La fiesta de los Carnavales puede ser esperada y deseada por algunos niños, pero también, odiada o temida por otros. Padres, profesionales y profesores podemos ayudar para que cada niño disfrute de los Carnavales a su manera.

La fiesta actual de los Carnavales ha perdido parte de su sentido tradicional de jolgorio y desinhibición, previos a las restricciones de la Cuaresma. Sin embargo, aún se sigue manteniendo el espíritu de diversión y del uso de los disfraces para sacar a la luz partes de la personalidad que suelen reprimirse el resto del año.

A pesar de este sentido lúdico de los Carnavales, muchos niños no logran disfrutar de la experiencia de disfrazarse o de ver a otras personas con según qué tipo de disfraces. Muchas veces, esta vivencia puede resultar traumática para ellos o, incluso, causarles miedos innecesarios que pueden llegar a arrastrar durante años.

Para que los niños puedan disfrutar esta fiesta sin problemas, he resumido una serie de aspectos que deberíamos tener en cuenta para vivir unos Carnavales respetuosos.

5 claves para que los niños disfruten el carnaval

Ante todo, los Carnavales deben ser una fiesta divertida que deje un buen recuerdo en los pequeños. Como padres o educadores, podemos ayudar a que el Carnaval sea una experiencia muy positiva.

1. Que preparar el disfraz sea divertido

En lugar de comprarlos, fabricar los propios disfraces puede ser una divertida actividad para realizar en familia. El recuerdo será mucho más perdurable y entrañable, si ellos mismos se ocupan de diseñar sus disfraces, pensar los materiales que necesitan o reciclar objetos de casa para darles un uso original.

También es importante eliminar la competitividad y el comparar con los disfraces de los vecinos o amigos. No hay que hacer concursos ni votaciones sobre el mejor disfraz. Cada uno elige el suyo y lo fabrica a su manera, que no es ni mejor ni peor que otras.

2. No obligarles a disfrazarse, si no quieren

Muchos niños no se sienten a gusto con esta fiesta. A algunos niños les da vergüenza salir disfrazados a la calle, aunque todo el mundo lo haga. Otros, sencillamente, no quieren disfrazarse porque no les gusta.

En estos casos, no es sano ni respetuoso obligarles a disfrazarse, si no quieren. Los mayores deben escuchar, comprender sus motivos y respetar sus decisiones. Pueden disfrutar la fiesta del Carnaval aunque no quieran disfrazarse. Pueden ir disfrazados de “ellos mismos”.

3. Evitar disfraces si les producen miedo

Otros niños pueden sentir miedo ante las máscaras, los maquillajes o las actitudes estrambóticas e imprevisibles de la gente disfrazada. Además, muchos adultos inconscientes, aprovechan los disfraces para hacer la típica broma de asustar a los pequeños y burlarse de ellos, sin pensar en las consecuencias que puede dejarles este susto.

Si deseamos que los niños disfruten estas fiestas y no sean origen de miedos futuros, debemos escucharles y respetarles, si expresan algún tipo de reticencia frente a las fiestas o los desfiles. En estos casos, se deben evitar los desfiles ruidosos o las reuniones muy concurridas donde pueda haber adultos no respetuosos.

4. Dejarles elegir su disfraz para que se expresen

En muchas escuelas o fiestas familiares, los adultos eligen la temática de los disfraces y los niños no tienen opción de elegir. Esto va en contra de la filosofía carnavalesca de explorar aspectos ocultos de la propia personalidad.

Si el objetivo del Carnaval es rebelarse contra lo establecido y contra las restricciones que vendrán después, no tiene sentido limitar su libertad imponiéndoles el motivo de sus disfraces.

Disfrazarse implica cambiar su identidad, jugar a ser otro y explorar diferentes aspectos de su personalidad. Debemos dejar que sean ellos quienes elijan de qué se quieren disfrazar y quién quieren ser. Puede ser una actividad interesante, en clase o en familia, que cada uno explique de qué va disfrazado y por qué ha elegido ese personaje.

5. Evitar la cosificación e hipersexualización de niñas y niños

Para los niños, las niñas, el disfrazarse tiene el sentido de un juego inocente, de una diversión infantil, para disfrutar, desde su ilusión de niños, de las fiestas.

De ahí que una de nuestras labores fundamentales como madres y padres sea la de proteger y evitar exponer a nuestros hijos e hijas a experiencias vitales para las que no tienen ni la edad ni la madurez emocional e intelectual necesarias para defenderse.

Por ello, los disfraces de nuestros hijos no deben reproducir estereotipos que les hipersexualizan y cosifican. Los carnavales son para el disfrute de uno mismo, no para ser tratados como objetos vestidos y maquillados para el disfrute de los demás.