Desde pequeña, Jenny Moix sentía que podía ayudar a las personas a resolver cualquiera de sus problemas, y con el paso de los años este sentimiento se fue afianzando hasta tal punto que acabó estudiando la carrera de Psicología.

Sin embargo, su pasión por el funcionamiento de la mente no terminó ahí y continuó con ese aprendizaje incesante que mantiene a día de hoy y comparte, no solo con sus alumnos universitarios, sino con todo aquel que desee acceder a sus libros y al material divulgativo que comparte en distintos medios de comunicación, así como en sus redes sociales.

La cueva del mono (editorial Plataforma) es su último trabajo, una fábula que narra la historia de Rahul, un joven que acabará cambiando su percepción sobre sí mismo y sobre la vida. El objetivo de este libro es ayudar al lector de una forma distendida a detenerse y así poder observar qué hay más allá de esa voz que nos limita, cuando logramos acallarla.

–En su opinión, según he leído, el ego no es nuestro enemigo.
–El ego es como un mono de peluche precioso que me acompaña en todas las conferencias y se ha convertido en el protagonista de mi último libro, porque despierta compasión. Nuestro ego se moldea en una sociedad donde impera la gente joven, guapa, rica, con éxito, que hace muchas cosas… ¿Cómo vamos a pretender que no esté contagiado? Hay que tenerle compasión, mimarlo, perdonarlo… No es el enemigo, no hay que pelear con él; se trata de aceptarlo.

–Parece que la felicidad se ha convertido en una meta, pero ¿esta búsqueda incansable no es contraproducente?
–Totalmente, porque coloca la mente en el futuro, impidiéndonos saborear el ahora y haciéndonos sentir que nos falta algo. En cuanto logras algo, te das cuenta de que te falta otra cosa, cuando en realidad lo único que nos falta somos nosotros mismos.

–¿Cómo definiría el concepto felicidad?
–Para mí, la felicidad no es el subidón que te da cuando consigues algo, eso es una alegría que tiene una fecha de caducidad muy rápida. Para mí, la felicidad real no tiene causa, es incondicional.

–Pero no es fácil…
–Por supuesto que no, y el hecho de que a veces se venda que conseguirla es un proceso muy sencillo crea mucha frustración. Si el simple hecho de poner atención en nuestra respiración ya nos resulta complicado a muchos, ¡imagínate alcanzar la felicidad!

–¿Buscamos una felicidad equivocada?
–Sí, porque yo creo que la felicidad la buscamos sobre todo fuera, cuando en realidad está dentro. A ver, esta es una frase muy típica, pero lo que quiero decir es que, si tú miras la vida con unas gafas que distorsionan la realidad, hagas lo que hagas, siempre verás las cosas de esa manera. Cuántas personas hay que se podría decir que lo tienen todo para ser felices y no lo son, y es por esas gafas que llevan. Por eso la felicidad es interior, cuando aprendes a estar calmado o a verlo todo de otra manera.

–¿Ese cambio de mentalidad supone esfuerzo y paciencia?
–Sí, hoy en día queremos que todo sea inmediato. Estamos tan revolucionados que ¿cómo vamos a pedir a las personas que se pongan en plan mindfulness? Para mí, la fuente del problema es esta vorágine de la rapidez y de la inmediatez en la que estamos inmersos. Así, es de locos intentar cambiar el interior, algo que requiere un trabajo de introspección, una vida más sencilla y calmada.

–¿Cómo salimos entonces de esa rueda?
–No es fácil. Hay que descubrir qué hay de exigencia y qué hay de autoexigencia. Si somos realmente honestos con nosotros mismos, no es que estemos en una rueda exterior, sino que hay que valorar hasta qué punto se trata de autoexigencia, miedo a decir que no, a cómo nos verán… Al final, siempre tenemos que cambiar de perspectiva y mirarlo todo desde nuestro interior. Tampoco deja de ser cierto que la velocidad de esta sociedad es contagiosa y requiere que nos mantengamos muy centrados para no sucumbir.

