A menudo se relaciona la iluminación con largas prácticas espirituales o con retiros lejos del mundo, ignorando que esos momentos de extrema lucidez se encuentran también en la vida cotidiana. Como decía el maestro zen Suzuki Roshi: «No puedes vivir en el reino de Dios por mucho tiempo. No hay restaurantes ni lavabos».
La iluminación no es algo que tengamos que buscar porque no es exterior a nosotros, según esta popular rama japonesa del budismo. Todo depende de lo limpia y despejada que está nuestra mirada. El estudioso británico Tim Freke utiliza esta analogía: «Así como las partículas en un vaso de agua sucia se posan en el fondo cuando dejamos de agitar el vaso y el agua se vuelve transparente, del mismo modo los pensamientos caen cuando la mente no está agitada y la conciencia se aclara».
Iluminación zen en el día a día
Si logramos que nuestra lente mental sea del todo transparente, seremos capaces de ver la realidad tal cual es. Entonces podremos acceder al satori, la iluminación abrupta del zen, alcanzando una comprensión profunda de la realidad. Según esta filosofía espiritual: «Antes de estudiar zen, las montañas son montañas y los ríos son ríos; mientras estás estudiando zen, las montañas ya no son montañas y los ríos ya no son ríos; pero una vez alcanzas la iluminación, las montañas son nuevamente montañas y los ríos nuevamente ríos».
Tal vez a eso se refería el budista theravada Jack Kornfield al titular uno de sus libros Después del éxtasis, la colada (ed. La Liebre de Marzo).
cómo ser un maestro zen en tu día a día
En los monasterios zen, los monjes meditan mientras barren las hojas del patio y podemos pensar equivocadamente que se trata solo de tener un punto de atención para centrar la mente. Pero según Alan Watts, «el zen no confunde la espiritualidad con pensar sobre Dios mientras uno pela patatas. La espiritualidad zen es precisamente pelar patatas».
Otorgar propósito e intención a todo lo que estamos haciendo es la vía para encontrar inspiración en lo cotidiano. Cuando conviertes el acto de pelar una patata en el centro del universo, no solo te liberas de las distracciones y proyecciones que nos arrastran al pasado o al futuro, también alcanzas el significado profundo de lo que haces. Y eso nos acerca al satori.
1. Alcanza la Espiritualidad zen al cocinar
Al pelar una patata estoy haciendo algo más que quitarle la piel. Estoy desnudando un alimento que me aportará vitalidad y energía. Una vez cocido, servirá para nutrir a las personas que amo: les procuraré satisfacción y el privilegio de disfrutar juntos de su sabor alrededor de una mesa. Con este enfoque, el ritual cotidiano de cocinar se convierte en un acto de compasión y empatía. Según el cocinero zen Edward Espe Brown en el documental de Doris Dörrie Cómo cocinar tu vida: «Preparar comida nos enseña a tratar a los demás con amor y respeto (…). Cuando cocinas con propósito, tu corazón y tus manos trabajan cada vez más alineadas con tu clara intención (…), porque tu obra deviene un manifiesto de amor. ¡La comida aparece!».
2. Orden y limpieza para alcanzar la maestría espiritual
Así como cocinar puede ser una autopista al amor compartido, las tareas de limpieza son otra oportunidad de alcanzar la maestría espiritual. Tal como explica Keisuke Matsumoto en su Manual de limpieza de un monje budista, el aspecto de nuestra casa es un reflejo de nuestro estado interior. Vivir en un entorno sucio y desordenado es un aviso de que las cosas no están mucho mejor en nuestro espacio mental. Así, los ritos diarios de limpieza de los monjes van más allá de poner foco en el aquí y ahora. Son también una ocasión de limpiar y poner orden en su propio interior.
Cuando de puertas adentro somos pulcros y ordenados, también lo somos en nuestras relaciones con el mundo, como señala Keisuke Matsumoto: «Quienes no cuidan los objetos, tampoco cuidan de las personas. Cualquier objeto ha sido creado con esfuerzo y dedicación. Cuando limpiemos o pongamos orden, debemos tratar las cosas con cuidado».
