Sentirse bien a todas horas parece ser uno de los imperativos de nuestra sociedad. En las redes sociales abundan consejos y vídeos de cómo conseguir la felicidad, de cómo mantenernos optimistas, positivos y alegres, pero ¿qué hay de las emociones negativas? El miedo, la tristeza y las preocupaciones tienden a esconderse. Sin embargo, la psicología científica muestra que cuanto más luchamos en contra de estas emociones más sufrimiento nos causan.

Xavier Montaner, doctor en Psicología de la Salud y especialista en Neuropsicología, publica su segundo libro ‘Siente bien, vive mejor’ con esa finalidad: que aprendamos a aceptar las emociones desagradables. Por el camino conectaremos con nuestros valores, nos distanciaremos de las preocupaciones (o por lo menos lo intentaremos) y trataremos de descubrir qué tipo de persona somos.

 

–Una de las primeras reflexiones que encontramos en tu libro es que aquellas cosas que valen la pena (y por las que luchamos) nos suelen generar emociones desagradables. ¿Siempre es así? ¿Por qué lo crees?

–En general, los desafíos más importantes de la vida conllevan emociones difíciles. Piensa en ser padre o madre. Es una de las cosas más bonitas y asombrosas que uno puede experimentar. Sin embargo, en el camino de cuidar a un hijo, en algún momento acabarás experimentando miedo, cansancio, insomnio y muchas otras cosas desagradables. Y ahí es cuando la vida te preguntará “¿qué quieres hacer con estas emociones desagradables?”. La respuesta que des a esta pregunta determinará en gran parte el tipo de padre o madre que acabarás siendo.

Si quieres ser una madre atenta, cariñosa y paciente, deberás aprender a estar dispuesta a sentir estas emociones al servicio de lo que importa, que en este caso es tu hijo. Y esta filosofía es aplicable a cualquier aspecto que puedas considerar de tu vida: si quieres ser valiente debes estar dispuesta a sentir miedo, si quieres ser segura debes estar dispuesta a sentir la incertidumbre y si quieres perdonar debes estar dispuesta a sentir vulnerabilidad.

–En tu libro das una serie de herramientas para que aprendamos a sentir bien, a las que llamas habilidades VIDA. ¿Cuáles son las habilidades VIDA y cómo nos pueden ayudar a gestionar mejor las emociones negativas?

–Las habilidades que presento en el libro son un conjunto de herramientas terapéuticas cuyo propósito no es que aprendamos a sentirnos bien, sino que aprendamos a “sentir bien”. Vivimos en una sociedad que prioriza lo inmediato, en la que confundimos la felicidad con el placer. La felicidad, entendida como plenitud, no viene del placer inmediato, sino a través de tener una dirección en nuestra vida y de construir relaciones significativas de amor y conexión con los demás, con lo que hacemos y con nosotros mismos.

Las habilidades VIDA son un acrónimo para referirnos a 4 tipos de ejercicios psicoterapéuticos que nos ayudarán a encontrar esa dirección y a superar los obstáculos emocionales que puedan aparecer en el camino: Ver, Intención, Dirección y Acción.

–Empecemos por la primera: ver. ¿Cómo podemos entrenar nuestra atención consciente?

–Todo el mundo sabe prestar atención al momento presente. Eso no es difícil. Lo realmente complicado es saber identificar y ver los pensamientos reactivos que no nos ayudan y aprender a desobedecerlos.

Muchas personas con altos niveles de estrés empiezan a meditar solas a través de aplicaciones o videos de Youtube. Comienzan muy motivadas durante unos días, pero la mayoría acaban abandonando cuando sus mentes reactivas les empiezan a persuadir con pensamientos tipo: “El Mindfulness no va a cambiar tu vida”, “Llevas tres días meditando y no has notado nada”, “Esto de conectar con el presente ya lo sabes hacer”,… Estas personas abandonan la meditación porque sus mentes no les permiten llegar a ver los beneficios que el mindfulness les puede otorgar a largo plazo. Si tu vas una tarde al gimnasio para hacer ejercicio durante 40 minutos no puedes esperar haber perdido 10 kg cuando llegues a casa. Con el mindfulness pasa lo mismo. Es una apuesta a largo plazo.

–El caso de Leticia, tu compañera de facultad, una joven con altas capacidades, pero que por su ansiedad decidió dejar sus estudios de filosofía, nos puede ayudar a entender la siguiente habilidad, la intencioón. ¿Qué es vivir con intención y cómo le hubiera ayudado a ella en ese caso?

–Leticia sufría un grave trastorno de ansiedad con crisis de pánico recurrentes. Cuando una persona como Leticia se siente profundamente superada por su ansiedad, su vida empieza a desmoronarse y todo lo que le importa se desvanece. En esos momentos, su mente reactiva la persuade para que evite todo lo que está relacionado con la ansiedad diciendo cosas como: “Si tienes miedo a que te vean, mejor no salgas a la calle”. Y este tipo de mensajes de la mente no son exclusivos de Leticia, sino que los experimentamos todos. Cuando empiezas una dieta, tu mente te dice cosas como: “Por una galleta no pasa nada”. Este tipo de mensajes reactivos tienen el propósito de disminuir nuestro malestar emocional. No los podemos controlar. Sin embargo, estos mensajes, en la medida que nos invitan a evitar el malestar emocional, también nos alejan de lo que nos importa.

