Las relaciones de pareja implican un compromiso afectivo: se trata de mantener y alimentar continuamente una relación basada en la confianza, el cariño y el respeto mutuo, algo que también entraña dificultades y que puede hacer más frágiles las relaciones. ¿Cómo lograr que la relación de pareja sea sólida?

    No existe una receta para lograrlo, aunque los siguientes consejos pueden ayudar mucho a lograr estabilidad en la relación.

    1. Dar afecto y recibirlo en equilibrio

    En el intercambio afectivo debe darse un equilibrio entre lo que uno da y lo que espera recibir del otro. En esa búsqueda del equilibrio se pone en juego la psicología de las personas, ya que cada uno llega a esa unión con unas características, una personalidad y una experiencia previa que serán determinantes en su nuevo compromiso.

    Una de las claves para que la relación sea exitosa más allá del enamoramiento de los primeros tiempos reside en la sinceridad y el diálogo.

    Al principio es muy fácil resultar especial para la pareja: un regalo sorpresa, una cena romántica o un viaje inesperado son atractivos y pueden hacer pensar que se ha encontrado al hombre o la mujer de nuestra vida, pero con el paso de los años, y aunque estas sorpresas siempre son necesarias, se precisa alguna cosa más. Eso inlcuye:

    • Saber lo que espera el otro de nosotros y lo que esperamos de él o de ella. Nadie es un mago y menos en el mundo de los sentimientos.
    • No esperar que el otro adivine siempre lo que pensamos o lo que deseamos, porque es difícil que acierte.
    • Hablar de aquello que nos gusta, de nuestras necesidades como persona, de aquello que precisamos de la otra parte, de nuestras carencias y defectos.
    • Sincerarse con la pareja ayudará a los dos a saber el terreno que se está pisando y a no crearse falsas ilusiones, ya que no siempre el otro tiene recursos para satisfacer nuestras expectativas, lo cual ahorrará más de una frustración. Si se habla de estas cuestiones se están poniendo más fáciles las cosas para que haya un crecimiento sano, tanto a nivel personal como de pareja.

    2. Querer sin entregarse

    Hay personas que suelen vivir para los demás y hacen de su vida una entrega hacia sus amigos, su familia, sus compañeros de trabajo e, incluso, para su pareja.

    Suelen ser personas que están siempre dispuestas a responder a las demandas de su pareja, que muchas veces se adelantan a ellas, como si supieran todo el tiempo lo que les hace falta y que "nunca" esperan nada a cambio.

    Al principio la persona que recibe tanto lo vive como una gran atención por parte de su pareja y escucha los parabienes de su entorno, que valora que tenga un marido o una mujer tan atento y eficiente, y que le haga la vida tan fácil.

    El problema es que, muchas veces, quien tanto da suele dar cosas que pueden calificarse de "materiales": se encarga de las tareas de la casa como la compra, la cocina, los niños, o se desvive trabajando fuera de casa para comprar regalos. Sin embargo, puede que deje lado el hecho de dar afecto y cariño.

    Es probable, incluso, que haciendo la vida más fácil al otro desde el punto de vista económico, logístico y organizativo con esa entrega, esté ocultando su dificultad para dar afecto auténtico. Eso puede llevar, con el tiempo, a ciertos conflictos.

    Cuando la pareja le reclame que esté más por él o ella, puede que se sienta descolocado y no sepa a qué se está refiriendo, pues piensa que lo está entregando todo y acaba sintiendo una profunda insatisfacción, un sentimiento de victimismo y de incomprensión.

    Por otro lado, muchas veces quien vive de un modo tan "altruista" no puede aceptar, aunque sea de manera inconsciente, que le falta algo, ya que se siente completo. Difícilmente pedirá algo porque cree que lo tiene todo, pero en el fondo precisa tanto cariño y atenciones como cualquier persona y, como no pide, a veces le cuesta recibirlo.

    También se frustrará porque, a pesar de que no reclame nada, sentirá que está invirtiendo mucho y recibiendo muy poco.

    Por lo tanto, se produce en estos casos una situación de desequilibrio que debe corregirse lo antes posible, procurando que mediante el diálogo afloren las motivaciones que hacen a esa tan entregada, haciéndole ver que a veces más vale tener la casa desarreglada y la pareja atendida que a la inversa.

    2. Aceptarse mutuamente

    Todos sabemos que los primeros tiempos de las relaciones de pareja son especiales y en ellos manda el corazón y el sentimiento sobre la razón y la cabeza.

    Estamos en cierto modo ciegos ante la persona que queremos y no encontramos en ella ningún defecto, pero como es imposible, además de absurdo, mantenerse siempre en esta etapa, la pareja va avanzando sobre las bases de construir una relación más sólida centrada en el compromiso.

    Poco a poco se empiezan a descubrir los defectos que tiene cada uno y que día a día van irritándonos más. Es entonces cuando sobrevienen los reproches mutuos, el pensar que se ha errado en la elección, las dudas acerca del futuro, etc.

    Lo que ocurre es que, por un lado, nos hemos quitado el velo que no nos dejaba ver la realidad y, por otro, la fachada, la máscara que nos habíamos fabricado para agradar y seducir al otro, va cayendo poco a poco para mostrarnos como realmente somos.

    A partir de este momento, si la pareja se ama verdaderamente, empieza el trabajo de ir puliendo los pequeños defectos que tanto irritan al otro, partiendo del punto de que ninguna persona es ideal ni perfecta. Es un error, no obstante, intentar cambiar a la otra persona de un modo radical. Si simplemente no nos gusta cómo es, deberíamos replantearnos la relación y no esperar que la otra persona se convierta en alguien que no es.

