En contacto directo con el exterior, la epidermis es una capa de células estratificadas, carente de vasos sanguíneos, cuya función es preservar las células más profundas de la deshidratación.

Su parte más superficial, la capa córnea, está constituida por células aplanadas, unidas entre sí y queratinizadas.

Estas se van desplazando hacia la superficie mientras nuevas células se forman en las capas más profundas: es lo que se conoce como descamación permanente y hace que la piel se renueve de forma natural.

Sin embargo, con los años el proceso se ralentiza, y puede ser conveniente ayudar a eliminar estas células muertas.

La exfoliación o peeling es la eliminación artificial, más rápida y profunda de las células queratinizadas de la capa córnea.

El proceso de exfoliación, además de acelerar la renovación celular, elimina la suciedad profunda y activa la microcirculación periférica de forma que llega más oxígeno a las células. El resultado es una piel más limpia y luminosa.

A lo largo de los años se han desarrollado muchos métodos de exfoliación más o menos agresivos para la piel: desde sustancias ácidas hasta tratamientos mecánicos por dermoabrasión con rayos láser o proyección de microcristales de aluminio.

Entre las opciones menos invasivas se hallan los exfoliantes vegetales, con extractos de cortezas, hojas o frutos triturados muy finos. Permiten una exfoliación mecánica suave que no daña la piel.

¿Cómo exfoliarse correctamente?

La aplicación del exfoliante en el rostro se realiza siempre con la piel limpia, aplicando un ligero masaje con movimientos circulares desde el cuello hasta la frente, presionando con las yemas de los dedos e insistiendo en las zonas donde la piel es más grasa o se acumula más suciedad como aletas de la nariz, barbilla y frente.

Una vez masajeado todo el rostro, se retira el exfoliante con una esponja mojada en agua templada. Al acabar, se notará la piel suave al tacto y algo enrojecida, lo que indica que la circulación sanguínea se ha activado.

Es el momento de aplicar una mascarilla que nutra en profundidad la piel y calme la sensación de calor. Dealoe vera si la piel es sensible, arcilla si es grasa o directamente aceite de rosa mosqueta o argán si la piel es seca y envejecida.

Todo tipo de piel puede permitirse una exfoliación de vez en cuando. Para saber cuándo se necesita hay que fijarse en signos como la falta de luminosidad, el exceso de grasa o la aparición de puntos negros.

¿Qué exfoliante elegir? ¿Exfoliar con sal o azúcar?

Se puede preparar un exfoliante casero mezclando una leche limpiadora fluida o un aceite facial con un pellizco de sal fina o de azúcar.

Con la pasta resultante se frota en seguida la piel del rostro, ejerciendo una ligera presión con las yemas de los dedos. Se retira con agua tibia y se aplica al cutis una crema hidratante.

Exfoliar en la ducha

El cuerpo también necesita ayuda en el proceso de renovación cutánea.

En las zonas donde la epidermis es más gruesa, como plantas de los pies, codos y rodillas, se pueden aplicar exfoliantes de grano más grueso, una esponja vegetal tipo lufa o una piedra pómez.

Limpieza profunda

La limpieza profunda del cutis puede sustituir a la exfoliación.

Existen mascarillas purificantes que limpian el poro pero no se llevan la capa córnea.

Infusión calmante

En las pieles sensibles la exfoliación debe ser muy suave, y hacerse con partículas vegetales trituradas, sin ejercer mucha presión en el masaje.

Al acabar se aconseja aplicarse una mascarilla calmante o una infusión tibia de manzanilla o malva.