La mayoría de nosotros no hemos recibido ni educación emocional, ni herramientas o recursos para saber qué hacer con lo que sentimos. Aun así, nos toca acompañar las emociones de nuestros niños, familiares o amigos. ¿Cómo lo podemos conseguir si ni siquiera sabemos qué hacer con las nuestras?

La periodista, consultora de crianza consciente y escritora, Míriam Tirado, ha publicado su nuevo libro ‘Sentir’ (editorial Grijalbo) en el que nos acompaña en un viaje para comprender por qué nos cuesta tanto acoger y canalizar de una manera asertiva lo que sentimos, sobre todo aquellas emociones que han quedado bloqueadas dentro nuestro y que necesitan ser liberadas. Cuando aprendamos a sentir sin miedo, nos daremos cuenta de que no había nada a temer y podremos vivir una vida más consciente.

Después de tus libros Rabietas y Límites, llega a las librerías Emociones. Parece que tiene sentido, pero no habrá sido fácil llegar hasta aquí. ¿Qué te hizo pensar en este libro?

–Después de Rabietas y Límites creía que ya tocaba hacer un libro más amplio sobre mi tema preferido y sobre el que me he especializado: las emociones. Quería hacer un libro que ayudase tanto a madres y padres como a personas que no tienen hijos, porque, al fin y al cabo, todos sentimos, y los adultos estamos muy faltos de educación emocional. Era el libro que realmente me apetecía hacer en este momento.

 

¿Qué entendemos por emociones? ¿Cómo podemos sentirlas? ¿Qué significa eso?

–Sentimos todo el rato y desde el minuto uno de nuestra existencia. Somos humanos y tenemos la capacidad de sentir un montón de cosas. Las emociones se viven en el cuerpo y es a través del cuerpo que se manifiestan, por eso, dependiendo de la emoción, podemos tener sensaciones corporales diversas: fuego que se enciende en

nuestro interior en el caso de la rabia, por ejemplo, un nudo en la garganta en caso de tristeza, etc. Estando muy conectados con el cuerpo podremos estar más atentos a nuestro sentir, a todas las emociones para poder darles la atención que piden.

Somos una montaña rusa de sentimientos y emociones. ¿Cómo podemos distinguirlos?

–Para mí no es tan importante distinguirlos cómo hacerles espacio y acoger aquello que surge de nuestro interior. Es decir: claro que es importante poder identificar aquello que sentimos y por qué, pero quizás –si estamos muy desconectados– esto nos será un poco difícil.

Lo que es primordial y debemos hacer aunque no sepamos qué nos pasa es hacer espacio a lo que sentimos. Esto significa respirar esa emoción (sea la que sea), darnos cuenta de que está, de cómo se manifiesta en nuestro cuerpo (a través de qué sensaciones) y ver qué creemos que nos está haciendo ver. Las emociones tienen una función: ayudarnos a ver lo que necesita ser visto y atendido. Así que lo vital es darnos cuenta de ello y acoger todo lo que sentimos sin juicios.

 

Las emociones no resueltas suelen venir de la infancia. ¿Cuándo podemos saber que estamos preparados para sanar nuestras emociones?

–A veces no lo sabremos… eso de sentirnos preparados para abrir la caja de Pandora a veces no ocurre porque tenemos demasiado miedo de empezar a sanar. Pero la vida nos lleva inevitablemente a ello. Si no nos ponemos manos a la obra, la vida encontrará la forma de obligarnos a ello. Por lo tanto, no hace falta “esperar a estar preparado” sino más bien, tener la voluntad y la humildad para reconocer que hay cosas que necesitamos procesar, integrar, sanar y que quizás solos no sabemos ni cómo empezar, pues entonces, busquemos ayuda profesional para que nos acompañe en este camino de crecimiento personal tan importante.

¿Cuáles son las emociones que nos hacen más daño? ¿Cómo podemos hacerles frente?

–Las que rechazamos, sin duda, y tendemos a rechazar, juzgar e ignorar. Aquellas que nos son desagradables de sentir en el cuerpo, por lo tanto: rabia, miedo, tristeza, añoranza, celos, envidia, etc. Es básico que aprendamos a aceptar todo lo que sentimos sin juicios, porque así, podremos acoger esas emociones y aprender de ellas, ver qué nos están intentando hacer ver de nosotros que no queremos ver y atender ese dolor que a menudo esconden.

Hay un momento vital que es especialmente sensible a las emociones: la maternidad y paternidad. ¿Qué consejos les darías a aquellos padres que se encuentran ahora mismo en ese tsunami de emociones?

–Primero que entiendan que es normal: cuando estamos con un bebé o un niño se nos remueve siempre el bebé o el niño que fuimos, por lo tanto, no es que se estén volviendo locos ni que se les esté yendo la olla. No. Es absolutamente normal y nos pasa a todos.

Una vez dicho esto, les recomendaría que aprovechen este momento tan emocionalmente intenso para darse cuenta de qué emociones están más presentes y que tiren del hilo para ver por qué. Que observen con qué emociones se llevan peor, que intenten recordar qué ocurría con estas emociones en su infancia, y que poco a poco vayan aprendiendo de ellas y de su infancia. Que integren cosas, hechos y emociones de esa etapa que quizás estaban olvidadas (a veces a propósito) para ir reordenando y encajando las piezas de nuevo en el puzzle. Para así poder vivir más conscientes y más presentes, integrando todas las emociones que hemos vivido de una forma consciente, sana y asertiva.

