En España, aproximadamente una de cada diez personas adultas sufre algún grado de enfermedad renal crónica. La medicina ha avanzado mucho en los tratamientos de los trastornos más graves del riñón, que incluyen diálisis, cirugías y trasplantes, pero no se le ha dado tanta importancia a la prevención y a los cuidados diarios que favorecen su buen estado.

Seguramente es así porque existe la idea generalizada de que la insuficiencia renal crónica es una patología rara y compleja; sin embargo, la realidad es que en sus fases tempranas es frecuente y de fácil tratamiento. Por ello, conviene reconocer los síntomas de la insuficiencia renal y conocer las formas de prevenirla.

Funciones del riñón

No hay que olvidar que dentro del maravilloso funcionamiento de nuestro cuerpo, tenemos órganos especializados en mantener el equilibrio y la función de la vida. Entre ellos, los riñones, capaces de cumplir con su misión aunque solo funcione el 15% de uno de ellos. Nos interesa cuidarlos bien, para que realicen lo mejor posible todas sus funciones.

  • Eliminar sustancias de desecho. La principal función del riñón es la eliminación de sustancias de desecho a través de la producción de orina. Los riñones filtran diariamente 180 litros de sangre, que se concentran en únicamente uno o dos litros de orina.
  • Regulación hídrica del cuerpo. Los riñones regulan el volumen de líquidos en el cuerpo, la concentración de minerales en la sangre y el equilibrio ácido-básico.
  • Equilibrio hormonal. También segregan hormonas, como la eritropoyetina, que estimula a la médula ósea para que produzca glóbulos rojos, y la renina, que regula la presión arterial.
  • Protección ósea. En el riñón se transforma la vitamina D en la forma activa imprescindible para mantener el calcio en los huesos.
  • Regula la tensión arterial. El riñón segrega, asimismo, calicreína, una proteasa de gran importancia en el sistema de coagulación de la sangre y en la regulación de la tensión arterial.
  • Regulación de la glucosa. También es capaz de sintetizar glucosa a partir de los aminoácidos en situaciones como el ayuno prolongado.

Insuficiencia renal: síntomas de alerta

Nos acordamos de los riñones cuando se forma arenilla o piedras, que pueden ser muy dolorosas. O cuando ciertos síntomas nos llevan al médico y este nos dice que la causa está en los riñones.

Solo una pequeña proporción de enfermos evoluciona hacia la insuficiencia renal terminal con sus complicaciones asociadas y necesidad de trasplante. Una actuación precoz puede evitar la pérdida de la función renal. Por ello es esencial estar atentos a las señales de que podrían estar empezando a fallar los riñones:

  • Las alteraciones renales a consecuencia de la diabetes y la hipertensión son frecuentes.
  • Podemos encontrarnos con una analítica alterada, con subidas de urea, creatinina, albúmina o proteínas en la orina.
  • Los cálculos o piedras en el interior de los riñones o de las vías urinarias pueden dañarlos. Es importante evitar su formación o eliminarlos cuanto antes.
  • La glomerulonefritis es una enfermedad que afecta inicialmente a la función de los glomérulos renales (los filtros) y puede ser causada por infecciones o por trastornos autoinmunes.
  • La pielonefritis es una infección por bacterias que afecta al riñón y a las vías urinarias.
  • Los golpes en el abdomen pueden causar traumatismos renales.
  • Tobillos hinchados, falta de aliento, cansancio y náuseas pueden ser síntomas de una insuficiencia renal incipiente o de algún otro trastorno del riñón.

​Insuficiencia renal: cómo prevenir

No hay que esperar a que aparezcan estos problemas para prestar atención a los riñones y cuidarlos. Su función depuradora es esencial para gozar de buena salud y bienestar.

