En un pueblo de la campiña inglesa llamado Sotwell, en el condado de Oxfordshire, se conserva todavía la casa en la que residió en la última etapa de su vida el doctor Edward Bach, el médico que en los años 30 descubrió los 38 remedios florales que hoy llevan su nombre: las flores de Bach.

Unas escaleritas de piedra conducen a la puerta de entrada, desde donde se atisba un jardín tranquilo y asilvestrado. Nada en el ambiente hace pensar que nos encontramos a tan solo 80 kilómetros de Londres: se oye trinar a los pájaros y el agradable olor que desprenden las flores nos dan la bienvenida.

La casa se llama Mount Vernon. Desde aquí, el Centro del Doctor Bach, creado por los colaboradores inmediatos del médico, sigue elaborando décadas más tarde las tinturas de las flores tal como lo hacía su creador. La redacción de Cuerpomente estuvo en Inglaterra para visitar este lugar.

Edward Bach: una vida dedicada a la investigación

Trabajando como médico, Edward Bach se dio cuenta de cómo influían las emociones en la salud de sus pacientes y llegó al convencimiento de que muchas enfermedades tenían una raíz psíquica y no física.

En su búsqueda de nuevos caminos que no trataran los síntomas de las enfermedades, sino sus causas, no tardó en interesarse por la homeopatía, a la que hizo aportaciones como bacteriólogo en el terreno de los trastornos intestinales.

Sin embargo, la labor investigadora del doctor no se detuvo ahí. Su objetivo era hallar en el reino vegetal remedios para los estados de ánimo que influían en la salud humana.

De salud frágil y afinada intuición, prosiguió sus investigaciones en el país de Gales. Experimentando en sí mismo las emociones y los síntomas que acarreaba su desequilibrio y dejándose guiar por el efecto que le producían las plantas, encontró allí hasta 19 flores con efecto terapéutico. Las otras 19, con que las completó su ya clásica colección de 38 remedios florales, las encontró en las inmediaciones de Mount Vernon, donde se trasladó al final de su vida.

Poco antes de morir dio por concluido su proyecto y se dedicó a difundirlo a fin de que llegara al mayor número posible de personas. A esta labor de difusión se sigue dedicando hoy el Centro del Doctor Bach, uno de cuyos fines es preservar la simplicidad y la pureza del método con que se preparaban y dispensaban los remedios originales.

Casa museo en Mount Vernon

El salón y el estudio de Mount Vernon, transformados en un pequeño museo, transportan al visitante a los años 30. Junto a bocetos de plantas con su correspondiente descripción realizados por el propio doctor puede verse parte de sus escritos y del instrumental que empleó para elaborar los preparados.

El método sigue siendo el mismo. Bach comprobó que, con el calor del sol, las gotas de rocío que cubrían las flores se infundían de las propiedades de la planta. Depositando las flores recién recogidas en agua de manantial y dejándolas unas horas al sol conseguía reproducir el mismo fenómeno. Así obtenía la tintura madre, que mezclaba a partes iguales con aguardiente de vino para su conservación.

Como este método solo era viable en verano, desarrolló un segundo método todavía vigente que consistía en hervir brevemente el agua en vez de exponerla al sol.

¿Cómo funcionan las flores de Bach?

Las flores de Bach no son infusiones de plantas medicinales ni tampoco extractos fitoterapéuticos, al no contener ningún principio activo. Entonces, ¿cómo funcionan? Lo que percibió Bach en determinadas plantas fue su información vibracional. Alguien que sienta miedo vibra a una determinada frecuencia, y Bach se dio cuenta de que algunas especies vegetales podían contrarrestar y equilibrar miedos específicos.

Para extraer la información vibracional de las plantas, esa concentración de energía que puede ser utilizada para curar estados emocionales negativos, se utilizan dos métodos: la solarización y la ebullición. El primero, como hemos avanzado, consiste en dejar las flores al sol, en un cuenco de cristal con agua de manantial, durante tres horas.

En el segundo, estas se llevan a ebullición durante 30 minutos. Con las gotitas de la tintura resultante se prepara el stock (primera dilución) añadiendo alcohol de uva a la esencia para que, de esta forma, se conserve en perfecto estado sin alterar cada una de sus propiedades. De los botellines de stock se preparan las fórmulas individualizadas.