorre. Prefiero el taoísmo, que no es en sí una religión, pero que llena ese espacio que antes tenía una religión.

–¿Qué otras asignaturas considera que son básicas?
–La educación corporal, tal como la propone el yoga o el taichi, y la política: educación para la convivencia, el respeto, para no ser fanático ... Por desgracia son, junto con la religión, las asignaturas más desprestigiadas. Aunque son necesarias para vivir bien.

"La cultura del consumo da dos normas: si tengo una cosa, quiero más; si estoy en un sitio, quiero ir a otro"

–¿Cree que la humanidad avanza por un buen camino?
–Primero hay que ver que catnino quiere cada uno. Lo que me interesa a mí, igual no le interesa a otro. Respeto que haya muchos caminos. Al final, lo que importa es lo que dice Juan Ramón Jiménez: "No corras, que adonde tienes que ir es a ti solo". Cada uno debe seguir su camino, lo que le da felicidad y gozo. El camino es difícil de encontrar en Occidente. La cultura del consumo nos da dos normas: si tengo una cosa, quiero más; si estoy en un sitio, quiero ir a otro. Siempre hay una isla o playa más bonita, o un objeto más interesante. Es un círculo vicioso insaciable. Quizá ha sido necesario el consumo para que se desarrollen económicamente los países, pero debemos aprender a decir tengo suficienye, y estoy aquí y aquí me quedo.

–Pero eso implica una sabiduría enorme ...
–Claro. Para eso hay que haber tenido y haber ido a muchos lugares. No se puede forzar. A quien no ha tenido coche y lo puede comprar, no se le puede decir que no es necesario. Debe vivir la experiencia por sí mismo. Pasar por las tres fases: la primera, la vida aldeana, agrícola y monótona, la de quien tiene poco y se conforma; la segunda, la vida urbana en la que tenemos a mano muchas posibilidades y movimiento, pero nos llevan al malestar; la tercera, la de saber renunciar a este ajetreo y equilibrarse, que es la sabiduría. A esta tercera fase llegaremos en unos cincuenta años.

–¿Qué es la felicidad?
–La felicidad es conseguir un equilibrio entre necesidades y medios, no por defecto, sino por exceso.