Por desgracia, hay que desaconsejar el consumo de las fresas demasiado tempranas. Las fresas son un alimento caro para la tierra, porque las zonas de cultivo se sitúan en nuestro país en regiones secas y con escasez de agua.

1. dos bañeras de agua para un bol de fresas

La mayoría de las fresas que se encuentran actualmente en los estantes de los supermercados proviene de la provincia de Huelva, donde se cultivan en enormes monocultivos.

Un túnel de lona de plástico sigue al otro, utilizando enormes cantidades de agua y un uso intensivo de fertilizantes. De media, se necesitan unos 300 litros de agua para producir un kilo de fresas, lo que se corresponde con dos bañeras llenas.

Muchas plantaciones de fresas están situadas alrededor del Parque Nacional del Coto de Doñana, que es Patrimonio de la Humanidad, Reserva de la Biosfera y uno de los humedales más importantes de España. 

El agua para cultivar las fresas puede proceder de pozos ilegales alrededor de Doñana que drenan las reservas de agua. El nivel del agua subterránea cayó de cinco a siete metros en la década de 1980 a 30 a 40 metros en la actualidad, esto provoca sequías y escasez de agua entre la población. Los animales pierden su hábitat porque no tienen suficiente agua a su disposición.

Durante años, WWF ha pedido al gobierno español que elimine todos los pozos ilegales y las áreas agrícolas cultivadas ilegalmente en la región y que introduzca una gestión eficaz del agua.  Pero los políticos parecen estar ignorando la explosividad de la escasez de agua en la región.  A principios de marzo, la Junta de Andalucía volvió a presentar planes para legalizar las zonas de cultivo ilegal.

2. Alta carga de pesticidas 

Otro problema con las fresas es el alto nivel de pesticidas. En 2018, la revista alemana Öko-Test analizó las fresas en busca de más de 500 pesticidas diferentes. Casi todos procedían de la provincia de Huelva.

El resultado de la prueba fue que la mitad de las fresas examinadas contenían pesticidas cuestionables porque se sospecha que son cancerígenos o nocivos para la reproducción. Estos incluyen el pesticida bupirimato, prohibido en países como Alemania.

3. Explotación de los trabajadores de la cosecha

A pesar de la ley de la cadena de suministro, los trabajadores de la recogida de la fresa viven y trabajan en condiciones pésimas. Llegan a trabajar hasta 70 horas por semana, pero solo se se les pagan 40, de lunes a viernes, según la fundación alemana Utopia. Los sábados y domingos y las horas extraordinarias no se contabilizan. Unas 5.000 personas viven en barrios marginales de la región de Almería sin agua corriente.

4. Residuos plásticos interminables

No solo los recipientes de plástico en los que compramos las fresas generan una gran cantidad de residuos plásticos. Las láminas de plástico utilizadas para cubrir los invernaderos también crean gigantescas montañas de basura.

Gran parte de este plástico termina en vertederos ilegales. El sol descompone el plástico, se crean  microplásticos que se distribuyen por el viento y el agua hasta que finalmente acaban en la cadena alimentaria.

¿Qué fresas se pueden consumir

Las fresas ecológicas que proceden de cultivos cercanos a tu domicilio y que se riegan con agua legal son la mejor opción. Estas frutas no solo respetan su entorno y los ecosistemas sino que probablemente contienen más vitaminas, minerales y fitoquímicos que protegen contra las  enfermedades cardiovasculares e inhiben la inflamación en el cuerpo.

¿por qué son beneficiosas las fresas?

Las fresas son ricas en fibra, vitaminas, antioxidantes, potasio, calcio y otros minerales. Contienen antocianinas, que son pigmentos que ayudan a reducir el colesterol y el riesgo de sufrir hipertensión.

Sus ácido orgánicos favorecen el funcionamiento del hígado y, además, se consideran un auténtico dentífrico natural, ya que sirven para blanquear los dientes y prevenir la aparición de caries y la formación de sarro.