Investigador de la conciencia, Patrick Drouot nos aporta en su obra, La revolución del pensamiento integral (Luciérnaga), las claves de la inteligencia global. Se trata de una nueva forma de pensamiento que surge del corazón y que es capaz de elevar nuestra claridad emocional.
Entrevista a Patrick Drouot
Propone desarrollar una nueva arquitectura mental acorde con las necesidades de los nuevos tiempos. ¿Cómo se consigue?
Algunos pensadores, a partir de los años 80 del siglo XX, empezaron a vislumbrar que se necesitaría una nueva manera de pensar, un nuevo paradigma, para comprender un mundo cada vez más complejo. Apareció entonces el concepto de “cerebro cardiaco”. John y Beatrice Lacey descubrieron que había una red neuronal en el corazón, es decir, que el corazón pensaba, reflexionaba, tomaba decisiones independientemente del cerebro.
Se demostró que, cuando el corazón enviaba información al cerebro, este seguía sus instrucciones; obedecía al pequeño centro de información ubicado en el corazón. Yo creo que este nuevo pensamiento debe articularse a través de los mensajes y la comunicación desde el corazón.
También se ha descubierto que el intestino alberga una gran cantidad de neurotransmisores capaces de incidir sobre nuestras emociones...
Sí, es extraordinario. Sabemos que tenemos siete centros cerebrales que funcionan más o menos en armonía: el cerebro central con dos hemisferios, el cerebro cardiaco, el rinencéfalo o cerebro olfativo, el cerebro límbico y los núcleos caudados de las amígdalas, cuna de las emociones; el cerebro del plexo solar, en conexión con el diafragma; el cerebro intestinal y el cerebro epidérmico.
¿Y cómo se comunican estos siete centros inteligentes?
En 1650, Christiaan Huygens, inventor del reloj de péndulo, se fijó en que, cuando daba cuerda a los relojes de su colección, estos se sincronizaban espontáneamente y adoptaban el mismo ritmo que el reloj maestro, que arrastraba a todos los demás. Parece ser que el corazón actúa del mismo modo, es capaz de arrastrar a los otros sistemas biocorporales hacia su propio ritmo. En un primer momento, el corazón envía su mensaje de coherencia a los hemisferios del cerebro central, y estos se ponen a funcionar de manera armoniosa seguidos del rinencéfalo, el cerebro límbico, el cerebro del plexo solar, el cerebro intestinal y el cerebro epidérmico.
¿Y entonces qué ocurre?
Nuestros siete relojes entran en un estado de coherencia integral que favorece las experiencias óptimas, la fluidez neuronal, la creatividad y una visión más amplia de la realidad.
¿Podemos, entonces, provocar esta coherencia neurocardiovascular y hacer que dure?
Al principio no es fácil, excepto para quienes acostumbran a meditar o a realizar ejercicios de relajación. Por ello busqué una herramienta que pudiera utilizar cualquier persona y ante cualquier trastorno: depresión, estallidos de irritabilidad o cólera... Dado que la tasa de variabilidad cardiaca coherente es una frecuencia, convertí el sonido de un corazón en algo que se pudiera oír a través de un CD. Al escuchar este sonido, es como si el corazón reconociera su propio latido y, en unos cinco minutos, se va acoplando a él. Entonces ocurre lo que yo he llamado una reestructuración cardiovascular.
Aparte de escuchar esta grabación, ¿hay otras formas de llegar a ese estado de coherencia?
Sí. Se puede acceder a ese estado a través de la relajación, sentados o tumbados cómodamente, inspirando y espirando lentamente, dirigiendo nuestra atención hacia la zona del corazón e imaginando que el aire entra y sale del tórax por el corazón, como si fuera este órgano el que respira. Cuando nuestro corazón se pone en coherencia, sentimos una sensación particular en el pecho, que poco a poco aprendemos a reconocer: calor, expansión… A partir de este punto, podemos realizar otros ejercicios, como pensar que el campo electromagnético del corazón tiene la forma de una pequeña luz que sale al exterior como una fuente y penetra en todos los poros de nuestra piel, bañando nuestras células.
Cuando el organismo funciona al dictado del corazón, aparece un estado de fluidez que favorece nuestra creatividad y lucidez mental.
¿Qué efectos tiene sobre el organismo esta cardiosmosis, como usted la llama?
Desaparecen cefaleas, dolores corporales, reumas; experimentamos una mejor estabilidad emocional… Y también aparece un estado de fluidez neuronal: efectos creativos, más rapidez de pensamiento...
Usted propone volver al pensamiento renacentista, fluir y dejar que esta forma de actuar, más intuitiva, domine sobre la parte más represora.
Cuando nos encontramos en un estado de atención flotante, es como si todo se estuviera organizando y, en ese momento, sobreviene la inspiración, el conocido ¡eureka! Algunas teorías científicas fundamentales de la actualidad han emergido de estos estados particulares de fluidez. el matemático Henri Poincaré, por ejemplo, encontró la solución de unas ecuaciones a las dos de la madrugada. “De repente, me sentí alineado y la solución se me apareció”, cuentan sus biógrafos que dijo. Las ecuaciones de Poincaré fueron necesarias para que Einstein llegara a la teoría de la relatividad. Se supone que algunas herramientas terapéuticas de desarrollo personal, así como de lógica científica, financiera, económica… no van a salir de la capacidad analítica del cerebro: saldrán de la lógica neurocardiovascular.
¿Vamos, entonces, de una sociedad del cerebro a una sociedad del corazón?
Yo creo que sí. el mundo moderno ha sido creado como una extensión de la forma de funcionar del cerebro izquierdo. El corazón tiene que generar una sociedad que provenga de su lógica, que tenga en cuenta lo visible, lo invisible y todo lo que está interconectado en el universo. El corazón sabe hacerlo; el cerebro, no. Por ello, en la actualidad, algunos físicos y científicos tienen una visión más espiritual, porque hay vínculos, y realmente esto abre las puertas de la esperanza para el mundo.
La revolución del pensamiento: un cambio de actitud imprescindible
Nuestra civilización está cambiando a una velocidad tan vertiginosa que puede retraernos o desasosegarnos. Pero Drouot nos invita a un cambio profundo de actitud. En La revolución del pensamiento integral (Luciérnaga), nos muestra cómo convertirnos en alquimistas del presente para construir un futuro alentador que integre lo local y lo global.