Hacer controles periódicos

Todas las personas y en especial las que tienen algún factor de riesgo (diabetes, hipertensión, etc.) pueden tomar una serie de medidas para vigilar sus riñones y favorecer su buen funcionamiento durante muchos años:

  • Controlar la tensión arterial.
  • Controlar el colesterol: LDL por debajo de 100 mg/dL y HDL por encima de 40 mg/dL.
  • Hacerse por lo menos un análisis de sangre completo al año.
  • Medir regularmente los niveles de glucosa en sangre y de hemo-globina glicosilada (HbA1c).
  • Evitar en la medida de lo posible la utilización de medicamentos antiinflamatorios no esteroideos de venta libre, como ibuprofeno, aspirina, paracetamol y naproxeno, que pueden reducir el flujo de sangre a los riñones. Hay que leer bien los prospectos y seguir las recomendaciones.
  • Utilizar con precaución o evitar cuando sea posible, bajo control médico, la insulina y la metformina (un antidiabético que se elimina por los riñones).
  • Controlar los niveles de potasio si se toman medicamentos diuréticos como espironolactona, amiloride y eplerenona.
  • Evitar las pruebas diagnósticas no imprescindibles con contrastes yodados.
  • Reducir o evitar las estatinas, como atorvastatina, lovastatina y simvastatina, que se utilizan en el tratamiento del colesterol alto.
  • Otros medicamentos que pueden afectar al riñón son los antiácidos, antibióticos y antivirales.

Tomar proteínas vegetales

La dieta vegetariana, sin sal o con muy poca, con las proteínas justas y de origen vegetal, sin grasas calentadas, es la más indicada para cuidar los riñones.

Las proteínas vegetales pueden ejercer efectos beneficiosos sobre la presión arterial, la proteinuria y la tasa de filtración glomerular, además de provocar menos daño en el tejido renal en comparación con las proteínas animales.

La Fundación Nacional del Riñón en los Estados Unidos recomienda la dieta vegetariana a los pacientes con enfermedad renal crónica. No obstante, en casos graves de insuficiencia renal hay que asegurarse de que se consumen suficientes proteínas y mantener niveles adecuados de potasio y fósforo. En estas situaciones también hay que reducir la ingesta de potasio no tomando frutas crudas ni caldos de verduras.

Por otra parte, conviene elegir alimentos ecológicos porque no contienen pesticidas, herbicidas tóxicos, ni restos de antibióticos en el caso de los lácteos.

Beber suficiente agua, entre uno y dos litros diarios, es imprescindible para el funcionamiento del riñón y prevenir la formación de cálculos y otros problemas.

Controlar la ingesta de sal

La utilidad de limitar la sal en la alimentación es obvia. Una ingesta elevada de cloruro de sodio no solo aumenta la presión arterial, sino que disminuye la longevidad. Para saber si estamos consumiéndola en exceso se puede realizar la prueba de Fantus, que se lleva a cabo en laboratorio para controlar la ingesta de cloruro de sodio (sal) en personas con trastornos de la presión arterial.

Como normal general, se pueden evitar los alimentos ultraprocesados, que suelen contener un exceso de sal. Para tratar la hipertensión habría que reducirla a niveles bastante bajos, hasta los 3 g al día, cuando el consumo medio se sitúa entre los 12 y los 27 g.

Es muy bueno sudar

Las terapias que provocan la sudoración, como el baño de vapor, el baño caliente y la sauna, proporcionan algunos de los objetivos terapéuticos más importantes reconocidos actualmente en el tratamiento de los trastornos del riñón e incluyen la disminución del aumento de peso, la reducción de los niveles séricos de potasio y beneficios generales para el estado cardiovascular.

Sudar es una ayuda para el riñón en las personas sanas, y en las personas enfermas puede formar parte del tratamiento. Las glándulas sudoríparas se comportan en parte como los glomérulos renales y estimularlas podría retrasar el inicio del tratamiento con diálisis o complementarlo.

El ejercicio físico y el sudor que provocamos al hacerlo es una ayuda en el cuidado de los riñones. El entrenamiento de resistencia con pesos, máquinas o gomas en los pacientes que están en diálisis ha demostrado que aumenta la masa muscular, reduce la inflamación y mejora la composición corporal y la calidad de vida. Los resultados mejoran con el tiempo, si se mantiene la actividad.