–¿Cuáles son las consecuencias de esta necesidad de ser feliz?
–Son muy evidentes. La ansiedad, la depresión y los suicidios van en aumento, ¿por qué, si representa que tenemos más comodidades, más curas para las enfermedades, etc.? Pues por ese concepto equivocado de la felicidad y porque no se concibe la aceptación. Antiguamente, la gente aceptaba que su vida era como era y, una vez la aceptaba, vivía bien. Ahora exigimos que alguien nos dé la solución a nuestros problemas, incluso que nos dé una pastilla que nos permita estar todo el día contentos, cuando estar triste a veces es normal. Todas las emociones están bien. Hay que dejarse sentir. Te dejas sentir y luego se pasa.

–Sin embargo, a veces no se pasa…
–Claro, porque sentimos culpa por estar tristes. Este es el problema, que no nos permitimos estar tristes y, por eso, cada vez hay más personas que se sienten así. Además, otra de las claves para ser feliz es mantener la atención y hoy en día nos cuesta mucho. ¿Cuántas veces nos sentamos a mirar una película y de repente cogemos el móvil sin que haya sonado? A los jóvenes les pasa continuamente y, si no hacemos algo para cambiar esta tendencia, habrá más problemas.

–¿Por qué cuesta sentir?
–Porque siempre se le ha dado más importancia a la razón. Nos definimos como Homo sapiens, porque creemos que el pensamiento nos diferencia de los animales. Hasta en los estudios se aprecia: las ciencias se consideran más importantes que las artes y las letras.

–Retomando el tema de la aceptación, ¿podría confundirse con conformismo?
–Es verdad que aceptar se asocia erróneamente a resignación, conformismo… En cambio, si te aceptas, si te perdonas cuando se supone que has cometido un error –aunque esto del error también es relativo–, consigues una fortaleza impresionante, porque ante cualquier decisión no te paralizas. Acepta y, a partir de ahí, verás cómo las cosas cambian.

cambiar de hábitos sin esfuerzo

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Cambiar de hábitos sin esfuerzo

–«El pasado y el futuro son solo tu invención», dices en tu último libro. Lo del futuro es comprensible, pero el pasado, ¿tampoco lo conocemos?
–Primero hablemos del presente. Tenemos que ser conscientes de que todo lo que estamos viviendo en cada momento es una construcción del cerebro: los colores, la profundidad… Cuando abrimos los ojos no entra la realidad en nuestra mente, sino que es nuestra mente la que coge cosas del exterior y les da un significado. Por eso mismo, el pasado también es una reinterpretación. Hay estudios que demuestran que, si hoy estás deprimido, tiendes a recordar los momentos malos del pasado. O, por ejemplo, vas al psicólogo y te dice que admirabas a tu padre. Entonces tú te dices que siempre te enamoras de los hombres que admiras, y ya te has inventado tu pasado. Realmente algo ha ocurrido, pero lo que recordamos está muy deformado, es una invención.

–¿Somos prisioneros de nuestra mente?
–Totalmente. Fíjate en ti misma. Hoy, cuando acabe el día, busca un pensamiento original que nunca antes hayas tenido. Quizá encuentres algo, pero muy poca cosa, porque si se pudiera grabar el cerebro, veríamos que la grabación de hoy y la de ayer no se diferencian mucho. Estamos en un bucle del que cuesta mucho salir.

–Entonces, ¿nos limita?
–Hace ya algún tiempo compartí en Instagram una frase que decía: «La mente es limitada. La mente es ilimitada. Las dos opciones son correctas». La mente tiene unas capacidades enormes, pero somos conscientes de muy pocas. Es decir, tenemos una cantidad impresionante de información en el cerebro y nuestra conciencia solamente puede manejar, elaborar y asociar de una forma lógica una pequeña parte. Pero el inconsciente, y esto en los sueños se ve con total claridad, puede mezclarla de una forma ilógica y creativa. Accedemos a la creatividad en micromomentos, como cuando estamos medio dormidos, en la ducha… En definitiva, se podría decir que la mente consciente es limitada, y la inconsciente, ilimitada.

–¿Cómo podemos aprovechar más todas esas capacidades?
–Einstein decía que un buen científico tenía que pensar durante una hora al día en algo que no creyera. Yo a veces lo intento. No lo consigo, pero logro matizar mucho lo que pienso. Creo que debemos estar más abiertos a lo que nos dicen los demás, porque estamos rodeados de personas que tienen otras miradas y nos pueden ayudar a romper un poco los propios esquemas.