3. Despierta la espiritualidad ante las dificultades
No solo las tareas como cocinar o limpiar nos pueden llevar al despertar espiritual. Todo lo que sucede en nuestro día a día es una puerta abierta a la sabiduría y la lucidez, incluso cuando la realidad muestra sus aspectos más incómodos. Algunos ejemplos:
- El trato con personas que nos resultan difíciles nos obliga a practicar la paciencia y refinar nuestras herramientas de inteligencia emocional.
- Los imprevistos y reveses diarios ponen a prueba nuestra resiliencia y la capacidad de centrarnos en lo realmente importante.
- Los días en los que todo sale mal, por contraste, nos permiten apreciar los de signo opuesto. Darnos cuenta de que todo forma parte de la vida, que merece siempre ser celebrada, nos ayuda a relativizar y apreciar todos sus matices. Sobre esto, me parece ilustrativa la fábula del joven pez que interroga a un pez mayor:
–¿Qué es el océano? Siempre oigo hablar de él, pero nunca lo he encontrado.
–Pues el océano está a tu alrededor, joven –le dice el pez mayor.
–Pero… si es así, ¿por qué no soy capaz de verlo?
–Porque se encuentra en todas partes. Te rodea. Se halla dentro y fuera de ti. En el océano naciste y en él morirás. Tú eres la vida del océano. Y es justamente porque se encuentra tan cerca de ti que te cuesta verlo. Pero no te quepa ninguna duda: ¡está aquí!
Cuando reconocemos los maestros cotidianos, entonces la rutina deja paso a la maravilla. Agradecemos cada nuevo día, como un campo abierto para la sorpresa y el aprendizaje. Esta perspectiva, nos permite acceder a la sabiduría y el desarrollo de nuestras capacidades intelectuales y espirituales. Y nada vuelve a parecernos igual.
El maestro de la psicología integral Ken Wilber, explica el zen cotidiano en su obra One Taste: «Temprano, el sol naranja se eleva lentamente, brillando con una claridad luminosa y vacía. Mente y cielo son uno, el sol está saliendo en el vasto espacio de la conciencia primordial, y eso es todo. Yasutani Roshi dijo que el satori era la comprensión más preciada del mundo, porque todos los grandes filósofos han intentado comprender la realidad última pero no lo han logrado, pero, con el satori o despertar, tus preguntas más profundas tienen finalmente respuesta: es solo esto».
4. Actúa com los gatos, los maestros zen
El maestro espiritual Eckhart Tolle, autor de El poder del ahora, declaró en una ocasión: «He convivido con varios maestros zen. Todos ellos eran gatos». ¿Qué tienen estas mascotas para inspirar a escritores, artistas e incluso a profetas?
En la novela Neko Café, de Anna Sólyom, siete gatos muestran sus secretos del arte del bien vivir:
- Sé auténtico de corazón.
- Acéptalo todo con serenidad.
- Tómate un respiro.
- Presta atención y encontrarás oportunidades por todas partes.
- Cuida tu aspecto, nunca sabes quién te mira.
- Sé flexible, pero no pierdas de vista quién eres.
- No dejes de ser curioso.
5. Confía en el poder de la respiración
Algo que hacemos en todo momento, respirar, es una entrada al conocimiento.
Yoko Ono en su primer encuentro con un John Lennon presa de las drogas y la ansiedad, le entregó dos cartulinas que serían sus maestras. Una tenía un agujero en el centro y la inscripción «Para ver el cielo a través de él». La otra mostraba una sola palabra: «Respira».
El monje coreano Thich Nhat Hanh destaca el papel de la respiración: «Es el puente que conecta nuestro cuerpo con nuestra mente, el elemento que reconcilia el cuerpo y la mente (…) Es la única herramienta que puede unirlos, iluminando a ambos y aportándoles paz y calma».