Un hermoso experimento social, pero una muy mala noticia para las grandes cadenas de alimentación: así es como presenta Tom Boothe en su documental Food Coop uno de los proyectos cooperativos que más fortuna está haciendo en estos últimos años en la ciudad de Nueva York.
Se trata de Food Coop, un supermercado cooperativo creado en Brooklyn en 1973 por un par de amigos idealistas que un buen día decidieron unirse para poder comer alimentos más limpios y a mejor precio, al margen de las grandes cadenas de distribución.
Más de cuatro décadas después, la cooperativa cuenta ya con 17.000 socios. Su poder transformador es tal que el documental, titulado sencillamente Food Coop, está animando a ciudadanos de otros lugares del mundo a crear proyectos similares en sus ciudades.
Food Coop, mucho más que un supermercado
La Food Coop está en Park Slope, un barrio de Brooklyn que para algunos vecinos acusa desde hace años los problemas de la gentrificación. El documental nos muestra con humor y realismo el día a día de la cooperativa y se adentra sin tapujos en las dificultades que entraña un proyecto colectivo de estas dimensiones.
Y es que cada día, cuando se abren sus puertas, la Food Coop se convierte en un hervidero de actividad. En los pasillos un montón de gente va de aquí para allá encargándose de que todo funcione. Gente de diferente procedencia y nivel económico y con las más diversas motivaciones, pero con un objetivo común: hacer el proyecto posible.
Ni en ese barrio ni en otros de alrededor es fácil conseguir alimentos saludables de calidad, menos aún ecológicos a buen precio. O hay establecimientos cuya oferta y condiciones de higiene dejan bastante que desear, o tiendas caras de productos exclusivos que solo algunos se pueden permitir.
En la Food Coop, sin embargo, no solo se pueden encontrar todo tipo de alimentos, en su mayor parte ecológicos y de cercanía, sino también otro tipo de productos de higiene y del hogar que permiten hacer toda la compra en el mismo sitio y a buen precio. Ahora bien, la oferta y el ahorro no lo explican todo.
La Food Coop no es una cooperativa al uso: ha logrado crecer como ninguna otra mediante un sistema de democracia participativa que supone para sus socios una auténtica experiencia de empoderamiento, pero que además ha resultado ser extraordinariamente eficiente y rentable. Eso le permite ofrecer servicios y ayudas que solo están al alcance de proyectos grandes.
Y lo más importante: se ha convertido en un referente para toda una comunidad que está demostrando que la autogestión también es posible a gran escala y tiene muchas ventajas.
2 horas y 45 minutos de trabajo al mes en la cooperativa
Para entrar y convertirse en socio propietario no es diferente de otras cooperativas. Se debe abonar una única cuota de entrada, que se recupera cuando te das de baja.
Ahora bien, la Food Coop tiene en cuenta el nivel económico de quienes desean formar parte de ella y, para asegurarse de que nadie se queda fuera por no poder abonar la cuota, ofrece una reducida para las personas de rentas más bajas.
Una vez dentro, se debe cumplir con el mínimo compromiso de dedicar a la cooperativa 2 horas y 45 minutos de trabajo al mes. Los turnos son flexibles, incluso intercambiables, pero deben cumplirse. A cambio se tiene libre acceso para comprar allí y para participar en las asambleas y la toma de decisiones.
Con ello se cubre casi la totalidad de necesidades de trabajo (solo hay un pequeño grupo de personas a las que se contrata para que realicen trabajos de coordinación) y se reduce el gasto de la cooperativa en una de las partidas más gravosas de los supermercados: la fuerza laboral.
Y es que en la Coop hay trabajo para todos: en caja, limpiando, recibiendo mercancía, reponiendo stock, en contabilidad, controlando turnos, ocupándose de hacer compost con los desechos vegetales en un pequeño huerto, en la sala infantil donde dejar a los niños cuando se cumple el turno o se hace la compra…
Incluso hay personas que te acompañan caminando un par de manzanas hasta el portal de casa o la boca del metro. ¡Una de las escenas más impresionantes del documental es ver el largo trayecto que es capaz de recorrer una mujer para hacer su compra en la cooperativa!