En el libro ayudo a todos aquellos que quieren empezar a hacer este camino, dándoles la mano y empezando desde el principio y poco a poco.

 

Y, en este sentido, ¿cómo podemos acompañar correctamente a los niños y niñas en sus emociones? Y más cuando a los adultos no nos enseñaron a hacerlo.

–Este es el reto, porque dar lo que no has tenido cuesta. No tenemos referentes ni hemos tenido educación emocional. Lo que aprendimos de niños era a etiquetar las emociones incómodas como “negativas” y hemos visto cómo se rechazaban, castigaban o ignoraban. Por lo tanto, puede costarnos ahora hacer algo totalmente distinto: no juzgarlas, aceptarlas y acompañarlas desde el amor y sabiendo que esas emociones son absolutamente normales y que necesitan ser vistas y atendidas.

Tenemos que distinguir entre emociones y comportamiento: el comportamiento al que nos lleva una emoción puede ser incorrecto y rechazable, pero no la emoción. Tenemos que enseñar a nuestros hijos que lo que sienten es normal y que lo entendemos, y a la vez, enseñarles que tienen que canalizar esas emociones de una forma asertiva. Y para hacer esto, la mejor enseñanza es ser ejemplo, así que tenemos que ponernos las pilas en transmitir lo que sentimos de una forma conectada y asertiva.

Hay personas que crecen y pasan a su etapa adulta sin permitirse sentir el dolor, la tristeza, la rabia… ¿Por qué huimos de estas emociones? ¿Qué tiene de beneficioso para nosotros saber transitarlas?

–Porque es doloroso, incómodo, porque provoca sensaciones corporales muy desagradables de las que queremos huir y hemos integrado que la forma de hacerlo es aniquilando esas emociones, ignorándolas o tapándolas con adicciones o escapadas hacia adelante como si así desaparecieran. Pero nada desaparece, y si no se atiende, vuelve más tarde y gritando más fuerte. Así que por nuestro bien es importante que hagamos caso de esas emociones que aparecen para contarnos cosas de nosotros que necesitan ser vistas y atendidas: necesidades, deseos, dolor, etc., y que lo respiremos, lo lloremos, le hagamos espacio y nos cuidemos y atendamos.

Es como girar el foco: de tenerlo siempre en el exterior, hacia el interior e intentar de limpiar nuestro “hogar”, que somos nosotros mismos y al que quizás nunca le hemos quitado el polvo ni ordenado, ni prestado atención. Si lo hacemos sin duda podremos vivir una vida más plena, más consciente y muchísimo más feliz.

¿Qué síntomas son los más comunes que aparecen cuando huimos de lo que sentimos?

–Pues podemos sentirnos cada vez más decaídos y apagados, pero también más enfadados y amargados con la vida, o anestesiados, como en una línea plana como viviendo de puntillas. O podemos empezar a tener síntomas físicos como quedarnos clavados de la espalda, enfermar, y un largo etcétera.

El cuerpo es donde vivimos todas nuestras emociones y si no las escuchamos, el cuerpo hablará. Cómo y cuándo es algo dependerá de un montón de variables, pero que lo hará, es casi seguro.

Aprendemos a sentir las emociones, pero ¿qué hacemos con ellas?
–Las emociones, una vez han sido sentidas y hemos atendido lo que venían a contarnos, se disipan, desaparecen y viene otra emoción. Son como las olas del mar, que vienen y van, y tenemos que aprender a surfearlas desde el fluir y aprender de ellas. Aprendiendo a surfearlas aprendemos a sentir de una forma fluida, sin bloqueos, saboreando mejor esto que llamamos vida y aprendiendo de nosotros mismos a través de ellas.

¿Cómo sería una buena o ideal gestión de las emociones? ¿Nos podrías poner un ejemplo?

–Que cuando venga una emoción incómoda, nos demos cuenta y la atendamos. Por ejemplo: de repente siento que me estoy enfadando, que viene rabia. Pongo atención en el cuerpo y veo que se me está activando el vientre, como si aumentara de temperatura, como si tuviera un volcán a punto de entrar en erupción. En ese momento, me doy cuenta y respiro lentamente y conscientemente, haciendo espacio a esa rabia pero sin que derive en un comportamiento inadecuado. Respiro la rabia y a través de la respiración la voy identificando e incluso puedo ponerle palabras: “esta situación me está haciendo enfadar mucho”.

Luego miro a ver si puedo tirar del hilo y preguntarme por qué. “Siento muy injusto esto que acaba de pasar y no me parece bien”, por ejemplo. La injusticia nos conecta mucho con la rabia. Entonces, habiendo hecho espacio a esa emoción sin juzgarla, respirando conscientemente para no dejar que ese volcán explote y lo queme todo, y habiendo observado el por qué de esa emoción, decido de forma consciente cuál es la mejor manera de proceder y lo hago de una forma asertiva, comunicando eso que siento y lo que opino de lo que ha ocurrido, por ejemplo.

Esto que he contado con algunas frases es más difícil de lo que parece porque estamos acostumbrados a dejarnos llevar por las emociones y actuar de forma totalmente inconsciente. Por eso, esta forma de lidiar con lo que sentimos requiere de mucha práctica y mucha consciencia y presencia. Cuanto más presentes estemos, más fácil será.