La psiquiatra Anabel Gonzalez es especialista en curar las heridas emocionales. En su nuevo libro ¿Por dónde se sale?  (Editorial Planeta), la autora profundiza sobre todo en el miedo y en cómo trabajar la seguridad para vencerlo.

Si desde niños nos hemos sentido cuidados y con autonomía, funcionaremos con estilo de apego seguro, que nos ayudará a afrontar las dificultades de la vida. Pero, si por desgracia, no ha sido así, tendremos que trabajar aspectos como la seguridad. Anabel Gonzalez nos da algunas pistas en esta entrevista.

¿Qué te llevó a a escribir sobre el miedo
–He estado bastantes años trabajando en entender e investigar cómo se regulan las emociones. El miedo es una emoción que nos acompaña desde que nacemos y está presente en muchos de los problemas de salud mental que tratamos. Me pareció interesante centrarme en él y en el tema de cómo llegar del miedo a la seguridad, que es la columna vertebral del libro. Por otro lado, trabajo con casos de trauma y con personas con problemas de apego, en los que hay muchos miedos diferentes. Poder entenderlos es fundamental para conseguir cambios productivos.

¿Es posible o bueno vivir sin miedo?
–Sería como pensar “¿es posible o bueno vivir sin pulmones?”. Sin el miedo la especie humana se hubiese extinguido hace mucho. El miedo es lo que nos permite detectar el peligro y ponernos a salvo. El problema viene cuando el miedo es tan fuerte que nos bloquea, cuando se nos queda metido en el cuerpo, y cuando se queda pegado a cosas que no son peligrosas.

 

Es en ese punto cuando empieza a ser nocivo para nosotros, ¿no?
–El miedo está pensado para activarse ante una amenaza, y para desactivarse cuando ya pasó todo. Sin embargo, a veces, el peligro pasa, pero el miedo no se va. Cuando el miedo se queda a vivir dentro de nosotros, se convierte en un incómodo compañero de viaje. A veces estos miedos son muy evidentes, y toman la forma de fobias o ansiedad. Otras veces se disfraza de problemas como obsesiones o somatizaciones.

¿Deberíamos activar en ese momento las “alarmas” y pedir ayuda?
–Las sensaciones de bloqueo y parálisis muchas veces se relacionan con el miedo. También puede ocurrir que estemos activados en exceso, que nuestra cabeza no pare y no consigamos descansar ni dormir. A veces es menos evidente, y es el cuerpo el que expresa el malestar.

En tu libro hablas de la diferencia entre el miedo y la ansiedad. ¿Podrías explicarlo?
–El miedo tiene que ver con un peligro que está delante de nosotros, la ansiedad está  relacionada con lo que podría venir en el futuro, con la incertidumbre, con los “¿y si…?”. Por ejemplo, si estamos ante un león, sentimos miedo, la amenaza es clara, “¡me va a comer!”. En cambio, la ansiedad sería como pensar “¿y si vienen más leones?”

La respiración puede ser una buena aliada en estos casos. ¿Cómo podemos controlarla para calmar nuestros miedos y ansiedad?
–Manejar los pensamientos cuando estamos con ansiedad fuerte es complicado. La respiración, en cambio, es algo más concreto, y la forma en la que respiramos puede aumentar la ansiedad o disminuirla.

Por ejemplo, si respiramos de forma muy rápida y superficial haciendo mucho esfuerzo para que entre el aire, la ansiedad aumenta. Al respirar así entra menos oxígeno, y nos sentiremos peor. Siempre entra aire suficiente, pero la sensación que tenemos es de que nos estamos ahogando.

En estos momentos es más importante que el aire salga que que entre, y es bueno que al soltar el aire nos pasemos el doble de tiempo que cogiéndolo. Si vaciamos los pulmones al máximo posible, dejaremos sitio para que entre aire nuevo, y además, al soltar libre el sistema nervioso se relaja y, con él, el cuerpo se va relajando también.

Hay muchas personas que viven en estado de alerta permanente y no se dan cuenta. ¿Cómo podemos darnos cuenta? ¿Por qué ocurre y qué tiene que ver con el miedo?
–Tiene mucho que ver, esa alerta es miedo, solo que a veces llevamos tanto tiempo así que nos parece que es normal. Estas personas se conforman con no entrar en pánico, pero eso no es calidad de vida. Esto puede pasar, por ejemplo, porque hemos vivido una situación estresante que duró demasiado tiempo, y luego el sistema nervioso no sabe volver al nivel normal. Se queda acelerado de forma permanente.

En el libro también hablas del miedo al pasado y al futuro. ¿Cómo afecta esto en nuestro día a día?
–El miedo al pasado no nos permite resolver ni entender nuestra historia. Aunque creamos que esto no importa, los recuerdos no resueltos, son lastres, que pueden interferir a muchos niveles.

El miedo al futuro es una de las fuentes de la ansiedad. Vemos solo la peor opción posible y nos agobiamos como si ya hubiese pasado o como si fuese a pasar seguro. Si hiciéramos cuentas del tiempo perdido sufriendo por cosas que nunca llegan a pasar…

En este sentido, hablas de la seguridad como una posible solución al miedo y de cómo influye el apego en este sentido. ¿Qué estilos de apego hay?
–Las personas con apego seguro son más reflexivas aprenden de la experiencia, y se pueden apoyar a los demás cuando hace falta, pero también pueden apañárselas solas cuando es necesario.

Los de apego distanciante no conectan bien con sus emociones ni entienden bien las de los demás. Se sienten incómodos en la intimidad y prefieren hacerlo todos solos. Por eso acumulan emociones, las anestesian o somatizan, y cuando vienen cosas con las que uno no puede solo, se pueden romper. 

¿Y qué pasa con los de “apego preocupado”?
–Los de apego preocupado viven arrastrados por la emoción y son más dependientes de los demás. Entonces, cuando las personas con las que tienen un vínculo se alejan o no están disponibles para ellos, entran en crisis. Y, por último, las personas con apego desorganizado pasan de una reacción extrema a otra, o funcionan de un modo caótico. Esto es aún más problemático que lo anterior. Aquí el miedo lo controla todo.

¿Cómo podemos trabajar nuestros miedos? ¿Cómo aconsejas tú trabajarlos?
–Hay que invertir en el medio y largo plazo, las soluciones rápidas no suelen resolver el fondo del problema. Además, los miedos de cada uno son diferentes, necesitamos entender los nuestros, aprender a convivir con ellos, cogerles el punto. Lo más rentable es trabajar para desarrollar seguridad.

–Hablas de la reflexión para vencer al miedo. ¿Nos puedes explicar un poco más?
–La reflexión es como un software de última generación, que además se actualiza constantemente. Si encontramos una calle bloqueada, nos propone otra ruta. Es un programa que aprende con la experiencia, con los errores, y que también se nutre con las opiniones de los demás. Cuando funcionamos así, la incertidumbre no nos preocupa tanto, porque sabemos que tenemos un sistema con el que algo podremos resolver. Confiamos más en nuestros propios recursos.