En un metro atiborrado, en el coche en una caravana... todos hemos podido vivir situaciones en las que de repente nos entra el agobio y querríamos escapar... Este agobio, como el dolor o las sensaciones placenteras, procede del cerebro.

Por sí mismo el cerebro no puede sentir cómo sopla el viento, ni apreciar el verdor de un bosque fresco. Lo interpreta todo desde los impulsos que le llegan a través de los sentidos. Y, encerrado en la oscuridad del cráneo, para no gastar demasiada energía, opta muchas veces por funcionar en piloto automático.

En el feto, el primer órgano que se forma es el corazón. Centrados en lo mental, a menudo olvidamos que el cerebro se puede equivocar y que necesita al corazón para funcionar.

Buda decía que la mente crea el mundo. Es decir, según nuestras interpretaciones, vivimos en una realidad u otra.

Joe Dispenza

LECTURA RECOMENDADA

"Podemos crear otra realidad"

Quienes siempre se quejan de todo tienen dificultades para gozar de cualquier actividad o de reconocer la belleza del mundo. Priorizan lo que no funciona y desatienden la belleza que hay a su alrededor.

El Dr. Gabor Maté, médico canadiense de raíces húngaras, añade que, antes de que nuestra mente cree el mundo, el mundo crea la mente.

qué son las percepciones o sensaciones

Al nacer, somos un cuerpo que siente, y solo están las necesidades físicas y emocionales.

Las capacidades cognitivas más sofisticadas empiezan a formarse desde el tercer año, cuando la memoria permite ya almacenar imágenes que podemos recuperar.

La memoria de las sensaciones físicas adelanta, en ese sentido, a la cognitiva. Está online desde que se forma el cuerpo, en el tercer mes del embarazo, pues el centro límbico del cerebro y las amígdalas, que registran cualquier situación estresante, ya funcionan.

Según la ciencia, los bebés sienten mucho más el dolor y son perfectamente capaces de sentir emociones.

Las vivencias físicas y emocionales en los estados precognitivos determinan el funcionamiento del cerebro y la mente. 

Cómo reconocer las emociones (y no confundirlas con la realidad)

Solemos priorizar el pensar sobre el sentir, queremos resolverlo todo desde la cabeza.

Una asignatura que falta en la escuela es aprender a reconocer las emociones en el cuerpoy gestionarlas. La tripa funciona como un sexto sentido que nos avisa del peligro.

Si hemos aprendido a ignorar o incluso bloquear nuestras sensaciones, deberemos reaprender cómo nos habla el cuerpo cuando se siente amenazado, en paz o triste.

Volver al cuerpo es un atajo que ayuda a conocerse y a darse cuenta de que cada uno tiene su propia razón para ser como es. Nadie es el centro del mundo para los demás, solo para sí mismo.

La mente percibe a través de sus filtros y otorga significado a las cosas según experiencias anteriores.

Percepciones como "sentirse abandonado" o "ser incapaz" son pensamientos, interpretaciones de lo que no queremos vivir: el dolor o el miedo.

El cuerpo no tolera muy bien el ‘bypass’ del sentir. Por eso nos llama la atención con síntomas más y más dolorosos, porque quiere sentir lo que hay para poder procesarlo y liberar la energía atrapada.

Refugiarnos en las construcciones mentales es un comportamiento aprendido para protegernos de emociones que en nuestra niñez fueron demasiado fuertes. De adultos, tenemos la capacidad de vivir estas emociones.

Para salir del pensamiento circular hemos de sentir la verdad personal de nuestra tripa y corazón. Si es preciso, podemos buscar ayuda. Poco a poco, con coraje y pequeñas dosis de sentir, seremos capaces de asimilarlo todo.

Percepción o emoción: cómo distinguir

  1. Escucha lo que te dices a ti misma. Cuando te sientas tocada por una situación o un hecho, observa qué te cuentas sobre lo ocurrido. ¿Te dices "es injusto", "me siento despreciada" o "me genera ansiedad"?
  2. Siente cómo y dónde se refleja en tu cuerpo. ¿Tienes una sensación física que compaña a ese pensamiento? ¿Sientes un peso en los hombros? ¿Te aprieta la garganta? ¿Sientes cualquier otra cosa?
  3. Acompaña esa sensación con la respiración. Quédate con la sensación física, y respira con ella sin juzgarla ni querer cambiarla. Ofrécele 5-6 respiraciones, mientras sigues sintiendo qué ocurre en esta parte del cuerpo.
  4. Reconoce la emoción y acompáñala. Si la sensación permanece, pregúntate qué emoción esconde. Si la reconoces, dedícale tu atención y respiración. Si no, dale tiempo a que madure y se revele.