El aceite de oliva virgen extra tiene a su favor que forma parte de la saludable dieta mediterránea y cientos de estudios científicos que prueban sus propiedades. El aceite de coco, en cambio, es un descubrimiento reciente para la ciencia y todavía no existe un consenso sobre sus beneficios. No obstante, la popularidad del aceite de coco crece entre la personas interesadas en la alimentación natural y sana.

La nutricionista Emily Gelsomin escribe en el blog de la Universidad de Harvard que los estudios científicos señalan que, en general, los aceites vegetales son preferibles a las grasas de origen animal, sobre todo para la salud del corazón.

El aceite de oliva reduce la inflamación

Gelsomin opina que la bondad del aceite de oliva queda probada por los estudios realizados en poblaciones europeas. Menciona un estudio reciente, publicado en el Journal of the American College of Cardiology, que prueba como reemplazar la margarina, la mantequilla o la mayonesa por aceite de oliva reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular.

Según este trabajo, los beneficios empiezan a producirse a partir del consumo de media cucharada de aceite de oliva al día. Y al aumentar la dosis, se incrementan los efectos positivos. En Europa el consumo medio es de tres cucharadas al día.

En concreto, se sabe que el aceite de oliva disminuye la inflamación que contribuye a la progresión de las enfermedades cardiovasculares gracias a su contenido en polifenoles. Estos compuestos antioxidantes están presentes de manera abundante en el aceite de oliva virgen extra (AOVE), que se obtiene por presión en frío, sin recurrir a disolventes químicos.

Si tomas aceite de coco, que sea de presión en frío, sin refinar

Los defensores del aceite de coco mencionan los ácidos grasos saturados de cadena media que contiene como los agentes beneficiosos. Afirman que estas grasas ofrecen ventajas en relación con la pérdida de peso y el control del colesterol. Aunque estas propiedades han sido mostradas en estudios científicos con muestra de pequeño tamaño, existen otras investigaciones que los contradicen. Muchos especialistas en nutrición que continúan pensando que se trata de grasas saturadas poco recomendables.

Gelsamin opina que la clave puede estar en la calidad del aceite de coco utilizado en los estudios. El coco es un alimento básico en la alimentación tradicional de poblaciones asiáticas y allí solo se han observado efectos beneficiosos. Es decir, allí no hay tantos problemas de colesterol como en los países europeos o Estados Unidos. Pero en esas comunidades se consume coco al natural, sin procesar. La pulpa de coco es, además, rica en fibra.

Un ensayo publicado en BMJ Open muestra que el aceite de coco virgen extra (sin refinar) no aumenta el colesterol LDL y su efecto es comparable al AOVE, y siempre mejor que el de la mantequilla de leche de vaca.

Gelsomin concluye que el aceite de oliva virgen extra continúa siendo la grasa primaria de elección en las dietas occidentales. No obstante, el aceite de coco de primera presión en frío y, si es posible, de producción ecológica, es un alimento en principio recomendable.