¿Te ocurre que en verano a veces sientes dolor de estómago después de comer? Las altas temperaturas, la elección de alimentos poco saludables, los cambios en la rutina diaria, el consumo excesivo de alcohol y la deshidratación son factores que contribuyen al empeoramiento de la digestión en verano y que pueden provocar dolor de estómago.

Sin embargo, con algunos consejos y ajustes en nuestros hábitos, es posible mejorar nuestra digestión y disfrutar de esta estación sin problemas gastrointestinales.

dolor estómago después de comer: Cómo mejorar la digestión

Las digestiones lentas y el dolor de estómago están detrás de un gran número de consultas médicas. La mayoría de las veces se trata de un síntoma, y no de una enfermedad.

Ocurre que los alimentos se quedan retenidos más tiempo del necesario en el sistema digestivo, lo que provoca incomodidad, hinchazón abdominal, gases, aumento del perímetro de la barriga, eructos, regurgitaciones… Esto sucede entre media hora y dos horas después de haber comido.

En general, las indigestiones de este tipo, aunque solamos asociarlas con "dolor de estómago", suelen tener lugar más allá del estómago pero antes de la parte final del sistema digestivo. Intervienen en ellas sobre todo el hígado o la bilis, el páncreas y los jugos intestinales.

La bilis, de la cual podemos segregar hasta dos litros al día, debe secretarse al intestino delgado. Tener un problema biliar no significa necesariamente padecer del hígado. Un primer paso para evitar el dolor de estómago y mejorar las digestiones es seguir los siguientes consejos dietéticos.

  1. Come despacio y cena pronto. Son dos recomendaciones importantes. Masticar bien los alimentos es el primer paso de la digestión. Y, después de la cena, es primordial dejar pasar un buen rato antes de irse a dormir para no hacer la «indigestión» en la cama.
  2. Ensaliva los alimentos. La saliva es el primer jugo digestivo imprescindible para una digestión correcta: desdobla las cadenas más largas de hidratos de carbono en unidades más simples, como glucosa o sacarosa.
  3. Evita el malhumor en la mesa. La tensión altera los jugos gástricos y empeora la digestión. ¡Calma!
  4. Observa tus reacciones. ¿Qué alimentos suelen causarte digestiones pesadas? A menudo son los ricos en grasas o proteínas, pero en algunas personas también las legumbres, la lechuga, los cítricos y otros alimentos.
  5. Restringe ciertos alimentos. Evita la pastelería en general, sobre todo la industrial y los chocolates. También el café, las conservas y los fritos y rebozados. Las personas que consumen proteína animal o alcohol deberían reducir las cantidades.
  6. Rehúye los conservantes. El consumo de alimentos preparados o de larga conservación hace que nos alimentemos también de sus conservantes. Lo mejor es evitarlos: resultan antibióticos y nos alteran la flora.
  7. Consume crudos. Con su piel o su cáscara, si es posible. Los alimentos crudos conservan parte de la microflora que puede ayudarte a repoblar el intestino.
  8. Recupera tu flora. Los microbios intestinales llevan a cabo alrededor del 70% de la digestión de los alimentos, por lo que tenerlos en número y calidad adecuados es básico. Una vez al mes es recomendable suplementarse con probióticos (lactobacilos, bifidobacterias, saccharomyces...). Ayudará en esa parte de la digestión que no depende tanto de nosotros como de nuestros inquilinos.
  9. Utiliza especias. La canela calma y es un regulador digestivo de sabor excepcional. Está deliciosa en tisana con jengibre, limón y un poco de miel. El jengibre estimula la secreción de jugos digestivos y previene así las flatulencias y los dolores cólicos abdominales. Es preferible usarlo crudo o rallado que seco. La cúrcuma actúa sobre el hígado y se puede añadir a casi todos los platos, junto con un poco de pimienta negra.
  10. Recurre a las plantas medicinales. El anís verde(Pimpinella anisum) es quizá el mejor remedio vegetal para los gases intestinales. Con sus semillas puedes preparar una tisana deliciosa, aunque también hay extractos. Otras plantas interesantes son el poleo (Mentha pulegium), el boldo y las hojas de alcachofa.