3.000 dólares de ahorro al año en la cesta de la compra
El sistema ha llegado a ser tan eficiente que el supermercado renueva todo su stock unas 70 veces al año, mucho más que los negocios convencionales. Todos los beneficios se reinvierten en la cooperativa, hasta tal punto que han permitido a lo largo de su historia implantar varias reducciones de precios.
El ahorro que esto supone a los socios y sus familias no es baladí: los precios pueden llegar a ser entre 20 y el 40% más bajos. Una pareja muestra ante la cámara los resultados de su experimento: la misma compra semanal hecha en la cooperativa o en un hipermercado les permite calcular que comprando en la cooperativa se ahorran unos 3.000 dólares al año.
El ahorro viene acompañado de una ventaja todavía más valiosa: de la cooperativa se sale con una cesta de la compra más saludable. Esto es así tanto por la variedad de alimentos frescos como por la calidad, pues son productos de cercanía y en su mayoría ecológicos o, por lo menos, bajos en plaguicidas.
Un modelo inclusivo y participativo con muchas ventajas
Hay muchos motivos para apuntarse a la cooperativa y todos son válidos. Algunas personas se inscriben precisamente por ese ahorro que la cooperativa supone para sus bolsillos. Otras lo hacen pensando en su salud, porque quieren evitar los plaguicidas y los alimentos procesados y allí encuentran todo lo que buscan.
También hay quienes lo hacen por la convicción de que hay que defender un modelo de consumo que favorezca al pequeño productor, o quienes buscan la experiencia de un proyecto colectivo alternativo en el que lo que prima no es el beneficio económico sino el beneficio para la comunidad.
El resultado es un poliédrico universo en el que nadie se siente excluido y que está vivo, que se va transformando y que va estableciendo sus propias normas con el paso de los años y a base de ensayo y error.
Y es que las decisiones se toman entre todos, aunque resulten controvertidas: en la Food Coop se puede comprar casi todo a granel, pero algunos socios quieren eliminar totalmente las bolsas de plástico, por ejemplo, pero todavía no han logrado convencer a la mayoría.
"La idea de Food Coop es que la oferta, el precio y la diversidad de productos pueda cubrir toda la cesta de la compra de familias de distinta condición social y económica, ofreciendo incluso una pequeña cantidad de productos no bio, pero aún cercanos a la filosofía del proyecto. Y esto facilita el acceso a la coooperativa a personas con menor poder adquisitivo”, reflexiona Maria Folch.
Maria Folch, educadora y creadora del blog Ebeca.org, fue socia de la cooperativa durante la temporada que vivió en Nueva York y ha conocido de cerca muchos otros proyectos cooperativos.
Para ella la diferencia entre la Food Coop y las cooperativas de barrio que conocemos aquí no es solo una cuestión de medida, sino de enfoque y de las ventajas que el modelo ha logrado para todos los que la forman.
"Las ventajas son muchísimas", apunta Maria Folch. “La mejora de la salud de las personas a través del consumo de alimentos de calidad, el apoyo y conocimiento cercano de las pequeñas iniciativas de agricultura y ganadería ecológicas como alternativa a las grandes cadenas de distribución, la reducción de precios gracias a la eliminación de intermediarios y del trabajo cooperativo, o la creación de una red personal más extensa y sobre todo diversa en el barrio o ciudad.”
¿Y por qué no una gran cooperativa en tu localidad?
El cineasta Tom Boothe, un norteamericano afincado en París, también pudo conocer el funcionamiento de la Food Coop de primera mano. Le impresionó tanto lo que vio que no se conformó solo con reflejarlo en la gran pantalla.
En 2016 el director del documental logró poner en marcha un establecimiento en París llamado La Louve, inspirado en el mismo modelo de cooperativa. Colectivos de otras ciudades francesas y de otros países europeos ya se han interesado también por este modelo y estudian cómo ponerlo en marcha en su localidad.
En España se pueden organizar pases de la película a través de screen.ly, una plataforma de proyección colaborativa. Cualquier asociación o colectivo puede proponerla de acuerdo con la sala y convocarla mediante un sistema de crowdticketing. Los pases se confirman en cuanto se apuntan suficientes personas interesadas en la proyección para cubrir los gastos de la sala.