1. No des nada por sentado

No nos detenemos a pensar en nuestro modo de vida, creencias, costumbres, valores… Los damos por sentado y suponemos que quienes nos rodean tendrán (o deberían tener) ese mismo set de comportamientos e ideas.

Cuando comprobamos que otros difieren de mí en cualquier aspecto, concluimos que algo anda mal. El otro está equivocado, no se puede confiar en él o es, directamente, malvado.

Para desarrollar tolerancia debemos empezar por comprender que nuestro modo es tan solo uno de muchos posibles.

2. Identifica los ámbitos de la intolerancia

Cualquier rasgo o conducta puede movilizar la intolerancia. Pero existen algunos ámbitos en los que la intolerancia suele presentarse con mayor frecuencia y es importante conocerlos y saber identificarlos.

Estos espacios son la intolerancia racial o étnica, la intolerancia religiosa, la intolerancia social (el desprecio hacia aquellos que pertenecen a otra clase), la intolerancia a las habilidades diferentes, la intolerancia a otras nacionalidades o a los inmigrantes, la intolerancia de género (primordialmente hacia las mujeres), la intolerancia hacia la diversidad sexual y la intolerancia y estigmatización física.

3. Aprende a mirar con empatía

La tolerancia requiere empatía… Es necesario detenerse e identificar las cosas en las que el otro es como yo. La tolerancia comienza por pensar que el otro, por más diverso que sea, es un semejante, porque si no partimos de eso no hay base para tolerar las diferencias.

Es un trabajo interesante, cuando nos encontramos con alguien que consideramos muy distinto, tratar de hallar las semejanzas. Seguramente encontraremos más de las que creemos.

4. Comienza a desandar prejuicios

Lo cierto es que cualquier generalización, como “los judíos siempre…”, o “las mujeres son muy…”, es siempre prejuiciosa y, por ende, nociva.

Los prejuicios son un gran enemigo de la tolerancia, pues nos hacen creer que nuestras actitudes despectivas están justificadas. Nada más alejado de la verdad.

Desandar un prejuicio implica poder ver a la persona por detrás del estereotipo que se nos presenta y que estamos acostumbrados a ver. Es un ejercicio de convicción y de concentración.

5. No te creas todas tus fantasías

Cuando nos topamos con modos que nos resultan extraños, tejemos grandes fantasías alrededor de ellos y armamos teorías de complot: “Están tramando algo”. Es un intento de establecer un ellos contra nosotros. Somos expertos en encontrar argumentos para sostener lo que en verdad viene de las “tripas”.

Las personas solemos llenar lo desconocido con versiones tergiversadas de lo que sí conocemos. Nuestros encuentros con los demás no son una excepción.

Es fundamental para desarrollar tolerancia identificar estas fantasías y descreer de ellas. La mayoría de las veces encontraremos que detrás se esconden los propios miedos.

6. No lo tomes como algo personal

Para ser más tolerantes debemos comprender que lo que el otro hace o dice puede resultarme ofensivo pero que no me lo está haciendo ni diciendo a mí.
No es un ataque personal. No es dirigido. Yo puedo sentirme ofendido o dolido pero lo más seguro es que esa no fuera la intención del otro.

Si comprendemos esto podremos ser los primeros en saber dar un paso al costado y salir de una confrontación especular en la que cada uno le devuelve la agresión al otro cada vez con mayor enfado y en una mayor magnitud.

7. Ejercita el arte de la compasión

Frente a cualquier actitud diferente es muy fructífero detenerse a pensar: “¿Cuál es el motivo que puede tener para hacer esto que hace?”. Tal vez se siente inseguro, asustado, tal vez se ha sentido agredido a su vez, o no conoce otras maneras…

Ser compasivo quiere decir suponerle al otro siempre los mejores motivos.

Podemos entonces abrir los brazos y recibir al otro. Modelar para él una mejor respuesta. Como dice la frase: “Ámame cuando menos lo merezco porque es cuando más lo necesito”.

8. La gente tolerante es más feliz

No hay una relación clara y demostrable entre el éxito y la felicidad, ni entre el dinero y la felicidad, ni siquiera la fama, la salud ni el amor romántico han demostrado conducir en forma consistente a la felicidad. El único rasgo que lleva invariablemente a vidas más felices es el nivel de vinculación social.

Cuanto más grande y nutrida es la red vincular de una persona, más feliz es. Cuanto más aislada, más infeliz. Así ejercitar la tolerancia nos llevará a ampliar nuestros vínculos y, en consecuencia, a ser más felices.

Se ha comprobado en diversos estudios que las personas que son más tolerantes en sus vidas también son más felices.

9. La gente feliz es más tolerante

Sorprendentemente, la correlación entre tolerancia y felicidad funciona también en sentido opuesto: ser más feliz conduce a ser más tolerante.

No está del todo claro a qué se debe esta relación pero una posible explicación sería que la intolerancia se alimenta del resentimiento. Cuando no tengo lo que deseo o encuentro obstáculos para conseguirlo, estoy más proclive a adjudicar culpas hacia fuera (a los que son distintos a mí).

En consecuencia, aquellos que están más conformes con lo que tienen no sienten resentimiento y suelen ser más tolerantes.