Cuando oímos la palabra “líder”, solemos pensar en presidentes de países o en directores de grandes empresas. Son ejemplos muy claros, pero hay muchas otras personas que ejercen una función de liderazgo en lugares menos visibles.
Una familia es un grupo y, por tanto, las madres y las amas de casa somos líderes. También las maestras en una escuela, el organizador de una junta de vecinos, el chico que coordina unas colonias de verano, el entrenador del equipo de fútbol… En el trabajo, casi todos estamos a cargo de un grupo de personas en algún momento, bien sea como parte de nuestras funciones cotidianas o por periodos específicos u ocasiones especiales.
Si lo piensas, es probable que tú también seas líder en algún ámbito de tu vida, pues “liderar” no es otra cosa que estar a la cabeza de un grupo.
Lo que es seguro es que todos hemos tenido que colaborar alguna vez con un jefe, un supervisor o un coordinador. Y algunos hemos sentido la diferencia entre trabajar con un buen líder y con otro no tan bueno... ¿Qué hace, entonces, que algunas personas nos inspiren a dar lo mejor de nosotros mismos, mientras que otras nos hacen sentirnos apagados? ¿Qué factores explican el buen liderazgo?
¿Qué dice la ciencia sobre el liderazgo?
Actualmente, contamos también con algo muy valioso para responder a estas preguntas: los estudios científicos sobre las organizaciones que funcionan bien y sobre el liderazgo efectivo.
Uno de los investigadores más importantes en este ámbito es el doctor Kim Cameron, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Michigan (EE.UU.), autor de Positive Leadership (2008). El doctor Cameron habla de un concepto maravilloso: el efecto heliotrópico. Los heliotropos son flores que van girando durante el día siguiendo el sol. Explica que todos los sistemas vivos tienden a acercarse a aquello que da vida y a alejarse de lo que la agota; es decir, a inclinarse hacia la energía positiva y a rehuir la negativa.
Resulta que las personas somos como los heliotropos: aprendemos y recordamos la información positiva mejor que la negativa y, en todos los idiomas, hay más palabras positivas que negativas.
En las organizaciones, aprovechar lo positivo tiende a producir buenos resultados, genera vitalidad, crecimiento, buenas relaciones, comportamientos éticos, efectividad y calidad en el desempeño y capacidad de adaptación.
Un énfasis en lo negativo, en cambio, se traduce en bajos rendimientos, ineficiencia, más errores, malas relaciones, transgresiones de la ética y rigidez ante los cambios.
Cameron propone que el liderazgo positivo es una forma de conducirse como líder que enfatiza lo que funciona bien en las organizaciones, lo que se experimenta como bueno, lo que llena de energía y lo que inspira a las personas que son parte de ese grupo.
4 estrategias para convertirse en un líder positivo
Hay cuatro estrategias claves que diferencian a un líder positivo de los demás: el tipo de ambiente o clima que crea, las relaciones que favorece, el estilo de comunicación que promueve y cómo contribuye a que las experiencias sean significativas para las personas.
Los líderes que cultivan un clima emocional positivo en el grupo promueven la gratitud, el perdón y la compasión.
Cómo crear un buen ambiente de trabajo
En un buen ambiente emocional, predominan las emociones positivas –la alegría, el humor, la serenidad, el afecto...– sobre las negativas –el enfado, la ansiedad, el estrés, la tristeza...–. Los líderes tienen un gran impacto en el clima emocional y pueden promover y demostrar emociones positivas en su trabajo cotidiano.
Un dato interesante (Cameron, 2008) es que el efecto de las experiencias negativas es más fuerte que el de las positivas y que su impacto es más duradero. Si un empleado recibe un comentario negativo y varios elogios, recordará más la crítica que las cosas buenas que se le dijeron. Por eso, los líderes deben tener un cuidado especial para notar y expresar lo positivo de las personas.
Aun en tiempos difíciles, los buenos líderes no pierden de vista lo que sí funciona en sus organizaciones. Cameron ha observado que los líderes que cultivan un clima emocional positivo se centran en promover la compasión, el perdón y la gratitud entre los integrantes de sus equipos. Y ello es igualmente aplicable en las familias o en las escuelas.
Cómo promover las relaciones positivas
Por otro lado, cultivar las relaciones repercute positivamente en todos los niveles de nuestra vida, desde lo fisiológico y hormonal hasta lo social. Se ha demostrado, además, que lo que más contribuye a nuestro bienestar no es tanto lo que recibimos de los otros sino lo que damos.
Cameron señala dos estrategias para promover las buenas relaciones entre las personas. Una es crear redes de energía positiva: mientras hay personas que la “irradian”, otras parecen “agujeros negros” que chupan la energía de todo el mundo. Un buen líder identifica quiénes son los “energizadores”, los reconoce y apoya, y promueve su interacción con otras personas, pues su efecto se multiplica.
Otra herramienta es reconocer y aprovechar las fortalezas de los demás: un líder positivo no solo nota lo que las personas hacen bien sino que lo dice y lo destaca ante los demás, contribuyendo así a apreciar los talentos de cada uno.
La comunicación constructiva, mucho más eficaz en los equipos
La comunicación positiva se da cuando, en un grupo, se usa más un lenguaje constructivo y de apoyo que una forma de hablar crítica y negativa, y se está abierto a las preguntas.
Cameron sugiere una estrategia muy útil: pedir a veinte personas que escriban cuándo han visto a un compañero hacer las cosas bien y, después, darle los veinte comentarios a esa persona. Rara vez tenemos información sobre nuestras fortalezas y recibirla es muy productivo.
Claro que a veces un líder debe corregir el error de alguien, pero incluso entonces se puede utilizar lo que Cameron llama “comunicación de apoyo”: el líder solo describe lo que sucedió (sin juzgar), describe las consecuencias (sin culpar) y sugiere alternativas (en vez de discutir acerca de quién es la culpa). Así se crean las bases para una conversación sobre las posibles soluciones.
El mejor trabajo, el que tiene sentido
Las teorías contemporáneas sobre la felicidad y el bienestar (Seligman, 2011) proponen que un componente fundamental de estos es sentir que nuestra vida tiene sentido. Las investigaciones de Cameron indican que, cuando las personas creen que su trabajo tiene sentido, se esfuerzan más, están más comprometidas y más satisfechas.
El sentido o propósito es algo personal, pero los líderes pueden facilitar que la gente lo encuentre en su trabajo.
- Una estrategia es promover el contacto directo entre los trabajadores y los consumidores de los bienes que producen o los servicios que brindan, porque al hacerlo se dan cuenta de que lo que hacen beneficia a otras personas.
- Otra estrategia es ayudar a las personas a conectar su trabajo con sus valores: si uno de los valores de un trabajador es cuidar el planeta y su compañía implementa programas de ahorro de energía, esto puede ayudar a que su trabajo le sea más significativo.
- Una tercera estrategia es subrayar el impacto del trabajo a largo plazo: una maestra de primaria puede sentirse abrumada con los exámenes finales y las exigencias de los niños esa semana, pero si se encuentra con un exalumno y este le cuenta que es médico y que la recuerda con cariño y agradecimiento, la maestra puede renovar su convicción de que lo que hace tiene un impacto importante.
Las características de un buen líder no son necesariamente innatas, se pueden aprender. Por ello te invito a pensar en cómo puedes aplicar estos principios en tu propia vida. Recuerda que todos somos líderes de alguna manera y todos podemos inspirar a los demás para dar lo mejor de ellos mismos.