    Aceptarse mutuamente no significa una resignación al modo de ser del otro, sino pensar que, aunque nadie va a cambiar profundamente, puede ir madurando hacia una posición que sea más del agrado del otro, respetando las personalidades de ambos.

    La pareja debe procurar tender más hacia la equidad y el igualitarismo, aunque estos sean también términos ideales, que hacia la simple complementariedad, ya que es el mejor modo de equilibrar la balanza del dar y recibir.

    3. Hablar y entenderse

    Para avanzar en la construcción de una pareja sólida y equilibrada en la que nadie detente un poder absoluto, conviene tener en cuenta algunos consejos como:

    • Fomentar la empatía: es imprescindible saber ponerse en el lugar del otro. Conociendo a fondo a nuestra pareja sabremos cómo le puede sentar una determinada actuación nuestra, si le va a herir o será de su agrado, si lo que espera de nosotros en un momento dado es esto o aquello. Siendo empáticos dejamos de ser egoístas y pensamos más en el otro.
    • Ser comunicativos: la comunicación es una de las herramientas más potentes para la solidez de una pareja, pero teniendo en cuenta que comunicarse no es solo hablar, sino también escuchar, ya que sin escucha no hay diálogo sino un simple monólogo. Además, la comunicación no es solo hablada: cuando se trata de los sentimientos de pareja la sexualidad es una muy buena fuente de comunicación y no conviene abandonarla.
    • Fomanetar la confianza: la desconfianza de entrada y los celos infundados son actitudes que rayan en lo patológico y deben evitarse a toda costa. Si no se cree en la palabra del otro lo más probable es que acabe mintiendo, como pasa con los niños, y entonces se descubran sus mentiras y se justifique más la desconfianza.

    4. Dejar claro el tema de las finanzas

    Las finanzas en la pareja Aunque el dinero y la posición social ya no rigen las relaciones de pareja, la economía familiar puede ser fuente de conflictos. Los problemas surgen sobre todo cuando uno siente que el otro abusa de su poder económico.

    Ahora bien, dados los distintos tipo de pareja existentes, no puede hablarse de una fórmula magistral aplicable a todas las parejas, porque no es lo mismo una relación posterior a una separación donde haya de pasarse una pensión alimenticia para los hijos que una pareja que empiece de nuevo sin ninguna carga anterior.

    En cualquier caso debe quedar claro que la economía y el sueldo de cada uno no deben convertirse en un arma de dominación y en poder para someter a la otra parte. Para ello conviene:

    • Encarar el tema con sinceridad y poner orden. Hacerlo desde el principio puede evitar que se convierta en un instrumento de control, privilegio o chantaje, o que uno sienta que el otro se está aprovechando.
    • Señalarse unas metas económicas para la vida en común: el alquiler o la hipoteca de la vivienda y los gastos que esta genere, un plan de ahorro para futuras inversiones e imprevistos, etc.
    • Fomentar la transparencia en la economía familiar: debemos conocer los sueldos de cada uno, los gastos que genera cada actividad particular, en qué se gasta el dinero común y hacerlo con total honestidad para que no se produzcan malentendidos.
    • Practicar la solidaridad: si se decide mantener cuentas separadas, además de la cuenta común, porque existen diferencias sustanciales en los sueldos o por cualquier otra razón, se debe ser solidario con el compañero o la compañera cuando se vea en un apuro. Tampoco hay que olvidar que pasar la pensión alimenticia a los hijos que se hayan tenido en anteriores parejas es necesario, sobre todo si de ello depende su bienestar.
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    LECTURA RECOMENDADA

    El dinero en la pareja

    5. Dar espacio a la otra pareja

    La relación de pareja es una estructura a tres bandas formada por los dos individuos que la componen y la pareja en sí. De ahí que, además de cultivar lo que tiene que ver con la pareja –confianza, amor, amistades mutuas....– haya que dar cierta libertad a cada uno para que la vida conjunta no asfixie el crecimiento personal y la pareja no se convierta en una unión simbiótica o fusional.

    Los objetivos fijados como pareja deben dejar tiempo para que cada uno, respetando al otro, pueda desarrollar sus aficiones e intereses, que no tienen por qué ser compartidos.

    • Hay que confiar en el otro: la intimidad y libertad que reclama para estar con sus amistades o llevar a cabo sus proyectos no van contra la pareja sino que propician un clima afectivo que beneficia a ambos.
    • Evitar la dependencia: entramos a formar la pareja siendo personas libres y debemos seguirlo siendo, procurando no caer en la dependencia mutua; para ello conviene mantener unos espacios propios en los que cada uno pueda continuar desarrollando sus intereses.
    • Estar abiertos al mundo: aunque al principio la tendencia de toda pareja es hacer una vida más bien aislada, es necesario construirse una vida social, tener amigos, salir con otras parejas y hacer actividades con gente que no sea solo la propia pareja.
    • Ser tolerantes: la intransigencia y el dogmatismo son muy malos compañeros en la vida de una pareja. Hay que poder tolerar las diferencias y los pequeflos defectos de cada tino aunque luchando para que vayan desapareciendo.

    Libros para saber más:

    • El arte de vivir en pareja, de Sergio Sinay (Ed. Aguilar)
    • Dinero y pareja, de B. Prieur y S. Guillou (Ed. Urano)