Los órganos digestivos consumen notables cantidades de energía porque los sobrecargamos con más alimentos de los que realmente necesitamos, obligándoles a trabajar sin descanso.

Realizar un ayuno, prescindiendo regularmente de una comida a la semana, por ejemplo, es la manera más rápida de limpiar el cuerpo y de eliminar las toxinas. Las personas sanas, con un rendimiento óptimo, que no toman medicamentos, que creen que pueden seguir el ayuno en casa y que se sienten dispuestas a una vivencia interior pueden intentar obtener los beneficios de un ayuno un poco más largo, sea un ayuno de 24 horas, un ayuno intermitente o un ayuno de varios días.

Un ayuno puro tomano solo con agua y nada más puede ser demasiado brusco para un organismo desentrenado, aunque también existen ayunos, como verás en este vídeo, en los que se pueden introducir mayor variedad de líquidos.

Con todo esto, si vas a empezar a hacer un ayuno y no tienes mucha práctica, es posible que te preguntes por dónde empezar. Te lo contamos en este artículo.

1. Empieza por un ayuno sencillo

Existen varias maneras de ayunar. Para una persona que no está acostumbrada, la más prudente consiste en el ayuno a base de zumos de fruta o de caldo de verduras, que es mucho más llevadero.

Tras un tiempo prescindiendo de una comida semanal será factible realizar un ayuno exclusivamente con infusiones o agua pura y prolongarlo en función de las necesidades personales.

Un ayuno de tres días está al alcance de cualquier persona entrenada y es compatible con el trabajo.

En ayunos más largos (entre cinco días y una semana) es preferible disponer de tiempo libre, tanto para poder intercalar descansos a voluntad o disfrutar de la naturaleza como para poder vivir la experiencia introspectiva que suponen.

Para ayunar, lo mejor es elegir un momento en el que se pueda descansar: por ejemplo, no cenar una noche a la semana.

Es posible que a la mañana siguiente la lengua esté algo más blanquecina que de costumbre (lengua saburral), señal inequívoca de que se ha iniciado un pequeño proceso de "desintoxicación".

2. Mentalízate bien sobre los efectos del ayuno

El ayuno estricto durante hasta una semana resulta muy eficaz pero también exigente. Algunos consejos prácticos ayudan a prepararse.

  • Sobre el hambre. Hay que estar mentalizado de que durante el primer día la sensación de hambre puede ser intensa. El cuerpo sigue trabajando como de costumbre, pero recibe, sin embargo, menos calorías de las que suele consumir. Hay que tener paciencia: si no reaccionamos a la señal de hambre, el organismo entenderá que ha de pasar a abastecerse de sus propias reservas. El segundo día el hambre disminuirá.
  • Si se tiene frío. Al ayunar se puede sentir frío más a menudo. En cuanto se empiece a notar, se puede recurrir a una infusión, una bolsa de agua caliente o un baño de pies.
  • Sueño y descanso. Durante el ayuno es normal que se tengan más dificultades para dormir o que sobrevenga el sueño a la hora de las comidas. A veces se precisa descansar más pero dormir menos.
  • Emotividad. Hacia el tercer o cuarto día la persona se puede sentir triste, agresiva o quisquillosa. No conviene echar la culpa a los demás, sino explorar la verdadera causa.
  • ¿Seguir? Hacia el quinto día de ayuno es fácil sentirse aún sano y "fuerte», pero es conveniente contar con alguien experimentado si se decide continuar unos días más.

3. Observa cómo responde tu cuerpo

Al contrario de lo que suele creerse en un ayuno se pasa más hambre el primer día que los siguientes, pues entonces el cuerpo ya ha percibido que no se dispone de alimentos y pone en marcha los procesos fisiológicos necesarios para alimentarse del glucógeno almacenado o de sus reservas de grasa.

El agua, en cualquier caso, es fundamental para facilitar ese metabolismo.

Durante el ayuno el organismo moviliza sus propias reservas de grasas para conseguir la energía que necesita.

En una primera fase, el cuerpo utiliza la glucosa circulante y después las reservas de glucógeno en el hígado y los músculos.

En la segunda fase, transcurridas entre 24 y 48 horas, pasa a obtener glucosa quemando reservas de grasas. En algunos casos se pueden producir mareos y sudoración fría pero apenas se suele perder peso, pues 200 g de grasas proporcionan 1.800 calorías. Desaparece el apetito y se experimenta un bienestar sutil. La capacidad para la acción apenas disminuye.

En una tercera fase, a la que no se debería llegar, se empiezan a consumir las proteínas de los tejidos menos vitales.

4. Planea cómo volver a comer

El ayuno puede deparar una intensa sensación de paz y conexión interior que puede prolongarse al volver a comer.

Es el momento de recuperar la sensibilidad gustativa, de saber instintivamente qué alimentos nos benefician y distinguir entre el apetito auténtico y el que sólo encubre cierto tipo de ansiedad.

  • Prudencia. El retorno a la alimentación constituye un paso crítico porque es el momento de consolidar los cambios beneficiosos y de incorporar nuevos hábitos alimentarios.
  • Alimentos suaves. Después de días de ayuno, el cuerpo no está preparado aún para asimilar todo un menú. Necesita alimentos fáciles de digerir. naturales y en pocas cantidades (sopa de zanahorias, arroz hervido, ensaladas, fruta, verdura y cereales).
  • Masticar. Hay que tomarse tiempo para masticar y saborear, pues el cuerpo reanuda con lentitud la elaboración de jugos gástricos.
  • Reposo. Como un tercio del sistema circulatorio se reactiva para la labor digestiva, es normal sentirse débil en los primeros días. Conviene tumbarse tras las comidas.
  • Hidratarse. Hay que seguir bebiendo agua en abundancia para producir jugos digestivos, humedecer las mucosas y estabilizar la circulación.