Cuando yo era pequeña me dijeron que los hombres son seres débiles que no tienen el control de su cuerpo ni de su mente. Que son seres condenados a seguir sus impulsos, incapaces de pensar y de ser honestos, incapaces de tomar decisiones, prisioneros de su desmedido apetito sexual.

Lo que me dijeron es que, por esa razón, hay que ser comprensivos con ellos: la fuerza de la naturaleza les obliga a aparearse con cualquier hembra atractiva que encuentren en su camino, incluso aunque ellos no quieran.

Y es que ya saben, la culpa de la infidelidad masculina no es de ellos sino de las mujeres, esas robamaridos que los seducen para que caigan en sus garras.

Y ellos, pobrecitos, son solo víctimas en manos de esas chupasangres que les tientan para que sean infieles.

Esta es la ideología de la doble moral, la que hace que la sociedad sea comprensiva con los hombres infieles pero violenta con las mujeres infieles.

Ellos: de la infidelidad inocente a la poliamoría

En los chistes nos reímos de esta debilidad de los hombres. En las canciones se justifica la falta de integridad, coherencia y honestidad masculina. En las películas las mujeres siempre perdonan a los hombres infieles con solo recibir un puñado de flores y un perfume o unos chocolates.

Algunos tienen que ponerse de rodillas para suplicar clemencia pero, en general, las mujeres son muy comprensivas con las aventurillas de los hombres: son “canitas al aire”, pequeñas travesuras sin importancia. Lo que importa es que vuelvan al hogar, por eso se les perdona una y otra vez como si fueran chiquillos gamberros.

Así son los hombres, me decían a mí en la infancia: débiles, mentirosos, traicioneros.

No lo pueden evitar, me decían, y así justifican su promiscuidad y su falta de honestidad. Un hombre débil no puede ser sincero para sostener su doble vida: si quiere tener una esposa fiel y devota, y unas amantes alegres y entregadas, a la fuerza tiene que mentir.

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Muchos hombres creen que tener varias parejas o acostarse con varias mujeres es un derecho fundamental masculino. El engaño es su estilo de vida y no se sienten en absoluto malas personas: para ellos es lo normal, y además se sienten legitimados cuando se dan cuenta de que los demás hacen lo mismo. Para otros, engañar es una especie de deporte, y lo mismo les da que su amante sea gratis o de pago.

Por eso para ellos la poliamoría es tan maravillosa: están acostumbrados a ella porque la han practicado desde siempre.

Con la poliamoría ya no tienen que mentir, ni tienen que engañar, ni tienen que traicionar a su pareja. Se acabaron los remordimientos, los reproches, el sentimiento de culpa, las escenas dramáticas con gritos y llantos: ahora no solo pueden hacer lo que les gusta, sino que además pueden contárselo a su pareja con una sonrisa y presumir de ello delante de todo el mundo.

¿Por qué a la mujer se le da peor el poliamor?

Para las mujeres la poliamoría es más complicada. Porque para nosotras no ser monógamas es un pecado mortal. Mortal porque nos matan cuando somos infieles, y nos matan en todas las partes del mundo. Incluso en los países más avanzados de Occidente en los que las leyes no encarcelan ni penalizan a las mujeres infieles, los hombres castigan con violencia a sus novias o esposas.

Cuando no las matan, les echan del hogar, les dejan sin recursos, les quitan los hijos y reciben el rechazo de toda la familia y de la comunidad: las mujeres siempre han tenido que pagar un precio muy alto por sus infidelidades.

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La infidelidad femenina es un atentado al orden patriarcal, por eso los narradores de los cuentos se esfuerzan tanto en castigar a los personajes femeninos que tienen una vida sexual y amorosa diversa. En casi todos los relatos hacen creer a las mujeres que el amor verdadero es exclusivo, que solo se da entre dos, y que si una mujer ama a más de un hombre es porque en realidad no ama, y porque es un monstruo.

Los creadores eligen los peores castigos para ellas: cuando son infieles todo les va mal y pasan a la categoría de “mujeres malas”. Las mujeres malas no merecen ningún tipo de respeto, puedes usarlas para tener sexo, puedes enamorarlas para tenerlas a tus pies, puedes mentirles para que hagan lo que quieras, y puedes venderlas o matarlas si no pertenecen a otro hombre.

Así las cosas, las mujeres no solo no presumen de sus conquistas como los hombres, sino más bien las ocultan porque se juegan mucho: el prestigio y la posición social, pero también su propia vida.

Además hay otro gran obstáculo que impide a las mujeres disfrutar de varios amores: la culpa. Es una herramienta muy potente del patriarcado para hacernos sentir mal cuando somos felices, o cuando estamos divirtiéndonos.

Las mujeres velamos siempre por el bienestar de nuestros seres queridos, así que el patriarcado nos hace creer que nuestro placer y nuestra felicidad nunca deben ser una prioridad para nosotras.

Ser poliamorosa es más difícil para las mujeres que para los hombres no solo porque está mal visto socialmente, sino también por el tema de la salud sexual y el riesgo de embarazos. Encontrar hombres que quieran usar condón es toda una aventura, y pedirles a tus compañeros poliamorosos que se cuiden para no transmitirte una enfermedad, es también, en ocasiones, toda una odisea.

Para los hombres, tener muchas relaciones sexuales y enamorar a muchas mujeres es un símbolo de su virilidad, y una demostración de su poder. Los hombres que triunfan a ojos de los demás son aquellos que acumulan conquistas de mujeres como si fueran trofeos de caza.

Para las mujeres en cambio tener varias parejas es justo lo contrario: nunca aumenta su prestigio social, sino que más bien se ve dañado.

Las mujeres que viven su sexualidad libremente son etiquetadas como ninfómanas, putas o mujeres que no se respetan a sí mismas y no merecen el respeto de los demás.

Es probable que aunque haya cada vez más relaciones poliamorosas, las mujeres sigan teniendo los mismos problemas para disfrutar de ellas, porque aunque la poliamoría parece una forma de relacionarse muy moderna, en realidad los que más ventajas tienen son los hombres.

Para poder divertirnos como ellos, hay que desalojar al patriarcado de nuestro deseo y nuestros sentimientos. Y hay que liberar nuestras relaciones de la doble moral y del machismo. Lo mismo en la monogamia que en la poliamoría: el amor es para que disfrutemos todas.