Vivir con intención es aprender a renegociar la relación que tenemos con nuestra mente y a no dejar que estos pensamientos reactivos nos controlen y nos alejen de lo que nos importa.

–Luchar contra el dolor o evitar estos pensamientos negativos es una forma ineficaz de “vencerlos”, dices que quizá lo mejor es comprenderlos. ¿Cómo se consigue?

–Negar el dolor es la forma más extrema de luchar y evitarlo, y una de las formas más ineficaces de gestionarlo a largo plazo. Frente a cualquier problema que puedas imaginar, es mejor tener los ojos abiertos que cerrados.

Por otro lado, comprender y ver el dolor nos ayuda a aceptar lo que no está bajo nuestro control. Cuando luchas o evitas tus sensaciones desagradables, tus recuerdos dolorosos o tus emociones difíciles, a menudo las notas con más intensidad.

–¿Qué formas tenemos los seres humanos de luchar contra las emociones negativas, contra el dolor?

–Como decíamos, hay personas que niegan el dolor, porque a corto plazo, negar consciente o inconscientemente lo que sentimos es menos doloroso que sentirlo.

Otra manera de luchar es aguantar el dolor. Algunas personas confunden aceptar con resignar. Aguantar el dolor conlleva una actitud de pasividad y resignación (“es lo que hay y tengo que aguantar”) que a menudo nos lleva a experimentar dolores musculares, cefaleas, problemas gastrointestinales, etc.

Hay otras personas que descargan su dolor en los demás a través de la agresividad verbal o incluso física.

Y por último, hay personas que luchan contra el dolor intentando atenuarlo a través del alcohol, las drogas u otras sustancias o actividades.

–¿Qué es la rueda del dolor? ¿Nos podrías poner ejemplos?

–La rueda del dolor es un mecanismo psicológico a través del cuál incrementamos nuestro dolor emocional involuntariamente a través de acciones que a corto plazo parecen tener sentido. Un ejemplo: te da miedo ir al dentista y, para no sentir miedo, no vas al dentista. A corto plazo, lo que haces funciona. Tiene sentido. Si no vas al dentista, evitas tu ansiedad. Pero a largo plazo tu muela te duele aún más, y como duele más, cada vez te da miedo ir al dentista.

La alternativa a evitar la ansiedad es aprender a hacerle espacio en tu interior, a sentir bien, y a llevártela al dentista, para que a largo plazo puedas sentirte tranquila y bien.

–¿Cómo podemos ejercitarnos para abrirnos al dolor?

–Abrirse al dolor no significa que hagas algo para que deje de doler. Eso sería luchar de nuevo. Abrirse al dolor y hacerle un espacio significa reconocer que hay algo que no nos gusta y observarlo con curiosidad sin dejar que nos controle. Una manera de reinterpretar tu dolor es verlo como una luz que se enciende en momentos importantes de tu vida. Esa luz normalmente nos está indicando que debemos cambiar o hacer alguna cosa importante. Luchar o evitar estas emociones nos aleja de nuestros valores porque, como decíamos al principio, todo lo que es importante en nuestra vida está intrínsecamente conectado con el dolor.

–¿Por qué ser feliz es tan difícil y nos cuesta tanto?

–Porque nuestro cerebro no ha evolucionado para que seamos felices y conectemos con el bienestar emocional. El cerebro ha evolucionado para protegernos de los peligros circundantes. Y uno de los trabajos que hace nuestro cerebro es meternos en la rueda del dolor, de la que hablamos antes.

–La tercera habilidad es la de la dirección. ¿Cómo podemos escoger bien nuestra dirección cuando estamos en el túnel, metidos de lleno en la ansiedad?

–Para poder actuar como la persona que queremos y valoramos ser, debemos tener claros nuestros valores. A lo largo del libro se presentan múltiples ejercicios con los que conectar con nuestros valores.

En la práctica clínica, a menudo les pregunto a mis clientes a quién admiran para identificar sus valores. Puede ser un personaje ficticio o real. Les pido que me definan cómo es ese personaje: afectuoso, valiente, divertido, compasivo…

Un buen modo de escoger bien nuestra dirección en las situaciones difíciles es preguntarnos ¿qué haría este personaje en la situación en la que estoy ahora mismo?

–Por último, llegamos a la acción o La Matrix. ¿Qué es y cómo nos puede ayudar a redefinir pequeños cambios en nuestra vida?

–La Matrix es una herramienta terapéutica perteneciente a la terapia de aceptación y compromiso que integra las habilidades VIDA y que nos permite rastrear nuestro progreso hacia la plenitud. Es una matriz muy intuitiva y de fácil uso que incluye nuestros pensamientos, emociones, acciones y valores. En mi experiencia profesional, cuando mis pacientes aprenden a utilizarla, empiezan a aparecer cambios asombrosos y sorprendentes en sus vidas y en sus relaciones.