Al meditar usamos el cerebro de una manera distinta. Por esa razón se produce la transformación. En concreto, se dan cambios en la actividad eléctrica de las neuronas, en las ondas que genera el cerebro para funcionar y que varían según nuestro estado mental:
- Durante el sueño profundo predominan las ondas delta, que tienen la capacidad de reparar el cuerpo y la mente.
- Durante el sueño ligero, cuando el cerebro está en su punto más álgido de relajación profunda, prevalecen las ondas theta.
- En estado de vigilia abundan las ondas alfa.
- En estado de mente racional predominan las beta.
Pues bien, durante la meditación se produce un incremento de las ondas theta y alfa: se consigue un cerebro en calma estando en estado de vigilia.
Recientemente, la ciencia ha descubierto el papel de las ondas gamma cerebrales en relación a estados de mayor apertura de consciencia, evidenciando que ayudan a salir de los pensamientos cíclicos, incesantes, y entrar en un espacio mental donde predomina la creatividad, la aprehensión directa del conocimiento, donde además nos encontramos en paz y sentimos esa sensación de que todo está bien, la antesala de la felicidad.
¿Qué hacer para conseguir todos estos beneficios?
Por tanto, aunque la palabra meditar sugiera un verbo, y por tanto una acción, en realidad meditar no requiere ninguna acción. Simplemente consiste en llevar la mente a otro estado.
No se trata de hacer grandes ejercicios ni grandes esfuerzos: en realidad, meditar es muy sencillo.
Cada vez que hacemos algo que amamos hacer, cada vez que “entramos en flujo” y perdemos la noción del espacio-tiempo y estamos en el puro presente, cada vez que nos centramos en expresar nuestra creatividad, en permitirnos aprender algo nuevo (saliendo de los automatismos), estamos favoreciendo este estado meditativo.
Tocar un instrumento musical, tejer, cantar, bailar, viajar, escalar, patinar, incluso ¡conducir!, pueden ser actividades que nos lleven a un estado mental más allá del racional, a una mente meditativa en la que podemos empezar a “pensar distinto”. Como cuando se tiene la sensación de que el tiempo no existe, que se está inmerso de lleno en una vivencia.
6 objetivos de salud que podemos alcanzar mediante la meditación
Sueño
Meditar no solo mejora nuestro día a día, sino también nuestra noche. Los estudios muestran que las personas que meditan habitualmente tienen una mejor calidad de sueño, es más profundo. Además, este descanso más reparador repercute directamente en la mejora de los estados mentales y emocionales sobre la vigilia, generando un ciclo virtuoso de bienestar y salud.
La meditación con movimientos (taichí, yoga, qigong...) es especialmente eficaz para mejorar el sueño.
Vista
La visualización, una técnica de meditación que consiste en evocar con la imaginación una situación agradable, activa regiones cerebrales visuales,
lo que no ocurre con otros tipos de técnica.
Memoria
El mindfulness es el gimnasio del cerebro. Practicarlo durante 12 minutos al día parece ser suficiente para notar mejorías en muchos aspectos físicos y mentales relacionados con la juventud del cerebro, según un estudio de la Fundación para la Investigación y prevención del alzhéimer de Tucson (EE.UU).
Se ha comprobado que la meditación con atención enfocada (habitualmente se practica concentrándose en un objeto, como mirar una vela) activa áreas del cerebro relacionadas con el control de la atención, lo que también mejora la capacidad de retener y memorizar datos.
Ansiedad
Concentrarse en la respiración (centrar la mente en cómo entra y sale el aire de nuestro cuerpo) ha demostrado su eficacia contra los episodios de ansiedad. Es una forma efectiva de reducir el nerviosismo, incluso en casos de estrés postraumático.
Miedo
El cardiólogo Herbert Benson, de la Harvard Medical School (EE UU) estudió los efectos de la meditación budista y comprobó que su práctica aumenta la actividad en el lóbulo frontal izquierdo del cerebro y disminuye la de la derecha.
Las personas que utilizan más el hemisferio izquierdo tardan menos tiempo en eliminar las emociones negativas. Este desequilibrio entre la actividad
de ambos hemisferios favorece la reducción del miedo y de los estados irascibles.
Detectó, además, que se producía un aumento en la liberación de dopamina, un neurotransmisor asociado a la sensación de bienestar.
Dolor
La práctica meditativa centrada en la sensación del dolor puede ayudar a transformarlo. Se trata de familiarizarse con esta sensación para aprender gradualmente a aceptarlo.
Una técnica común de meditación contemplativa consiste en relajarse e imaginar que se respira por la zona dolorida y que se expulsa el aire por un agujero de la misma zona corporal.